El Gobierno belga arranca con recortes y mano dura en inmigración pilotado por la extrema derecha

Bart De Wever camina con el rey Felipe de Bélgica antes de la ceremonia de jura de los nuevos ministros del gobierno en el Palacio Real de Bruselas.

El nuevo gobierno belga llega al poder con la tijera de los recortes. Y con mano dura contra la inmigración. Estos dos ejes políticos discurren en paralelo y son vasos comunicantes en la nueva coalición Arizona, por los colores de sus partidos, semejantes a la bandera del Estado norteamericano, pilotada por los nacionalistas flamencos de extrema derecha, la N-VA, cuyo líder, Bart de Wever, es el nuevo primer ministro.

La coalición está formada por la N-VA, los democristianos flamencos y los francófonos, los liberales valones y los socialdemócratas flamencos. Las cinco formaciones han dejado su impronta en un programa de gobierno que ya se conoce pero con un marcado tinte de los nacionalistas flamencos, una formación que en la Eurocámara forma parte del mismo grupo parlamentario que los Fratelli de Giorgia Meloni o los ultracatólicos polacos del PIS.

El objetivo del nuevo gobierno será reducir en 23.000 millones de euros los gastos hasta 2029, un ajuste considerable para cumplir con las reglas fiscales europeas, ya que Bélgica cerrará este año rozando el 5% de déficit y lo superará el próximo. Los recortes se centrarán principalmente en el gasto social (desempleo, pensiones y otras prestaciones) y en las partidas de la política migratoria, a base de endurecer los requisitos de acceso, permanencia y atención en el país.

Como en los mejores tiempos de la troika en otros socios europeos, antes de anunciar ajustes y reformas, Bart de Wever esgrimió la política del miedo y la herencia recibida. “Nos preparamos a realizar el ejercicio de saneamiento presupuestario más difícil de nuestra historia moderna, con elecciones que no son fáciles pero que hace falta tener el coraje político de defender”, aseguró el ex alcalde de Amberes, ciudad mutada bajo su mandato en un Gran Hermano mediante la instalación masiva de cámaras en las calles para perseguir la delincuencia y el tráfico de drogas.

Recortes en el Estado de Bienestar

La batería de medidas que acaba de presentar la coalición Arizona ante el Parlamento belga y que está en el programa de gobierno pactado entre los cinco partidos destaca por el recorte en las prestaciones de desempleo. Su límite pasará a ser de dos años como máximo y la reforma es más amplia. A falta de concretar los detalles, el ejecutivo quiere que la prestación sea más elevada al principio pero el importe disminuirá con intensidad a mitad de la prestación. Un modelo similar al que ya existe, por ejemplo, en España, pero llevándolo al extremo para forzar al trabajador a buscar un nuevo empleo.

Con este fin, la coalición Arizona ralentizará la revalorización de las prestaciones de desempleo por debajo del aumento de los salarios y que antes de 2029 exista una diferencia como mínimo de 500 euros al mes entre un sueldo base y la prestación. Sin tener en cuenta la progresividad fiscal, el nuevo gobierno aumentará la parte no tributable de todos los salarios al tiempo que reducirá la contribución del empleador a la Seguridad Social. En definitiva, una rebaja fiscal para las empresas ya que también aumentará el importe diario de los cheques comida que ofrecen obligatoriamente, exentos IRPF y cotizaciones, pero se eliminan los cheques ecológicos al trabajo, dedicados a gastar en la renovación de electrodomésticos menos contaminantes o la movilidad sostenible.

“Son elecciones inevitables para asegurar la prosperidad y el bienestar”, se justifica De Wever, quien considera que el acuerdo presentado al parlamento belga es “equilibrado”. La reacción no se ha hecho esperar, el gran sindicato FGTB convocará una huelga general contra los recortes anunciados, que califica como “una declaración de guerra”.

