El 8 de septiembre de 1975, a las 18:10 de la tarde, despegaba del aeropuerto de Lavacolla (Santiago de Compostela) un avión especial de Iberia que transportaba a Madrid a Francisco Franco y a su numeroso séquito. El dictador, que había llegado el 28 de julio a Galicia para pasar el verano en el Pazo de Meirás, como solía hacer, se marchaba de las tierras gallegas para no volver a pisarlas nunca más, pues dos meses más tarde, el 20 de noviembre, fallecería a causa de un choque séptico.
En la propia pista del aeropuerto, la familia Franco fue despedida por las primeras autoridades de la región, del arzobispo de Santiago al rector de la Universidad, pasando por jefes militares, gobernadores civiles, jueces, ministros y los alcaldes de Santiago y A Coruña. En el Boeing 727-200 viajaban su familia –su esposa, Carmen Polo, su hermano, su cuñada, nietos y bisnietos–, el ministro del Aire, el presidente de Iberia y los séquitos de sus Casas Militar y Civil.
Fue el final a una visita de seis semanas que siguió las rutinas y protocolos de otros años, comenzando por la celebración de Consejos de Ministros en el Pazo de Meirás, reuniones que convertían A Coruña en el centro de la política del régimen durante las fiestas del mes de agosto. Además, el dictador aprovechó para jugar al golf en el barrio de A Zapateira o para pescar; asistió a regatas y a una demostración naval, llevó a cabo alguna inauguración y recibió varios homenajes, entre ellos un espectáculo folclórico. Así mismo, Franco se reunió en Galicia en dos ocasiones con el príncipe Juan Carlos, designado sucesor del dictador.
La última estancia de Franco en Galicia incluyó también una breve visita a su Ferrol natal y, como colofón, se cerró con una misa en la catedral de Santiago, en la que cumplió con el rito de abrazar la figura del Apóstol. Según las crónicas de la época, el dictador abandonó la catedral mientras en el órgano del templo sonaba el himno español.
No podemos saber el nivel de consciencia de la realidad que presentaba el dictador en este último verano, más allá de la representación de normalidad creada por los medios de comunicación, controlados por el régimen. Franco había sufrido ya importantes problemas de salud, especialmente en el año anterior, cuando permaneció ingresado en el hospital por culpa de una flebitis en la pierna derecha, complicada por la enfermedad de Parkinson que sufría. Desde entonces, la imagen pública que proyectaba se caracterizaba por el uso en todo momento de gafas oscuras y por los evidentes temblores en sus manos.
En cualquier caso, como escribió Paul Preston, en el verano de ese año, "la sensación de desplome del régimen era omnipresente". El asesinato de Carrero Blanco fue un duro golpe para el régimen y la figura de Carlos Arias Navarro como presidente del Gobierno –nombrado en enero de 1974– carecía de solidez, a pesar de cierta posición aperturista (el Espíritu del 12 de febrero), que nunca pasó de una vacía declaración de intenciones.
Los movimientos de las fuerzas democráticas, aún clandestinas, crecían en intensidad. En julio de 1974 la mayor parte de las fuerzas de la oposición se unieron en la Junta Democrática, liderada por el PCE, que fue respondida por el PSOE con la creación de su Plataforma de Convergencia Democrática. En Galicia, en 1975 nacería la AN-PG y ya en enero de 1976 el Consello de Forzas Políticas Galegas. En abril de 1974 tuvo lugar también la Revolução dos Cravos (Revolución de los Claveles) en Portugal, cuyo desarrollo en los meses siguientes ayudó a reforzar las posiciones de las fuerzas que dentro del franquismo apostaban por una transición controlada hacia la democracia.
En esos dos años también se fue incrementando la presión ejercida por las acciones de ETA y de otros grupos, como el FRAP. Estas acciones llevaron al régimen a endurecer su respuesta, tanto policial (el 12 de agosto Ramón Reboiras, de la UPG, fue asesinado por la policía en Ferrol) como judicial. Este endurecimiento tuvo en Galicia uno de sus episodios clave. El Consejo de Ministros celebrado en el Pazo de Meirás el 22 de agosto aprobó un decreto ley de "prevención y enjuiciamiento de los delitos de terrorismo y subversión contra la paz social y la seguridad personal", que recuperaba la jurisdicción militar y limitaba derechos.
Esta nueva legislación antiterrorista llevó a la celebración entre el 29 de agosto (Franco aún se encontraba en Galicia) y el 17 de noviembre de 1975 de varios consejos de guerra contra tres militantes de ETA y ocho del FRAP, que fueron condenados a muerte. Algunas de las penas fueron conmutadas, pero dos de los militantes de ETA y tres de los del FRAP fueron fusilados el 27 de septiembre, desoyendo las protestas internacionales e incluso las del papa Pablo VI.
