La maldad
Sobre la maldad casi todo está escrito. El poder del mal y sus consecuencias han perfumado con azufre infernal no pocas páginas trágicas de la historia del hombre desde Caín y Abel. Hay muchas definiciones pero quizás la más acertada sea: … como el comportamiento, que buscando el propio beneficio, denigra, destruye o incluso mata a su víctima inocente utilizando con frecuencia la mentira. Según el pensamiento de Hannah Arendt, en sus reflexiones sostiene que las atrocidades pueden ser cometidas por personajes normales y mediocres que actúan sin pensar en las consecuencias, simplemente cumpliendo órdenes, y que el mal que puede causar el hombre no tiene límites. Este pensamiento explica en gran manera algo de lo que está aconteciendo en Gaza y que se repite en la historia del hombre a través de los siglos. Hoy día, esta bandera del mal está camuflada en ese pensamiento malévolo de los que quieren quemar en el infierno o desprecian todo aquello que conocemos como el bien hacer, la solidaridad, la ética, el humanismo, la honestidad, la verdad y otras virtudes conseguidas con sudor y no pocas lágrimas por una humanidad que venció a la parte oscura de la historia.
Para los ideólogos de la maldad, todas estas cualidades que ensalzan al ser humano y que señalan las sendas de la convivencia son signos de debilidad causantes de gasto en detrimento de las ganancias de unos pocos, que son los que quieren mandar. Es el discurso de la ideología neoliberal que intenta implantarse en la actualidad. Cualquier inversión social que busca una justa y solidaria distribución de la riqueza es tachada frívolamente de “buenismo” y económicamente no rentable. El estado como enemigo y el individuo el actor principal con libertad para tomar cañas. Esta fuerza de una maldad disfrazada para disimular que se extiende como una nueva peste por un mundo que en su día abanderó el humanismo, rescató al hombre de la esclavitud y venció al fascismo-nazismo, vuelve con fuerza con banderas patrias enfrentando a una sociedad que parece adormecida, o peor, que miran por la ventana. Incluso se vuelve a utilizar el miedo, el señalamiento del disidente y la censura. Airean sus banderas, unos con el brazo en alto amenazante y la mano abierta para golpear, otros proclamando falsas leyes divinas para asesinar a niños y mujeres, destruyendo culturas hasta dejarlas como cenizas.
El subconsciente a veces descubre al malvado. Una de dos, son mediocres sin discurso o solo buscan el poder a cualquier precio, aunque tengan que someterse a la maldad
Lo arrasan todo, porque saben que el miedo paraliza la mente. Son los herederos del dios vengativo que asoló Sodoma y Gomorra. Utilizan el terror, que con la mentira son sus armas favoritas. A todos aquellos que se oponen o critican su maldad los tildan de terroristas o gentuza. Lo peor es que, aquí, en nuestro país, el líder de una oposición que pretende gobernar y ser hombre de Estado, ante esta barbaridad, asiente vergonzosamente con su silencio o se calla ante exabruptos tan denigrantes como el de enterrar al opositor en fosas comunes. El subconsciente a veces descubre al malvado. Una de dos, son mediocres sin discurso o solo buscan el poder a cualquier precio, aunque tengan que someterse a la maldad. Sin duda un grave problema mal resuelto por una transición que no supo cortar las raíces del mal.
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Eduardo Vázquez Martul es socio de infoLibre.