Feijóo, en el laberinto de la violencia: incapaz de una condena clara por el miedo a Vox

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Tarde, más de 14 horas después de los disturbios, al rebufo de Isabel Díaz Ayuso y con muchos matices. La condena de Alberto Núñez Feijóo de la violencia ejercida estos días por la extrema derecha contra las sedes del PSOE llegó sin una referencia concreta a los hechos que estos días centran la atención de la opinión pública y utilizando una fórmula genérica que hace referencia a cualquier forma de violencia.

“La violencia no tiene cabida en democracia y debe de rechazarse siempre. Ya sea por ultras de extrema izquierda o de extrema derecha”, proclamó en un acto del PP en el Congreso antes de utilizar ese argumento contra el PSOE. La violencia, insistió, “no tiene cabida en democracia y su impunidad tampoco”. Y eso, aseguró, es lo que está negociando el presidente en funciones, Pedro Sánchez, “que los actos violentos queden impunes. Porque mientras se está criticando a los ultras, y compartimos esa crítica, los mismos que la critican son aquellos que están dando impunidad a los actos violentos que a ellos les interesan”. 

La condena genérica “de todas las violencias” fue este miércoles la vía de salida de casi todos los dirigentes del PP que fueron emplazados a pronunciarse sobre los ataques a las sedes socialistas. Tanto es así que el Senado no pudo apoyar una condena expresa de estos hechos, solicitada por el PSOE, porque el PP —que tiene el control de la Cámara— se negó a validarla si no se eliminaba la referencia a los ataques sufridos por las casas del pueblo socialistas y se sustituía por una mención genérica a “las sedes de cualquier formación política”. 

Silencio sobre los ultras

Hubo dos excepciones a esta ambigüedad calculada: la número dos del PP, Cuca Gamarra, y sobre todo la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Ambas condenaron expresamente los hechos de estos días sin necesidad de situarlos en un marco más amplio.

De los labios de Feijóo tampoco salió ni una palabra en contra de Vox, principal impulsor de la “movilización permanente” que desde hace días azuza a todos los grupos ultras de España y que, en el caso de Madrid, han protagonizado graves disturbios frente a la sede nacional del PSOE. Nada que decir, a pesar de la presencia constante de dirigentes de ese partido en diferentes localidades, incluido alguno que, como es el caso Juan García Gallardo, ocupa gracias al PP la vicepresidencia del Gobierno de Castilla y León, Juan García Gallardo. Ningún comentario que hacer, pese a que una de las impulsoras de la protesta haya sido la expresidenta madrileña Esperanza Aguirre.

En Génova no se sienten cómodos con la violencia en la calle, pero en el equipo de Feijóo, después de algunos titubeos, se ha impuesto el miedo a que este asunto derive en un enfrentamiento con Vox que acabe perjudicando los acuerdos que este verano le abrieron la puerta de los gobiernos de seis comunidades autónomas y de numerosas capitales de provincia. Y que quiebre el liderazgo que están convencidos haber conseguido en la estrategia contra la investidura de Sánchez.

Sólo Elías Bendodo, número tres del PP, se atrevió a deslizar una tímida crítica a la ultraderecha, aunque sin referirse a ellos por su nombre: “Parece ser que algunos se empeñan en sostener a Sánchez con sus decisiones, sus manifestaciones y sus acciones. Esa es la realidad”, aseguró en una entrevista en La 1 de TVE. “Yo no he nombrado a nadie”, añadió cuando el entrevistador le pidió que aclarara si se refería al partido de Santiago Abascal, “pero son muchos los que acuden a esas manifestaciones que lo que hacen es echarle un cable”.

Cruce de reproches

El temor a enfadar a sus socios ultras parece estar justificado. Una de las condiciones que Vox puso a Feijóo en agosto para apoyar su investidura fallida fue que el PP no volviese a criticarles. Así que no es de extrañar que los extremistas de la derecha replicasen enseguida a Bendodo: “Quien le echa un cable a Sánchez es el que lleva ofreciéndole a pactar durante toda la campaña y después de la campaña”, respondió, tajante, la portavoz parlamentaria de Vox, Pepa Millán. 