Franco y los veranos en Galicia: una escenificación de la 'paz social'
La visita a Galicia de ese mes de agosto (igual que las de otros años) muestra el contraste entre una situación política y social cada vez más convulsa y la representación de la normalidad y de paz social que la dictadura pretendía mostrar públicamente, entre los homenajes, vítores y visitas al campo de golf que escondían la propia debilidad política del régimen y de la salud del dictador.
Las crónicas de la prensa contaban lo que se podía contar. Con un lenguaje pomposo e impostado, relataban el "entusiasmo" y los "vítores" de la población. El 28 de julio, después del recibimiento oficial en el aeropuerto de Lavacolla, la familia Franco encontró en el Pazo de Meirás un grupo de un "centenar de jóvenes de ambos sexos de la Organización Juvenil Española" que los esperaba con una pancarta. Pancartas que también habían sido colocadas en el trayecto realizado por el vehículo desde Lavacolla.
Por el Pazo de Meirás también pasaron los entonces príncipes de Asturias y futuros monarcas Juan Carlos y Sofía, acompañados de sus hijos, Felipe, Elena y Cristina. La familia aterrizó el 29 de julio en el aeropuerto de Alvedro (A Coruña) dividida en dos aviones, fueron recibidos por Carmen Polo, ministros o el Gobernador Civil, entre otras autoridades, y desde el aeródromo se dirigieron al Pazo de Meirás, donde permanecieron unos días como huéspedes de los Franco.
La familia se alojó durante cinco días en el Pazo, entre visibles muestras de afecto de Francisco Franco hacia los futuros reyes y hacia sus hijos e hijas. En el tiempo en que estuvieron allí realizaron excursiones en el Azor, que se encontraba amarrado en la localidad coruñesa de Sada. También acudieron a la cercana playa de Bastiagueiro, donde Franco mandó construir una casa que años después fue vendida por la familia en un ejemplo más de espolio del patrimonio público para engrosar su patrimonio privado. Por supuesto, la playa era cerrada para que sólo pudiesen gozar de ella las familias de Francisco Franco y Juan Carlos de Borbón. El jefe del Estado y su sucesor también se desplazaron algún día al campo de golf de A Zapateira para jugar allí.
En esas semanas, los Franco hicieron uso del yate en varias ocasiones, almorzando a bordo. El 14 de agosto se desplazaron en él desde Sada hasta Ferrol, donde el dictador asistió a una demostración naval. Ese día los Franco desembarcaron en Ferrol por última vez, en una visita en la que desde el Arsenal se dirigieron hasta la capilla de Chamorro, donde rezaron.
El Pazo de Meirás, centro de la política del régimen
En Galicia estaba durante el mes de agosto el centro de decisión de la política de la dictadura. De hecho, además de la presencia de Franco en el entorno de A Coruña, el presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, pasó ese año sus vacaciones en A Toxa, desplazándose en varias ocasiones a Meirás en helicóptero para reunirse con el dictador. También Manuel Fraga, en ese momento embajador español en Londres, visitó a Franco en Meirás durante ese mes de agosto, según destacaban las crónicas periodísticas.
Después de la visita inicial de cinco días, el príncipe Juan Carlos regresó a Galicia una vez más, el 18 de agosto, para reunirse de nuevo con Franco. Esta visita, tan próxima a la anterior, despertó los rumores sobre la posibilidad de una transferencia de poder por parte del dictador. La prensa y las agencias de información se vieron obligadas a subrayar de forma muy enfática que la visita ya estaba prevista desde el mes anterior, señalando que era “totalmente razonable si se tiene en cuenta su constante contacto con los problemas del país y sus normales conversaciones con el Jefe del Estado a propósito del rumbo de la Nación”.
A pesar de los esfuerzos oficiales, estas excesivas aclaraciones no hicieron más que intensificar los rumores sobre un posible cambio de nombres en la jefatura del Estado. Arias Navarro incluso aprovechó para reunirse con el Marqués de Ribadulla, Alfonso Armada (uno de los condenados por el intento de golpe de Estado del 23F de 1981), miembro de la secretaría de la Casa del Príncipe y una de las personas más próximas a Juan Carlos de Borbón.
De hecho, en plena visita a Galicia, el 5 de agosto, su hermana Pilar saltó a las portadas de la prensa con unas declaraciones realizadas al periódico Mundo Diario, en las que afirmaba que “mi hermano cederá el poder, lo hará... Pero nunca habla de eso. Ya sabe usted que cuando volvió a asumir el poder después de su enfermedad, su familia se enteró por la televisión. Él espera a un momento determinado”.
