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El efecto Mandela, los 'atajos' cerebrales que pueden beneficiar a las 'fake news'

Luke Skywalker nunca escuchó a Darth Vader decir “Luke, yo soy tu padre”, sino simplemente “Yo soy tu padre”, sin ese “Luke”. Tampoco pronunció Rambo aquello de “No siento las piernas”, ni el señor del Monopoly tiene un monóculo en el ojo. Sin embargo, todas ellas son premisas que, por hache o por be, permanecen instaladas en el imaginario colectivo y se consideran certezas, verdades inamovibles con todas las de la ley. “Es lo que se conoce como el efecto Mandela efecto Mandela”, señala el psicólogo y divulgador Iván Pico. En pocas palabras, se trata de un fenómeno que se produce cuando recordamos hechos o acontecimientos como si fueran reales, pero que, en realidad, no lo son. Nunca llegaron a ocurrir. “Es una cuestión de eficiencia”, sorprende Pico. “El cerebro no puede permitirse invertir el 100% de su energía en las 35.000 decisiones que tomamos, todos los días, cada uno de nosotros”. Por eso, nuestro cerebro utiliza una serie de mecanismos para completar conocimientos o recuerdos con tal de que pueda invertir la energía necesaria en los que son realmente importantes. No obstante, el fenómeno puede tener una cierta implicación en cuestiones más relevantes que el monóculo del señor del Monopoly. Las fake news, sin ir más lejos, encuentran en el efecto Mandela un buen aliado para instalarse en las cabezas de todos y, además, de perdurar en el tiempo.

Antes de nada, ¿por qué la psicología ha convenido en llamar efecto Mandela a esta especie de trampa que hace el cerebro para poder llevar a cabo todas sus funciones? La explicación es bien sencilla y tiene que ver con la muerte del histórico exdirigente sudafricano. Cuando falleció el 5 de diciembre de 2013, la pseudocientífica Fiona Broome quedó francamente sorprendida. Como ella misma aseguró, en su recuerdo ya existía una muerte de Mandela y se había producido muchos años antes. Broome insistía en que incluso recordaba el funeral y los efectos que tuvo. Recordaba, en definitiva, las noticias del deceso de Madiba y, como ella, mucha otra gente reconoció haber tenido la misma sensación. Fue en ese punto cuando la propia investigadora bautizó el fenómeno con el nombre de efecto Mandela y, a pesar de los múltiples intentos peregrinos de darle explicaciones conspiranoicas y de que existe, todavía hoy por hoy, un debate en torno a la cuestión, parece que, tal y como asegura Iván Pico, no debería ser necesario recurrir a ellas para darle al asunto una explicación psicológica muy lejos de cualquier teoría extravagante.

“El cerebro necesita ser eficiente”, repite el psicólogo. Y por eso utiliza lo que podríamos llamar ‘atajos cognitivos’ o, mejor dicho, heurísticos (respuestas automáticas e inconscientes a problemas) para acelerar procesos que, en caso de tener que resolverse, cada uno de ellos, con una implicación total de energía mental, tornaría inviable el día a día de cualquiera. “Existen cinco conceptos que nos sirven para explicar el efecto Mandela”, tercia Pico: “La confabulación, la criptomnesia, el efecto arrastre, la validación social, el sesgo de confirmación y, por último, la falsa atribución”. Quizás, la confabulación y la criptomnesia serían las dos patas más claras del banco que sostiene el efecto Mandela. La primera da nombre al fenómeno que lleva a alguien a “falsear un recuerdo” –en palabras de Pico– en el caso de que, por decirlo de algún modo, el cerebro detecte que no se tienen todas las piezas para que ese recuerdo aparezca de forma nítida. Dicho de otro modo, “el cerebro echa mano de otros recuerdos para completar la información insuficiente”. En el caso de la criptomnesia, en cambio, el cerebro, directamente, inventa los datos que han desaparecido de la memoria.

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Son, en ambos casos, ‘atajos cognitivos’ que permiten al cerebro adelantar trabajo en cuestiones que suelen ser de importancia, como el diálogo de Rambo o de Darth Vader. Por otra parte, el resto de mecanismos tienen un cariz más cercano a lo social. “Muchas veces, tendemos a conformar nuestro recuerdo en consonancia con el pensamiento generalizado”—ahí aparece la validación social— “o nos dejamos arrastrar por lo que opinan las personas de nuestro entorno”, tercia Pico, refiriéndose al efecto arrastre, lo cual explica, en parte, por qué un recuerdo falso acaba extendiéndose a una gran porción de la población. “Por último, tenemos la falsa atribución”, resuelve, “que aparece cuando, a pesar de haber constatado que un hecho que recordamos es falso, nuestro cerebro sigue dando por bueno el recuerdo primigenio”. Y eso es, precisamente, lo que entronca a la perfección con otro fenómeno, el de las fake news.

Sembrar la semilla de la desinformación

Preguntado acerca de la implicación del efecto Mandela en la proliferación y éxito de las fake news, Iván Pico lo ve claro. “Claro que hay una relación”, responde. “Cuando recibimos una información por primera vez, nuestro cerebro necesitará invertir energía extra para reemplazarla, aunque esa primera fuera falsa y una recibida posteriormente, verdadera”. Y no siempre lo hará. No siempre dedicará la energía necesaria para desterrar esa fake news. Muchas veces, el cerebro preferirá, por economía de esfuerzos, quedarse con el conocimiento que adquirimos primero, aunque fuera falso. Ahí reside gran parte de la peligrosidad de las fake news. Por mucho que se desmientan las noticias falsas, la semilla de la desinformación lo tiene muy fácil para germinar y el efecto Mandela, un fenómeno inevitable producto de la necesidad del cerebro de agilizar sus mecanismos, puede llegar a ser un perfecto aliado.

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