Estas reformas sobre la fiscalidad del trabajo en favor de las empresas tendrán un impacto en la Seguridad Social, así que la nueva coalición impondrá parte de la carga en los pensionistas, otro de los grandes colectivos afectados por los recortes. A partir de 2026, los jubilados antes de la edad legal de 66 años serán penalizados en su prestación con el 2% por año de anticipación. A partir de 2030, la penalización sería del 4% y los que se anticipen su retiro desde 2040 sufrirían una del 5%. Además, la edad de jubilación saltará a los 67 años a partir de la próxima década, la misma cifra que en España mientras en Francia permanece en los 64.

“El mejor momento para plantar un árbol era hace veinte años. El segundo mejor momento es ahora”, reflexionó Baart de Wever delante de los diputados belgas, a los que anunció también que su coalición Arizona quiere fijar esa edad de 67 años el retiro del personal militar, que ahora mismo se beneficia de un límite más bajo dada la particularidad de su profesión, en los 56. Son once años más, lo que también acaba de generar protestas entre las asociaciones militares.

La reforma laboral es de amplio calado aunque el gobierno liderado por De Weber la camufle como medidas individuales y concretas. Se permitirá que los jóvenes de quince años pueden trabajar hasta 650 horas al año, mientras todavía son estudiantes, y se levantará la prohibición del trabajo nocturno en sectores como el comercio electrónico. Además, este horario nocturno ya no empezará a las ocho de la tarde sino a medianoche. La liberalización comercial también suprimirá la jornada obligatoria semanal de cierre para las tiendas.

Mano dura migratoria y en las políticas de asilo

Siendo parte del gobierno de coalición la pasada década, la N-VA precipitó su caída al negarse a suscribir convenios migratorios de Naciones Unidas. Entonces, uno de sus pesos pesados, Theo Franken, era el secretario de Estado de Migración y Asilo, famoso por su beligerancia entre 2014 y 2018 contra la llegada de refugiados procedente de Siria y otros países árabes.

Hoy, Theo Franken vuelve al Gobierno como ministro de Defensa, el encargado de llevar al gasto militar de los presupuestos por encima del 2% del PIB, según las indicaciones del primer ministro De Weber, pese a los problemas presupuestarios que supuestamente exigen los recortes anunciados. Pero su mano dura migratoria estará presente en un contexto internacional más favorable, tanto en Europa como en los Estados Unidos de Donald Trump.

Las medidas anunciadas llevan el claro sello de la N-VA y han sido aceptadas sin cuestionamiento por los socialdemócratas flamencos. Forman una amplia paquete legislativo que situarán a Bélgica en la línea de la Italia de Meloni o la Hungría de Orbán.

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En un país donde el acceso al domicilio está muy limitado para las fuerzas de seguridad, la policía y los funcionarios del Departamento de Migración sí podrán penetrar en las viviendas donde se encuentren demandantes de asilo que hayan agotado los recursos legales para su estancia. Al mismo tiempo, Bélgica acelerará la conclusión de acuerdos bilaterales con terceros países para que los 'sin papeles' detenidos cumplan allí sus penas. Y el gobierno se presentará en Bruselas como un nuevo socio del frente contestatario de las normas migratorias, ya que rechazará cualquier obligación de acogida si el país ha recibido un numero mayor del que le corresponde.

Si la propuesta es aceptada por el Parlamento, los migrantes que empiecen a llegar a Bélgica no podrán acceder a ningún tipo de ayuda social, incluidos los subsidios básicos, hasta pasados cinco años y las tasas para acceder a la nacionalidad se multiplicarán casi por diez, desde los 150 euros hasta los 1.000. En el sexto país de la Unión Europea con la renta per cápita más alta, la nueva coalición Arizona llega con la idea rotunda de que la carga de la actual política migratoria “es demasiado alta y excede lo que la sociedad puede absorber”.

Obviando cualquier tipo de cuestión humanitaria o la realidad en los países de origen, para Baart de Wever, el nieto del secretario de la filonazi Liga Nacional Flamenca, único partido autorizado por los ocupantes alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, la vida en Bélgica de los migrantes “no es un camino por el parque” sino “una montaña extremadamente difícil, pero aquellos que hagan el esfuerzo de ascenderla podrán disfrutar de la vista”.

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