La segunda visita a Meirás del futuro rey pudo tener que ver con la relevancia del Consejo de Ministros celebrado en el pazo el 22 de agosto, en el que se aprobó el mencionado decreto ley de prevención y enjuiciamiento de los delitos de terrorismo y subversión contra la paz social y la seguridad personal.
En la presentación de la medida a los medios de comunicación, el ministro de Información, León Herrera Esteban, justificó la suspensión de derechos como un "homenaje a las víctimas" de las acciones de los grupos terroristas: "El homenaje a las víctimas debe ser un estímulo para que todos los ciudadanos acojan estas medidas legales no solo como una garantía de su seguridad, sino como un llamamiento a la colaboración necesaria para que los enemigos de la paz y la libertad de España no perturben el firme propósito de la Nación de llevar a cabo su continuo perfeccionamiento político y su siempre creciente progreso social, cultural y económico". "El Gobierno y yo mismo estamos seguros de que los medios de comunicación colaborarán en este proyecto. No parece necesario insistir en las razones para proponer este decreto-ley. La lucha contra el terrorismo no admite demoras. Los asesinos no esperan y los muertos exigen una justicia firme, pero serena. El amor unánime de millones de españoles pide paz y tranquilidad", añadió el ministro.
En los días siguientes, los semanarios Cambio 16, Posible y Destino sufrieron secuestros (retirada de ejemplares) debido a la publicación de textos críticos con la nueva norma. También Triunfo recibió en esas semanas una importante sanción económica, una muestra del endurecimiento del control del régimen.
Los últimos días: exaltación y representación de 'normalidad'
El 25 de agosto tuvo lugar en el Palacio de los Deportes de A Coruña el último gran homenaje público a Franco en Galicia. Al acto, "Cantos y Danzas de Galicia en honor al Jefe del Estado", organizado por las Jefaturas Provinciales del Movimiento y por las cuatro diputaciones provinciales gallegas, asistieron unas tres mil personas, según las crónicas de la época. Fue presentado por José Solís Ruiz, secretario general del Movimiento, quien afirmó: "Esta extraordinaria Galicia os dedica, Excelencia, este homenaje. Esta Galicia que forma parte de esta España unificada que nada se parece a la que recibimos de nuestros mayores. Gracias, Excelencia, que Dios te guarde y que bendiga a la madre que te trajo al mundo y a la tierra que te ha visto nacer".
En el evento participaron algunos de los principales grupos folclóricos del momento, como Cántigas e Agarimos de Santiago, Toxos e Froles de Ferrol, Aturuxo de A Coruña, la Coral Ruada de Ourense, el Ballet Rey de Viana o grupos de baile de la Sección Femenina. El acto se cerró con todos los grupos cantando el himno gallego sobre el escenario y con la interpretación del himno español a cargo de la banda municipal de música.
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El 4 de septiembre, Franco recibió en Meirás a la Comisión Permanente del Consejo Económico Social Sindical de Galicia (CESSGA), que había celebrado su reunión pocos días antes. Fue la última recepción oficial en el pazo, en un acto en el que los fotoperiodistas que cubrían sus apariciones regalaron al dictador un álbum de fotos de la que sería su última estancia en Galicia.
Un día después, el viernes 5, Franco llevó a cabo su último acto de inauguración en Galicia: la central hortofrutícola de Galicia, situada en Altamira (Cambre). Al terminar el breve acto, Franco y su esposa visitaron por última vez la expoliada Casa Cornide, en la Ciudad Vieja de A Coruña.
El dictador y su familia aún pasaron dos días más en Meirás. El lunes 8 de septiembre abandonaron Galicia desde el aeropuerto de Lavacolla. Fue la última vez que Franco estuvo en territorio gallego. Dos meses más tarde, aún con el eco de las protestas internacionales por los fusilamientos del 27 de septiembre, el sátrapa falleció en Madrid, dejando atrás cuarenta años de dictadura y cientos de miles de muertes. En las cinco décadas siguientes, su familia y herederos continuaron haciendo uso y enriqueciéndose con los bienes patrimoniales expoliados durante el tiempo en que el ferrolano fue jefe del Estado.
El 8 de septiembre de 1975, a las 18:10 de la tarde, despegaba del aeropuerto de Lavacolla (Santiago de Compostela) un avión especial de Iberia que transportaba a Madrid a Francisco Franco y a su numeroso séquito. El dictador, que había llegado el 28 de julio a Galicia para pasar el verano en el Pazo de Meirás, como solía hacer, se marchaba de las tierras gallegas para no volver a pisarlas nunca más, pues dos meses más tarde, el 20 de noviembre, fallecería a causa de un choque séptico.