Memoria histórica

La victoria de "los moas": el revisionismo alcanza la cúspide de la derecha española

Francisco Espinosa, autor de una abundante bibliografía sobre la Guerra Civil y la represión, admite sentir "vergüenza ajena" por el discurso de Pablo Casado, aunque no sabe si más por afirmar que en la República no había ley o por sostener que Franco intervino para dotar a España de algo digno de tal nombre. Recordemos las palabras leídas por el presidente del PP el miércoles en el Congreso.

"Vergüenza ajena", reitera Espinosa. El discurso de Casado, analiza, no sólo se sitúa en la equidistancia, posición canónica de la derecha española desde la Transición, sino que se adentra en el revisionismo propagandístico puro y duro. Ya no suelta aquello de los "carcas" que "están todo el día con la guerra del abuelo, con las fosas de no sé quién", sino que –como han subrayado multitud de historiadores desde el miércoles– justifica el golpe de Estado y deslegitima a la Segunda República con argumentación falsa.

¿Por qué cruza esa línea? ¿Cómo ha llegado hasta ahí?

El éxito de "los Moas"

Espinosa, cómo no, hace un poco de historia para explicarlo. El autor de Por la sagrada causa nacional(2021) señala que hasta mediados de los 90 imperó un consenso de "silencio", aceptado por el PSOE, que camuflaba las tensiones subyacentes bajo el discurso de la "reconciliación". El revisionismo –analiza– cogió brío ya con José María Aznar en La Moncloa como respuesta al avance de la historiografía sobre la represión desde los 80 y al auge del movimiento memorialista, primero con la Asociación Archivo, Guerra y Exilio (1998) y luego con la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (2000). Ya en la primera legislatura del PP (1996-2000), se produjo un hito clave: Aznar recurrió a lo que Espinosa llama "los Moas"... cuyos ecos llegaron este miércoles al Congreso.

Lo de "los Moas" va por Pío Moa, puntal de un movimiento al que Espinosa también adscribe, en un artículo en Conversaciones sobre Historia, a César Vidal, Ángel D. Martín, José Javier Esparza, Jesús Palacios o Fernando Paz. El investigador ha llegado a detallar 20 ideas-fuerza de esta corriente: la República fue proclamada ilegítimamente y se dedicó desde su origen a la violencia anticlerical; la izquierda dio un golpe de Estado en 1934; la victoria del Frente Popular en 1936 fue un fraude; sólo un gobierno militar podía devolver el orden; la represión no fue para tanto; el franquismo fue una dictablanda que enfiló a España hacia la prosperidad y la democracia... Con argumentos como estos, "el objetivo de los revisionistas será, desde un principio, actualizar el ideario franquista con un estilo fácil y accesible", escribe Espinosa.

"Este ideario, promovido desde radio, prensa y televisión, actualizaba y renovaba la propaganda franquista, recordando a amplios sectores sociales que era verdad lo que les habían enseñado en su juventud", añade. Espinosa cita como obras clave la primera de Moa, Los orígenes de la Guerra Civil, de 1999, y Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular, de 2017, de Manuel Álvarez y Roberto Villa. Además, destaca su "éxito editorial", agigantado por el eco político y mediático. Coincide Alberto Reig Tapia en Revisionismo y política. Pío Moa revisitado (2008): "Su éxito comercial no se entendería sin situarlo adecuadamente en su contexto político e ideológico y el amplio apoyo mediático". Con contexto "político e ideológico", hablamos del calentón de la derecha que empezó con Aznar y se sublimó en la primera legislatura de Zapatero (2004-2008).

