¿Cómo se puede combatir el odio desde el buen periodismo? Es una pregunta difícil de contestar que me hago con frecuencia. Creo que una de las claves de este odio es el aumento del número de medios de comunicación, tanto digitales como redes sociales, que amplifican todo lo que se dice o se hace cuando se trata especialmente de declaraciones de políticos, dándoles una dimensión exagerada.
Eso por una parte. Por otra, está el aumento de los partidos políticos que necesitan hacerse un hueco en los medios. ¿Cómo? Pues lanzando acusaciones, bulos, etcétera, que son bien acogidos por sus medios afines, lo cual ha propiciado que la violencia verbal cale no solo en el periodismo o la política, sino también en la ciudadanía.
Eso está ocurriendo desde hace al menos siete años, cuando Pedro Sánchez llega al poder, lo cual propició que los adversarios apretaran el acelerador hasta hacer casi irrespirable la situación que se vive en el Congreso de los Diputados y en el Senado, algo que hasta ahora no se había conocido: una violencia saltándose las líneas rojas que tanto políticos como medios de información nos habíamos impuesto en la Transición.
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¿Un cambio de Gobierno como está pidiendo Feijóo o Ayuso, por poner dos ejemplos, acabaría con esta situación? No lo creo porque hoy, al igual que han surgido nuevos medios de comunicación, también en la política han aparecido partidos nuevos que necesitan darse visibilidad, además de intentar acabar con el bipartidismo, lo cual ha obligado a pactos de gobierno que antes no existían.
Mi impresión es que esta situación, que por cierto se está dando en toda Europa, va a seguir por una sencilla razón: es difícil que un partido saque los votos que le permitan gobernar en solitario. No solo porque no haya relación de ningún tipo entre los dos grandes partidos, sino porque los jóvenes ya no votan lo que sus padres ni los padres lo que votaban sus abuelos.
Ojalá esta situación no fuera a más y que, dado el populismo que impera en toda Europa y en general en el mundo, eviten enfrentamientos de los que todos tengan que arrepentirse.