La situación en el PP

Feijóo afronta el año electoral en manos de los barones y de la estructura de partido de Casado

Alberto Núñez Feijóo y su portavoz en el Congreso, Cuca Gamarra, rodeados por los barones del PP.

En el PP ya no mandan Pablo Casado ni Teodoro García Egea. Pero, más allá de ellos, la estructura de poder no ha cambiado. El PP sobre el que aparentemente reina Alberto Núñez Feijóo es básicamente el mismo que hace poco más de un año encumbró a Casado en una multitudinaria reunión en la plaza de toros de València. Quienes estaban en la foto proclamando que sería el futuro presidente del Gobierno son los mismos que ahora aplauden al expresidente de la Xunta.

Cuando llegó a su nuevo despacho en la séptima planta del edificio de Génova 13, Feijóo sabía que apenas tendría tiempo de hacer cambios. Su elección como presidente fue el resultado de una conjura en la que participaron todos los barones del partido, incluido él mismo, a partir de un acuerdo básico: él tendría el apoyo de todos para intentar ganar las elecciones generales y, a cambio, el nuevo líder no se inmiscuiría en los asuntos de cada territorio.

El resultado en un partido que se diferencia muy poco del que Casado y Egea habían diseñado para intentar ganar las elecciones de 2023. Las municipales y autonómicas y también las generales.

Feijóo lo cambió todo en la cúpula de Génova, rodeándose del equipo de fieles procedentes como él de Galicia y por cuyas manos pasa todo. Y que, según fuentes de Génova, mandan más que la mayoría de los miembros de la nueva dirección.

Pero más allá del contorno inmediato, nada ha cambiado en los ocho meses que han transcurrido desde el congreso de Sevilla. Y eso es una rareza en cualquier partido, no sólo en el PP, porque lo normal es que los nuevos dirigentes traten de hacerse cuanto antes con el control de las organizaciones que han sido llamadas a liderar.

¿Por qué ocurre esto con Feijóo? La mayoría de las voces consultadas por infoLibre sostienen que la explicación es ese acuerdo de entendimiento recíproco suscrito con los barones cuando juntos decidieron defenestrar a Casado. Otros lo interpretan como el producto de la necesidad: Feijóo ganó cuatro veces en Galicia, pero está por ver que es capaz de hacerlo en España. Sólo cuando lo haga habrá adquirido la fortaleza necesaria para hacerse con el control real del partido en todo el país.

Un único criterio

No falta quien opina que no tenia alternativa: se hizo con las riendas del partido muy tarde, sin tiempo para meterse en guerras orgánicas. Y optó por hacer suya la formación que le legó Casado limitando los cambios a unos pocos territorios, en su mayoría pequeños, en los que aplicar el único criterio político que se le conoce: prescindir de quienes, según las encuestas internas del partido, no gozan del respaldo de los electores, y promover a quienes tienen mas posibilidades de atraer apoyos y disputar territorios que en la actualidad están en manos de la izquierda.

Es lo que está pasando en Asturias, La Rioja, Navarra y Cantabria. Feijóo prescindió en el Principado de Teresa Mallada, la candidata elegida por Casado, y puso en su lugar a Diego Canga, un alto funcionario del área de agricultura de la Comisión Europea. Este viernes, Mallada fue cesada como portavoz en la Junta General del Principado. En La Rioja eligió un aspirante de nuevo cuño: el exconsejero Gonzalo Capellán. En Cantabria la nueva dirección optó por María José Sáez de Buruaga, a la que Casado planeaba sustituir. Y en Navarra, aunque todavía no hay candidato, todo apunta a que si el PP se presenta en solitario el elegido será Javier García, aupado por Génova a la presidencia del partido en la comunidad foral.

