Sin planes de evacuación para incendios: la prevención no está adaptada a los grandes fuegos

“Cuando se habla de fútbol decimos: ‘Jugamos como entrenamos’. No podemos hacer una jugada que no tenemos trabajada. Todo nuestro resultado en el partido depende de nuestro trabajo en el entrenamiento. Hay que asumir eso. Y el trabajo de entrenamiento depende de los planes y la formación”.

El que habla no es un entrenador deportivo, sino Juan Picos, profesor, ingeniero forestal y uno de los mayores expertos en incendios de España. Y pone el foco en una de las asignaturas pendientes de los planes municipales de emergencias en las zonas de riesgo de incendios: la preparación de la población civil para enfrentar los grandes fuegos, cada vez más habituales, imprevisibles e inabordables por los servicios de extinción.

Como él mismo explicaba en un artículo casi premonitorio, publicado hace varios meses, “un incendio —la reacción en cadena por excelencia— es como una bola de nieve que rueda ladera abajo: cuando alcanza cierto tamaño, velocidad e intensidad bajo condiciones meteorológicas adversas, se vuelve incontrolable. En ese punto, intentar extinguirlo directamente es inútil. Incluso la lucha contra los incendios forestales tiene límites físicos que ni los medios disponibles ni los profesionales pueden superar”. “No podemos enviar” a los bomberos forestales, añadía, “como carne de cañón, a librar batallas que, desde el principio, sabemos que no pueden ganar. La estrategia, entonces, se transforma: la prioridad pasa a ser la protección de las personas, los bienes y las infraestructuras”.

Falta preparación

Muy a menudo, sin embargo, falta planificación. Lo hemos visto estos días: los avisos de evacuación sorprenden a los afectados sin saber muy bien cómo actuar. Muchos ni siquiera acatan las órdenes de la Guardia Civil y deciden quedarse a defender sus viviendas y sus granjas. Volvió a suceder este martes en Zamora, donde las autoridades ordenaron el desalojo de cinco localidades de la zona de Sanabria, cuatro de las cuales ya habían sido evacuadas en días pasados, a causa del incendio que se declaró el 14 de agosto en Porto.

No evacuar ha servido a muchos para salvar sus propiedades. Otros tuvieron que ser rescatados in extremis, poniendo en riesgo a las fuerzas de seguridad. Esta es la razón por la que incumplir una orden de evacuación supone cometer una infracción administrativa que puede tener consecuencias penales y dar lugar a una sanción económica.

La evacuación de comunidades situadas en zonas de alto riesgo por incendios forestales requiere una planificación precisa y una organización basada en la anticipación. No se trata únicamente de diseñar un plan escrito, sino de poner en marcha un sistema dinámico que garantice que, llegado el momento, la población pueda reaccionar de forma ordenada y segura.

Esto incluye la gestión de avisos, la definición de rutas de escape y la disposición de áreas seguras. Pero nada funcionará correctamente si la población no está entrenada y no sabe en todo momento lo que tiene que hacer. La experiencia internacional demuestra que el pánico y la improvisación multiplican los riesgos durante un incendio forestal. Ensayar la evacuación permite comprobar tiempos reales, detectar cuellos de botella y, sobre todo, crear memoria colectiva: cada persona sabrá qué hacer, adónde dirigirse y a quién acudir. La repetición de estos ejercicios consolida hábitos que, en una situación de emergencia, pueden marcar la diferencia entre el caos y una retirada ordenada.

Precisamente este martes, el Consejo de Ministros ha aprobado un Real Decreto por el que se aprueban las directrices y criterios comunes de los planes anuales para la prevención, vigilancia y extinción de incendios forestales, en cumplimiento de lo establecido en la Ley 43/2003, de montes, tras la modificación que experimentó con la aprobación del Real Decreto-ley 15/2022. La nueva norma establece directrices que permitirán la homogenización de los planes autonómicos al equiparar los criterios técnicos que apliquen. Entre estas directrices, para el análisis socioeconómico se trabajará con los datos del año más reciente y se contextualizará con causalidad decenal; para el análisis de riesgo y zonificación se tomará como referencia la interfaz urbana forestal; para medios y recursos se tendrá que detallar las infraestructuras existentes o de nueva creación que tienen servidumbre para su utilización por los servicios, la red de comunicaciones, además de medios para prevención y extinción.

Planes muy básicos

Y aunque contar con planes municipales de emergencias es una obligación de todos los ayuntamientos, no todos se toman en serio la preparación para hacer frente a eventos catastróficos. “Los planes de emergencias de los ayuntamientos son muy básicos. Hay que incorporar a su contenido la dimensión de los incendios forestales, sobre todo en las zonas que están más expuestas”, señala Picos.

Y eso es, precisamente, lo que los municipios con zonas de alto riesgo de incendios deberían hacer para prepararse ante la eventualidad de tener que afrontar siniestros de sexta generación, cada vez más frecuentes, incontrolables e impredecibles.

Una cosa es tener un plan aprobado y otra muy distinta su contenido, explica el experto consultado por infoLibre. Hay que replantearse cuestiones como los protocolos de advertencia a los afectados (estos días en algunos lugares se utilizó por primera vez el sistema de alertas por teléfono para, por ejemplo, confinar a la población y protegerla del humo).

