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Raquel Martí, directora de Unrwa en España: "Toda una generación de palestinos ha desaparecido en Gaza"

La Sala de las Columnas del Círculo de Bellas Artes, durante el acto 'Gaza, una crisis de humanidad', organizado por infoLibre y Unrwa.

Queda todavía media hora para que el reloj marque las 19.00 horas en punto de la tarde y las puertas del Círculo de Bellas Artes, en el centro de Madrid, empiezan a llenarse de gente. Dentro, en la Sala de Columnas de su cuarta planta, cada vez hay menos sillas vacías. Han pasado unas pocas horas desde que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciara que España reconocerá el próximo 28 de mayo al Estado Palestino. Pero los hombres y mujeres —algunos con kufiya— que han llenado el aforo de la sala reclaman algo más. La situación en Gaza demanda un alto el fuego inmediato. Este miércoles, antes de que infoLibre y la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (Unrwa) unieran fuerzas en un acto conjunto para solicitarlo, Israel bombardeó una escuela de la organización. Los palestinos muertos en la Franja desde el 7 de octubre ya superan la fatídica cifra de 35.600. 

Con ese escenario comienza el acto. Se apagan las luces y en la pantalla comienza a proyectarse el horror. Bombardeos, campos de refugiados con miles de personas hacinadas, barrios reducidos a cenizas, familias huyendo... "La gente se está desplazando por su seguridad, pero no hay seguridad", termina el vídeo la portavoz de Unrwa en Gaza, Louise Wateridge.

Le toma el testigo entonces el director de infoLibre, Daniel Basteiro. "Nadie encuentra palabras para explicar lo que estamos viviendo. Es una crisis de humanidad", arranca diciendo. Junto a él, Raquel Martí, directora ejecutiva de Unrwa, llega, dijo, con un "sentimiento agridulce". Está "contenta" por el anuncio de Sánchez, pero "indignada con todo lo que está pasando en Gaza". Allí, explicó, los 3.000 trabajadores que continúan activos —189 han muerto y otros tantos se han visto obligados a huir— atienden a un millón de personas acogidas en sus instalaciones.

Desde el 7 de octubre, los 500 camiones que llevaban ayuda humanitaria se han visto reducido a apenas un centenar. Los conductos que llevaban agua y electricidad ya no funcionan. La situación, describió, ya era "catastrófica" antes del ataque de Hamás. Ahora la crisis humanitaria ha llevado a que más de un millón de palestinos esté "a un paso de la muerte por inanición".

Y precisamente por ello el fiscal del Tribunal Penal Internacional pidió el pasado lunes una orden de arresto contra el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y su ministro de Defensa, Yoav Gallant —además de para varios altos cargos de Hamás. Según argumentó, ambos podrían ser responsables de "la muerte por hambre de civiles como método de guerra". Martí confía en que este paso funcione. Pero hasta entonces insiste en que la venta de armas debe cesar.

"La crueldad es inenarrable", lamentó. "Los palestinos ya no sólo mueren por las bombas", continuó describiendo Martí. No hay hospitales, no hay agua potable. "Gaza sufre ya un trauma que es crónico. Casi podríamos hablar de una generación perdida. Cuando esto acabe unos se radicalizarán, otros se suicidarán", señaló.

Y tampoco se olvidó de Cisjordania, donde ya han muerto casi 500 palestinos, 100 de los cuales eran niños y niñas. "Su situación es muy peligrosa. El conflicto también llegará ahí", lamentó. Por suerte, la ciudadanía española se está volcando, celebró. "La ciudadanía está siendo más coherente y solidaria que muchos líderes de algunos países", criticó. Y que muchos "extremistas" que no se han "alineado con los derechos humanos".

Pero tras la dura realidad descrita por Martí hay nombres y apellidos como el de Said, refugiado palestino cuyo testimonió resonó entre las columnas de la sala del Círculo de Bellas Artas tras el rostro del actor Pedro Casablanc. Narra su historia. Y la vincula a la de su abuela. Fue ella la que vivió la Nakba —catástrofe, en castellano—. Es el término con el que el pueblo palestino rememora lo sucedido en 1948, cuando la proclamación del Estado de Israel les hizo huir de sus tierras y sus casas. Igual que les está ocurriendo ahora.