Aznar "promocionó a Moa hasta el punto de sacarlo en la televisión pública en horario de máxima audiencia o asumir su ideario por la FAES", analiza Espinosa en su artículo. En 2003, Aznar llegó a citar entre sus lecturas para aquel verano Los mitos de la Guerra Civil, de Moa. Pero Espinosa no sólo apunta el dedo contra el PP, sino también contra la "política de silencio" de Felipe González, contra las tibiezas de la ley de memoria de 2007 y contra parte de la "historiografía profesional". También la Real Academia de Historia fue objeto de críticas hace una década por un supuesto sesgo relativizador del franquismo de sus reseñas. Para Espinosa, es importante recalcar que el revisionismo no es un empeño de cuatro friquis, sino una corriente que permea en importantes instituciones del Estado, incluida la judicatura, y que no ha terminado por azar en los apuntes del líder del PP.

Fracaso académico, éxito político

La fuerza del revisionismo no reside en su prestigio académico. Es más, su desmontaje es tarea más que superada por los historiadores que pisan archivos. En Revisionismo y política, Reig Tapia llega a mofarse de unas tesis fracasadas en el ámbito intelectual pero con importantes "patrocinadores" políticos, dentro del PP, y mediáticos, entre los que cita a El Mundo, Libertad Digital, ABC, La Razón y COPE. "La historietografía trivializa, banaliza, tergiversa, simplifica, manipula, subvierte problemas complejos que la historiografía analiza, investiga, revisa, explica y clarifica", resume Reig Tapia, que se detiene en nombres como los de Pío Moa, César Vidal y Federico Jiménez Losantos.

El sociólogo Iago Moreno, especializado en los movimientos en la derecha, destaca un fenómeno a menudo desapercibido: lo que Casado hace es adaptarse a una línea argumental "completamente blanqueadora del relato franquista de la que se nutren los cuadros e intelectuales del PP". "Rajoy pensó que, como en tantas cosas, correr un tupido velo serviría para centrarse en 'lo importante' y que esa serie de conflictos se desinflasen", explica. Casado, presionado por Vox y un ala de su partido lanzada a la guerra cultural, ha concluido que eso no es suficiente. Pronostica Moreno: "Si hay un gobierno PP-Vox, está claro que habrá miniseries y películas con financiación pública y monumentos de todo tipo para una rearticulación del relato de la guerra. Como dice Losantos, no puede ser que no haya ni un 'bueno' de derechas en la filmografía española. Tienen hambre de relatos propios y mitos más activadores".

Un público amplio

Julián Casanova, catedrático de Historia de la Universidad de Zaragoza, llama la atención sobre otro factor: la adscripción del PP a una corriente revisionista que recorre Europa. Se trata de un "hilo conductor de la derecha" desde Hungría –donde Orbán usa los libros de texto en su cruzada política–, a Polonia, Eslovaquia y Alemania, según Casanova, que observa un empeño en la "reescritura de la historia" de la Segunda Guerra Mundial que incluye el blanqueamiento de colaboracionistas. El historiador, en una entrevista en la Ser, lanzó una reflexión más: el "peligroso juego" que supone para el PP asimilarse con la derecha "fascistizada" de la primavera de 1936: "El problema de la derecha española española es que no tiene una derecha que reivindicar, a diferencia de las europeas".

A ello añade Casanova la insuficiente labor educativa. "El tema de fondo es que [la República, el golpe de Estado y la Guerra Civil] no se estudió en las escuelas y centros de Secundaria", afirmó, lo que facilita un "desconocimiento" que abona el terreno a los que, como Casado, "lo convierten todo en una opinión". En este caso, a su juicio, se trata de una opinión que apunta a la "ilegitimidad de la República" y su práctica equivalencia con el franquismo, unas ideas para las que existe "un amplio público".

El déficit educativo

Pero, ¿por qué existe un "amplio público"? Enrique Díez, doctor en Ciencias de la Educación y profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de León, no desdeña el factor de la literatura revisionista, ni tampoco de la "voxificación" de Casado. No obstante, pone el énfasis en los tabúes que han lastrado la penetración de la historia del siglo XX en las aulas y que él ha detallado en su ensayo La asignatura pendiente (2020). En su investigación, Díez detecta "cinco temas tabú" en su examen de los contenidos de libros de Secundaria y Bachillerato de 15 editoriales: 1) El expolio a los perdedores. 2) El papel represor de la Iglesia. 3) Los represores, con sus nombres y apellidos. 4) El papel de la sociedad civil en la represión. 5) El –obstaculizado– reconocimiento a los luchadores antifranquistas. Esos tabúes, reflexiona, acaban facilitando el auge del revisionismo.

