Sánchez y Feijóo en un ring de boxeo: consejos para no perder un cara a cara

Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez, en sendos mitines del PP y del PSOE.

Como los luchadores de La velada del año, el macroevento de boxeo que organizó la semana pasada en Madrid el streamer Ibai, Sánchez y Feijóo se enfrentan en menos de 24 horas a su combate electoral.

Esta vez, el ring de boxeo es un plató de televisión. Y sus mejores armas, buenos argumentos que consigan dejar k.o. al adversario. El de Atresmedia es el primero, pero también es el único debate al que ha aceptado ir el candidato del PP, por lo que puede marcar un antes y un después en la campaña.

Quién resulta ganador en un cara a cara depende mayoritariamente de la cobertura mediática que se haga después del programa, casi siempre dependiente de la línea editorial de cada medio de comunicación, pero, ¿qué consejos pueden seguir Sánchez y Feijóo para, al menos, no perder? ¿Qué deberían hacer para sacar el mayor rédito electoral a este encuentro?

Analizamos algunas de las lecciones de comunicación política que nos han dejado los grandes debates electorales de la historia en España y otros países del mundo.

1. Ten cuidado con los gestos, importan más de lo que piensas

El primer debate electoral televisado, el que enfrentó al candidato republicano Richard Nixon, con el demócrata John F. Kennedy, en la cadena CBS, nos dejó la primera gran lección que Sánchez y Feijóo deberían tener en cuenta para su cara a cara: los gestos y la comunicación no verbal tienen mucho poder. Y cualquier pequeño gesto involuntario puede ser malinterpretado o influir en la imagen que quiere dar el candidato.

Kennedy, como ha hecho Sánchez este primer fin de semana de campaña, canceló toda su agenda para preparar el debate. Sin embargo, Nixon, subestimó su importancia y aquel día fue antes a un acto. Al llegar al plató, además, rechazó que le maquillaran. Esto provocó que en televisión diera una imagen de hombre ojeroso, cansado y con sudor en la cara. Además, su lenguaje corporal transmitía tensión, lo que le hacía parecer un político menos seguro de sí mismo. Kennedy, sin embargo, sentado con las piernas cruzadas y las manos sobre las rodillas, parecía estar confiado y tranquilo. Fue él quien ganó las elecciones por un margen muy estrecho. 

Otros ejemplos históricos de cómo la gestualidad ha marcado la diferencia en un debate son el del año 1992 entre George Bush padre y Bill Clinton y el que enfrentó a George Bush hijo con Al Gore en el año 2000. El primero pasó a la historia por cómo Bush padre miró varias veces la hora en su reloj durante el debate, dando la sensación de incomodidad y falta de interés. El segundo fue especialmente relevante por cómo los suspiros impacientes de Al Gore transmitieron una sensación de frustración que fue muy comentada después del debate. Sin duda, estar relajado y no parecer nervioso es fundamental en un encuentro de este tipo. 

2. Identifica a quién te diriges y dales lo que quieren en el momento justo

El famoso debate electoral entre Trump y Hillary Clinton de 2016 pasó a la historia de la comunicación política por poner en práctica de manera magistral una estrategia conocida como ‘el silbato del perro’, que condicionó el resultado electoral. En la primera intervención del debate, la más importante, Trump empezó a contar la historia de Carrier, una empresa de aire acondicionado del estado de Indiana que había despedido a 1.400 trabajadores, ante la mirada atónita de los telespectadores. 

En aquel momento, no tuvo mucha más relevancia, pero todo se entendió después, una vez ganó las elecciones. Su victoria en Indiana y en los demás estados del rust belt, una región industrializada que había perdido muchos empleos, le convirtió en presidente de Estados Unidos. Por eso, Trump centró aquella primera intervención del debate en hablar de los problemas económicos y de la protección de los trabajadores de aquella zona, lanzando un mensaje que, aunque no fue apreciado por el público ni los medios, sí fue captado por la gente a la que le afectaba.

Aunque el sistema electoral español no es comparable con el de Estados Unidos, identificar quiénes son los perfiles de votantes clave y dirigirse a ellos al principio y en otros momentos cruciales del debate es fundamental. Tal y como explicaba el politólogo y profesor de la Carlos III, Pablo Simón, esta semana en el canal 24 Horas, “los debates electorales pueden movilizar entre el 4 y el 6% del voto”.

En el cara a cara, Feijóo debería intentar atraer al votante centrista y al que está dudando entre el PP y Vox, un 16,5% de los electores según el CIS preelectoral que conocíamos esta semana, con el argumento del voto útil. Por su parte, Sánchez tendría centrar sus esfuerzos en movilizar a los propios, pero también en convencer a los indecisos, muchas mujeres, que están dudando entre el PSOE y el PP, un 10,7%, según la misma encuesta del CIS.

3. Busca la frase memorable, pero, ojo, si te pasas puede ser motivo de burla

Según Alan Schroeder, uno de los mayores expertos en debates electorales, en su libro Presidential debates, “la televisión recompensa los estilos de comunicar más espontáneos y expresivos” y “pone más el acento en el continente que en el contenido”.