Proteger a la población no es sencillo, de ahí la importancia de la preparación. A veces, señala Picos, es mejor “apostar porque la gente no se mueva” y evitar “evacuaciones en el último momento, que son las que realmente traen más riesgo”, porque el fuego ya está cerca y puede cortar los caminos. En otros casos, en cambio, lo mejor puede ser sacar a la población de la zona más expuesta.

Necesaria adaptación

Los planes tienen, además, que adaptarse, porque no es lo mismo prepararse en áreas urbanas que en núcleos rurales, que en Galicia son muy dispersos. En estos últimos, defiende, “lo mejor es que estos sean seguros y defendibles, es decir, tener sus áreas colindantes suficientemente trabajadas para que den una oportunidad a los medios contra el fuego. Y eso incluso puede permitirte la opción de tener gente en el núcleo confinada con relativa seguridad”.

Pero cuando “estamos hablando de incendios más grandes que impactan sobre áreas muy urbanizadas, probablemente ahí ya no tienes esa opción de rodear la ciudad de un área segura”. “Tiene que estar todo suficientemente pensado con distintas tipologías: no es lo mismo una aldea que una urbanización, un polígono industrial o un área densamente poblada”.

Lo importante es “ser capaz de establecer cuál es la estrategia más adecuada a cada caso e informar de ella a la población. Si la población no sabe qué hacer, da igual que tú hayas puesto un plan”. “No podemos arriesgarnos e improvisar en medio de una ola de incendios. Las improvisaciones, cuando estamos hablando de población y riesgos, nunca salen bien”.

Hace falta entrenar

Juan Picos valora el aprendizaje de este año, en el que se han llevado a cabo confinamientos ordenados por alertas móviles. “Es una primera experiencia de la que hay que aprender, pero que yo creo que no ha funcionado mal. La gente ha recibido una información dándole unas instrucciones básicas de comportamiento”, como, por ejemplo, no salir de sus casas porque es más fácil defenderles en el pueblo que en una carretera.

Pero es imprescindible entrenar a la población sobre qué hacer en caso de tener que enfrentar situaciones como las vividas estos días en las áreas pobladas afectadas por los grandes incendios. “Es una evidencia. Uno no puede defender a alguien que no sabe cómo autodefenderse, porque a veces su propia intuición o instinto le lleva a ponerse en más riesgo. Es muy importante que haya una serie de criterios básicos compartidos entre el defensor y el que tiene que ser defendido. Esto es un hecho”.

Normalmente, admite, la gente siempre quiere quedarse a defender su casa hasta que se ve demasiado amenazada y sale corriendo. “Pero ese es el momento en el que no debería salir”, advierte. “Ya no. Si has decidido quedarte, te tienes que quedar. Porque salir en el momento en que tienes el incendio cerca es meterte en el fuego”.

“Ese tipo de cosas deberían empezar a ser naturales, constantes y continuas. Por ahí nos queda un camino importante. No lo podemos improvisar porque, a lo mejor, alguien quiere quedarse más de lo que debería, arriesgando más de lo que debería, y otros prefieren trabajar con un margen de seguridad muy grande y evacuar a la gente antes de que tenga un problema”.

Cómo preparar una casa

Este experto forestal asegura que “todavía no tenemos demasiada experiencia en esto, pero es un camino que hay que recorrer”. No solo a la hora de evacuar, sino también cuando se trata de preparar de la forma más segura una casa.

La gente, por ejemplo, necesita saber qué tipo de ventanas son más eficientes contra el fuego (las contraventanas son más eficaces, explica). O cómo instalar y proteger sus instalaciones de propano o de gas. O cómo llevar a cabo prácticas tan simples como almacenar leña lejos de la casa.

Todo cuenta. En incendios como el de Tres Cantos, en Madrid, un área muy urbanizada, algo tan aparentemente inofensivo como los setos se convirtió en el principal vector de propagación del fuego. “Eso debería hacernos pensar qué especies estamos usando” para dividir los lindes entre propiedades y elegir las que resulten más seguras y menos capaces de convertirse en un medio para “meter el fuego dentro de la urbanización”.

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Hay gente, por ejemplo, que usa lonas plásticas para dar sombra en verano sin darse cuenta de que es un material fácilmente combustible cuando le caen pavesas encima. Por el mismo motivo, sería recomendable que los materiales de los canalones fueran metálicos y no de PVC.

“Toda esa educación es básica porque todos esos pequeños problemas son grandes problemas cuando estamos en medio de la emergencia. Una casa comprometida deriva medios que se tienen que ir a otro sitio para atender esa urgencia. Cuanto más desactivemos ese riesgo, más ganamos para estar trabajando contra el origen” del fuego.

Volviendo a la metáfora del fútbol, Picos señala el camino que tenemos por delante. Ahora que el partido ha pasado, “tenemos que coger el vídeo y repasarnos las jugadas para ver dónde estábamos acertando y fallando. Porque el siguiente partido va a venir, tarde o temprano, o en esta zona o en otra, y tenemos que estar preparados”.

“Cuando se habla de fútbol decimos: ‘Jugamos como entrenamos’. No podemos hacer una jugada que no tenemos trabajada. Todo nuestro resultado en el partido depende de nuestro trabajo en el entrenamiento. Hay que asumir eso. Y el trabajo de entrenamiento depende de los planes y la formación”.

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