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"Nuestros alumnos saben más del nazismo que del franquismo. No es que el currículo esté mal diseñado, es que está diseñado específicamente para hacerlo invisible", explica Díez, cuyo ensayo se detiene en todo un catálogo de expresiones de equidistancia. ¿Ejemplos? Una y otra vez en los libros de texto se vincula el fracaso de la República con la “conflictividad social”. “Los odios generados por la insurrección de octubre [en Asturias] y su represión, las aspiraciones revolucionarias de socialistas, comunistas y anarcosindicalistas y la determinación de las derechas de hacerles frente se combinaron para producir una espiral de violencia”, señala un manual de Bachillerato. La vida política estaba “asfixiada por el radicalismo proletario”, apunta otro. El éxito de la idea de los “dos bandos” es casi absoluto. Son frecuentes también en los libros de texto expresiones como “sectores radicalizados”, “terror simultáneo”... Las causas objetivas del golpe se diluyen en el clima de “polarización”. La Guerra Civil se suele presentar en la distribución de bloques de contenidos junto a la República, más que junto a la dictadura, como si fuera el “fin inexorable” de aquella, y no el origen golpista de esta. Díez recuerda unas palabras del historiador Francisco Moreno que cree olvidadas: “Una democracia nunca es culpable de un golpe de Estado y un gobierno democrático nunca es un bando”.

En la misma línea que Díez se sitúa el artículo ¿Historia olvidada o historia no enseñada?¿Historia olvidada o historia no enseñada?, obra de seis investigadores encabezados por Laura Arias y publicado en 2019, que ofrece sin saberlo una explicación a la siguiente pregunta: ¿Cómo puede el líder del principal partido de la oposición lanzar desde el estrado del Congreso de forma impune una opinión por completo descatalogada? El artículo, elaborado a partir del estudio de 199 alumnos, parte de una investigación anterior, sobre 811 chavales de ESO, que arrojaba el siguiente resultado: únicamente un 26,6% fue capaz de definir correctamente qué era una dictadura, mientras que sólo un 20,1% definió con “cierta corrección” el concepto de república. Es interesante relacionar estos datos con otros publicados en 2018 por Carlos Fuertes y Mélanie Ibáñez: casi la mitad (un 45%) de los estudiantes de 4º de ESO y Bachillerato de un instituto de Salamanca consideraban que era innecesario reparar a las víctimas de la represión franquista. Y eso en generaciones jóvenes.

En 2001 y 2002 el PP apoyó dos resoluciones en el Congreso, una de resarcimiento moral de los maquis y otra de condena del franquismo. En ambos casos, la posición de Izquierda Unida la expuso Felipe Alcaraz, que hoy reflexiona: "Casi pareció que se vislumbraba un cambio de naturaleza de la derecha española, pero no ha tenido continuidad". Fue, dice, una raya en el agua, causada por una época de cierto margen de actuación de figuras "suaristas" como Luis de Grandes. Francisco Espinosa también resta importancia a aquellos "gestos cara a la galería". "No surtieron efecto jurídico alguno, como esa declaración de ilegítimas, en vez de ilegales, de las condenas del franquismo", señala. A su juicio, "el PP nunca ha roto con el franquismo y es algo que tiene poco remedio". ¿Por qué? "En Europa –razona– ser demócrata lleva consigo ser antifascista. Aquí la Transición permitió a la derecha no renunciar a nada". Eso es lo que facilita, añade, unos pactos con la ultraderecha que en Alemania y Francia están vetados.

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