En los últimos años en España hemos visto cómo los políticos utilizan un lenguaje coloquial, buscan generar golpes de efecto o intentan hacer intervenciones pensadas para que se viralicen en las redes sociales. Pretenden conseguir el máximo alcance en internet, un espacio en el que el debate electoral tiene hoy en día mayor audiencia y recorrido que el de la retransmisión en directo.

Sin embargo, la frontera entre ser memorable y convertirse en un meme está difuminada. Recientemente, hemos visto varios ejemplos de intervenciones de candidatos que, aunque han sido compartidas masivamente, han puesto en problemas la imagen de un candidato. Es el caso, por ejemplo, de Albert Rivera. En el debate de abril de 2019, las redes sociales se llenaron de memes ridiculizando su intervención final. El célebre: “¿Lo escuchan? Es el silencio”. Lo mismo le pasó en el debate de la repetición electoral, en el que consiguió ser el candidato con más menciones en Twitter gracias a su famoso episodio sacando un adoquín para denunciar la violencia contra la policía en Cataluña. 

Otro ejemplo de intervención memorable que se revuelve en contra del político es el de “la niña de Rajoy”, en el minuto de oro del debate electoral de las elecciones de 2008 frente a Zapatero. El candidato del PP puso como ejemplo a la niña que le gustaría que viviese en España “con una familia, una vivienda y unos padres con trabajo”. Esta intervención final, en la que el candidato bajaba la mirada varias veces para leer el papel, no resultó convincente y se convirtió en motivo de burla. Sin embargo, esta alocución de la niña había sido utilizada con éxito por otros líderes mundiales como Obama, Felipe Calderón o Cristina Fernández de Kirchner.  

4. No golpees muy duro, pero tampoco seas demasiado pasivo

“En Estados Unidos trataron de crear un encuentro parecido a un combate de boxeo. Los candidatos tienen la oportunidad de lanzarse golpes y acorralar contra las cuerdas a sus rivales en momentos de vulnerabilidad. Por eso se preparan como auténticos gladiadores”, explica Pedro Arriola, asesor del PP, en El debate del Debate 2011, un libro de la Academia de las Ciencias y las Artes de la Televisión escrito a raíz del debate entre Rajoy y Rubalcaba.

Sin duda, como decía José Miguel Contreras en su columna La cuarta crisis: el auge del macarreo, parafraseando al experto en comunicación política Tony Schwartz, “la reacción de los espectadores en un debate electoral es muy similar a la que tiene el público en un combate de boxeo. A nadie le gusta el que pega sucio. Y a nadie le gusta el que no pega”. ¿La razón? Es sencilla. La gente siempre tiende a ponerse de lado del débil o del que es vapuleado, por la tendencia sociológica a empatizar con el que lo pasa mal. Por eso, encontrar el equilibrio entre la dureza dialéctica y la serenidad es tan complicado.

Especialmente célebre fue el “¡cálmese y no me señale con el dedo!” y el “para ser presidente de la República hace falta calma”, que le soltó Nicolas Sarkozy a la candidata socialista, Ségolène Royal. Era la recta final del debate televisado de 2007 a solo cuatro días de la segunda vuelta de las elecciones francesas y la candidata se mostró especialmente agresiva cuando Sarkozy afirmó que si era elegido presidente integraría a los niños con discapacidad en las escuelas normales. "Creo que hemos alcanzado el summum de la inmoralidad política", le espetó. A lo que el conservador contestó: "Se encoleriza usted con facilidad". Al día siguiente, muchas crónicas de los principales medios analizaban este duro encontronazo. 

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En nuestro país, recordamos episodios similares, como el enfrentamiento dialéctico que mantuvieron Sánchez y Rajoy en 2015 cuando el candidato socialista acusó al líder del PP de no ser una “persona decente” a cuenta del caso Bárcenas y de los mensajes de apoyo enviados por Rajoy al extesorero. “Yo soy un político honrado. Usted es joven y va a perder estas elecciones, pero de eso se puede recuperar uno. De lo que no se puede recuperar es de la afirmación ruin, mezquina y miserable que ha hecho usted aquí”, le contestó. La intervención de Rajoy al pronunciar “ruiz” en vez de “ruin” se convirtió en meme y estas declaraciones todavía persiguen a Sánchez en algunas entrevistas. 

5. Intenta no cometer grandes errores y admite que el posdebate no depende de ti

En el único debate que hubo en el año 2011, uno de los grandes fallos de Rubalcaba fue dar por hecho que Rajoy sería el próximo presidente del Gobierno. Por eso, la clave en un cara a cara es intentar no cometer grandes errores para salir lo más airoso posible. Y aceptar que incluso más importante que el debate es el posdebate, algo que no depende de los candidatos sino de los medios de comunicación y de los tertulianos elegidos para comentarlo. Son ellos quienes imponen su interpretación de lo que ha pasado.  

En el libro The real campaign: how the media missed the story of the 1980 campaign, el periodista, escritor y analista político americano Jeff Greenfield dice que la cobertura informativa de un debate influye tanto en los que lo siguieron en directo por la televisión como en los que no. Y más hoy con la preponderancia y poder de las redes sociales a la hora de marcar la agenda. “Nunca cometas el error”, dice, “de pensar que cuando un debate ha terminado, ha finalizado del todo. La pelea solo acaba de iniciarse”.

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