la amenaza de la ultraderecha
Vox se presenta como víctima de la "oligarquía" tecnológica por la "censura" y el cerrojazo a cuentas ultras en redes sociales tras el asalto al Capitolio
La guerra desatada en las poderosas redes sociales y que tras el violento asalto al Capitolio se ha traducido en el cierre permanente de la cuenta tuitera desde la que Donald Trump dirigía a sus seguidores ha acercado aún más a Vox a la derecha extrema y populista de EEUU.
En esta nueva rama del árbol argumental de la formación ultraderechista, donde el tronco lo ocupan los ataques contra el Gobierno “socialcomunista”, Vox se considera ahora víctima de lo que califica como “oligarquía tecnológica”. El partido se refiere así a las grandes empresas que tras lo sucedido en la sede de la Cámara de Representantes y el Senado han comenzado a expulsar a internautas afines al asalto.
El partido que hace apenas seis meses atacaba el derecho a una renta mínima para garantizar la supervivencia de la población con menos ingresos –las “paguitas”– ha emprendido una estrategia que pretende sea internacional para salvaguardar lo que entiende como un derecho básico: la libertad de exponer en las grandes redes sociales lo que crea oportuno sin que los propietarios de esas redes puedan ordenar la suspensión temporal o permanente de ninguna cuenta.
En una proclamada defensa de la “libertad de expresión”, Vox, y especialmente su líder, Santiago Abascal, llevaba días anunciando un proceso de migración a otra red casi desconocida hasta ahora para la mayoría: Parler, favorita de la derecha radical estadounidense y a la que, de forma minoritaria, también habían expresado su apoyo la diputada vasca del PP Beatriz Fanjul y el coordinador autonómico de Ciudadanos en la Comunidad Valenciana, Toni Cantó.
Pero Parler acaba de ser expulsada del terreno de juego, no se sabe por cuánto tiempo ni si conseguirá volver: tanto Amazon como Apple y Google la han privado del alojamiento necesario para cualquier red. ¿La clave? “Incitar a la violencia”, y así lo expone Amazon en una carta obtenida por la cadena CNN y que incluye varios ejemplos de publicaciones de esa naturaleza. Este lunes por la mañana, su web ya había dejado de funcionar.
Abascal también se ha abierto cuenta en otra red, gab.com, donde todo indica ausencia total de censura y controles de los mensajes susceptibles de ser catalogados como una clara muestra de incitación al odio.
Para Vox, las redes sociales constituyen una herramienta básica: su actividad en Twitter, en Whatsapp, en Telegram, en Youtube y en Instagram son la llave que desde el inicio de su ascenso político y con vetos y ataques a medios de comunicación incluso anclados en la derecha se ha valido la organización para expandir sus mensajes y su versión de los hechos.
Con un ejército de seguidores en la red que en España posee mayor valor político, Twitter, ejército que por número se sitúa en el quinto lugar del escenario estatal de partidos –428.900 en la tarde del lunes– pero que en productividad solo rivaliza con la de los afines a Podemos –le siguen 1,5 millones de tuiteros–, Vox ya tropezó en esta área a comienzos de año.
El 22 de enero la red que capitanea Jack Dorsey suspendió su cuenta oficial en Twitter después de que Vox acusara al Gobierno de “promover la pederastia con dinero público”. El partido de Abascal reaccionó interponiendo una querella de la que nada se sabe.
Convertida en uno de los temas estrella de Vox en medio de la pandemia y del temporal que mantiene paralizada Madrid y otras zonas del país, la batalla de las redes digitales resulta clave para Vox. Santiago Abascal ya anunció el domingo el inicio de contactos con líderes internacionales para plantar cara a lo que califica de censura inaceptable.
Pero este lunes, cuando los periodistas preguntaron quiénes son esos líderes, el eurodiputado y portavoz de acción política, Jorge Buxadé, respondió que no pensaba desvelarlo para no colocarlos “en la diana” y propiciar así que les cierren sus cuentas como ha sucedido con el todavía presidente de EEUU.
Buxadé, figura cada vez más en alza dentro de Vox, hizo causa común con Trump aunque deslizó lo que parece un signo de alejamiento por si acaso. Lo hizo cuando citó la célebre frase de San Francisco de Borja, quien tras la muerte de la esposa de Carlos V juró "no más servir a señor que se me pueda morir”.
Pero aunque Vox remarca ahora que no marcha a las órdenes de Trump sino en todo caso de acuerdo con las políticas de quien saltó del rango de multimillonario que en 2016 solo pagó a Hacienda 750 dólares al de presidente de EEUU habituado a dirigir el país desde Twitter y dispuesto a evitar el reconocimiento de su derrota electoral, Buxadé insistió en quiénes son los verdaderos enemigos para Vox: las empresas que, según sus palabras, buscan la censura. De qué sirven los Gobiernos, se preguntó en referencia expresa al cierre de cuentas en internet, “si luego un grupito de pequeños multimillonarios oligarcas plutócratas se permite el lujo de decir lo que es verdad y lo que es mentira”. El eurodiputado evitó cualquier mención a que fue una consejera de Trump quien acuñó la locución “hechos alternativos” para definir lo que en realidad son declaraciones falsas.