La lista de dirigentes y aspirantes electorales marca Feijóo se acaba ahí. Sin tiempo para buscar alternativas y sin peso real en muchos territorios, Génova ha asumido a los candidatos seleccionados por Casado en seis territorios: Aragón (Jorge Azcón), la Comunitat Valenciana (Carlos Mazón), Illes Balears (Marga Prohens), Extremadura (María Guardiola), Castilla-La Mancha (Paco Núñez), y Canarias (Manuel Domínguez). 

Capítulo aparte merece la situación en Cataluña y el País Vasco, las dos comunidades en las que el PP no ha hecho más que retroceder hasta situarse al borde de la marginalidad parlamentaria. Feijóo llegó a Génova con la voluntad declarada de cambiar eso, y de renovar el partido y sus mensajes en los dos territorios, pero pronto ha quedado claro que, al menos en Cataluña, siguen pesando los viejos hábitos. Sin elecciones a la vista, el líder del PP ha aplazado de momento tomar decisiones.

Los presidentes de Andalucía (Juanma Moreno), Madrid (Isabel Díaz Ayuso), Murcia (Fernando López Miras), Galicia (Alfonso Rueda) y Castilla y León (Alfonso Fernández Mañueco) conservan toda su influencia y hacen y deshacen en sus respectivos territorios sin tener que dar explicaciones a Génova. Feijóo tampoco se las pide: su idea de la unidad pasa por huir de las guerras intestinas, convencido de que solo así tendrá alguna posibilidad de alcanzar la Moncloa en 2023.

El justiprecio de esa política, sin embargo, es la progresiva erosión de su propio liderazgo. Aunque Feijóo siga aplaudiendo a Ayuso, el desafío de la presidenta madrileña es cada vez más evidente. No sólo maniobró para que rompiera las negociaciones con el Gobierno para renovar el Consejo General del Poder Judicial —y se apuntó públicamente el mérito de haberlo conseguido— sino que cada vez con más frecuencia se permite decirle en público qué es lo que debe hacer como líder de las oposición.

El marcaje de Ayuso

La última vez tuvo lugar con ocasión del Día de la Constitución. Aprovechando un acto oficial de la Comunidad, aseguró que “lo que tiene que hacer el presidente del Partido Popular es seguir siendo fiel y leal al compromiso con todos los españoles. Y eso también conlleva denunciar las cosas que están sucediendo en España”, advirtió.

“Si España está ahora mismo en retroceso, si hay menos libertad, si hay menos prosperidad, si hay más tensión, lo que tiene que hacer el líder de la oposición es lo que hasta el momento ha estado haciendo, que es denunciarlo de manera firme y serena y uniendo a todos los españoles que de lado a lado, de izquierda a derecha, liberales, aquellos que ni siquiera tienen apego a la política, buscan para seguir unidos y buscándose la prosperidad y el país en que todos nos hemos dado hasta el momento”.

Y “lo que no tiene que hacer”, añadió, “es soportar esa maquinaria gubernamental en contra que lo puede todo y que no permite ni siquiera que haya disenso y que haya disparidad de criterios”. Todo una llamamiento a abandonar cualquier tentación de moderación y de diálogo con el Gobierno que Feijó parece haber escuchado y asumido a pies juntillas. 

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Ayuso no es la única. Como ocurría antes con Casado, los medios de la derecha se permiten cada vez más marcar el terreno al líder del PP y decirle qué tiene que hacer y qué no.

La consecuencia de esta situación es un liderazgo cuya solidez es cada vez más dudosa. Feijóo va a ir a unas elecciones básicamente con el aparato de partido de Casado y con la mayor parte de sus candidatos. No tiene el control orgánico de casi ningún territorio —salvo Galicia y algunas comunidades uniprovinciales del norte— y su principal rival interna —Díaz Ayuso— le disputa cada vez más el discurso del partido. 

Por no tener, Feijóo aún no tiene un programa político propio a un año de las elecciones generales. Las propuestas del PP siguen siendo las de Casado, también las tramitadas en el Congreso de los Diputados.

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