"Como palestinos hemos aprendido que nunca regresaremos a casa", se resigna. Un ataque aéreo israelí destruyó todo su barrio. Y su vivienda ya sólo son escombros. Lleva la misma ropa desde hace dos meses. Y respecto a la comida, tan sólo puede dar un huevo cocido al día a su hija. Es su única preocupación: mantenerla con vida. "Se me rompe el corazón cuando mi hija corre al regazo de su madre asustada al oír una explosión. Me desgarra por dentro que esté aprendiendo las letras y los números, sino a tumbarse y cubrirse con sus manitas cuando las balas que disparan están sobre nuestras cabezas. Vivo con la enorme carga de que no sufra ni un solo rasguño. No hay hospitales, y si algo le pasa, nadie podrá atenderla", cuenta Said en boca de Casablanc. "Mentalmente, sé que no sobreviviré", culmina, arrancando los aplausos de la sala.

La información, secuestrada

Tras ello, los periodistas Ebbaba Hameida y Pablo Morán ocuparon los sillones del escenario. En la pantalla, Fran Sevilla, desde Járkov (Ucrania), hizo lo propio. Y comenzaron celebrando el anuncio de Sánchez, una decisión que, a juicio de Morán, refleja la "posición aislada de Israel en el mundo". Pero no es suficiente, matizó Sevilla. "Es difícil que el reconocimiento haga mella, aunque sea un paso que hay que dar", se resignó.

Hameida, por su parte, pidió que este hecho no nuble lo que está pasando. "Hoy el titular es este", dijo, "pero espero que a partir de mañana podamos explicar bien las consecuencias del reconocimiento. Y que no perdamos el foco de Gaza".

Resulta complicado. El reciente cierre de Al Jazeera tan sólo ha reflejado una realidad que describen, al unísono, los profesionales presentes en el acto: "Israel no quiere testigos incómodos", denunció Sevilla. Según los datos de Reporteros Sin Fronteras descritos por Hameida, su vicepresidenta, la invasión en Gaza ha dejado, sólo hasta marzo, al menos 103 periodistas asesinados. Por eso quienes cuentan lo que ocurre lo hacen "jugándose la vida", lamentó Morán, que recordó que si tenemos ojos allí es gracias a los propios periodistas gazatíes. Sin estar allí, remarcó, es complicado conocer qué ocurre.

Lo compartió Sevilla, que precisamente por ello está en Járkov. Según celebró, "no hay nadie que no sepa lo que está pasando en esta guerra". Nadie, salvo lás víctimas de la desinformación israelí que, según lamentó, ha conseguido amplificar el "odio" hacia Palestina a través de la propaganda que ha conseguido "deshumanizar" a su pueblo.

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Hay que seguir, coincidieron todos. El foco, como señaló Hameida, no puede no estar en la Franja. "No hablemos de que los trabajadores humanitarios se mueren sólo cuando son blancos y occidentales", señaló, arrancando los aplausos de los presentes.

Precisamente fueron ellos los que luego tomaron la palabra. "¡Pablo González, libertad ya!", clamó uno. "¡Esto no es una guerra, es una masacre!", señaló otro. Los aplausos volvieron a repetirse. Y otro hombre cogió el micrófono para dejarnos un recado a los medios. En línea con los presentes: que sigamos contándolo. "De lo que no se habla, no existe", señaló.

La música de Marwan fue el broche final. "Como hijo de un refugiado palestino llevo meses viviendo la estupefacción", dijo, lamentando que "se ha perdido la humanidad". Para reconfortarse, que no curarse, compuso su Nana urgente para Palestina, que sirve, además de denuncia, de canto a la esperanza. "Soporté las cosas que nadie soporta. La pena del que a nadie importa. Y todavía sigo en pie", cantó. Y así, algunos en pie, se despidieron los presentes entre gritos de "Palestina libre".

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