“Se están equivocando de enemigo. El enemigo es Sánchez. Eso sí que es dar oxígeno a Sánchez, ofrecerle pactos día sí y día también. Lo que está haciendo el Partido Popular es colaborar con el Gobierno para criminalizar manifestaciones que son pacíficas”, añadió.

La presión de los ultras funciona, porque esa fue la única y tibia discrepancia que PP y Vox han manifestado en torno a los ataques a la Policía y a las sedes del PSOE. Feijóo y los suyos ni siquiera han desautorizado los insistentes llamamientos de los dirigentes ultras para que los agentes del orden desobedezcan las órdenes de contener a los alborotadores y disolver las concentraciones cuando sus participantes recurran a la violencia.

El resto son, al menos de momento, todo coincidencias. Feijóo dice que el PSOE “es el que no condena la violencia” con el argumento de que “pretende amnistiarla”, en referencia a que la ley de amnistía podría perdonar a personas que participaron en actos violentos relacionados con el procés. “Cuando tú pretendes amnistiar la violencia, no puedes dar ningún ejemplo ni ninguna lección”, subrayó el líder del PP.

Exactamente lo mismo que planteó Vox a través de su portavoz parlamentaria. “¿Con qué legitimidad moral se atreve el Partido Socialista a condenar ningún ataque?”, se preguntó retóricamente Millán en una rueda de prensa convocada en el Congreso, a pocos metros de donde Feijóo decía lo mismo. “El Partido Socialista no puede condenar ni puede pedir condenar los ataques que se produzcan porque son ellos los que están amnistiando la violencia, son ellos los que están amnistiando el terrorismo callejero”, acusó.

“Tres contenedores y cinco cubos de basura”

No fue la única y significativa coincidencia en el argumentario de la derecha. Los dos partidos trataron también de minimizar la gravedad de lo ocurrido en Madrid asegurando que fueron mucho más graves los disturbios que tuvieron lugar en Barcelona tras la condena de la mayor parte de los líderes del procés. El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida (PP), sin hacer mención alguna de las decenas de heridos —en su mayor parte policías— contabilizados en las calles de la capital, llegó a decir que apenas afectó a “tres contenedores y cinco cubos de basura”.

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Más alejado de la realidad que el alcalde se mostró Vox, que ni siquiera reconoce que hubiese otra violencia que la ejercida por la Policía y, a pesar de las imágenes difundidas por todas las televisiones, habla de “supuestos comportamientos violentos”. 

“Es el Gobierno el que está alentando la violencia, dando órdenes manifiestamente ilegales y tratando de criminalizar manifestaciones que son pacíficas”, sostuvo Pepa Millán. La de Ferraz, afirmó, “transcurrió con absoluta normalidad y que cuando alguien pretendía ir a más, era el propio público el que acallaba esos determinados comportamientos. Rápidamente se solucionaba, la gente aplaudía y transcurría con total normalidad”.

Lo que está claro es que ni PP ni Vox van a reducir la presión en la calle contra Sánchez, al que Feijóo considera “el principal responsable de lo que está ocurriendo en España”. “No vamos a dejar de decirlo. Nadie nos va a parar. Vamos a seguir alzando la voz. Con todos nuestros recursos, en todas las instancias y en todos los ámbitos”, también en la calle, donde Génova confía en anotarse un rotundo éxito este domingo concentrando a decenas de miles de personas en las capitales de provincia. Un objetivo para el que están movilizando a todos sus cargos públicos, militantes y simpatizantes y que, en el caso de Madrid, la presidenta Ayuso ha subrayado haciendo público que la asistencia será “obligatoria”.

Tarde, más de 14 horas después de los disturbios, al rebufo de Isabel Díaz Ayuso y con muchos matices. La condena de Alberto Núñez Feijóo de la violencia ejercida estos días por la extrema derecha contra las sedes del PSOE llegó sin una referencia concreta a los hechos que estos días centran la atención de la opinión pública y utilizando una fórmula genérica que hace referencia a cualquier forma de violencia.

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