La sociedad del cansancio
Hace tiempo que tenía pendiente la lectura de este pequeño libro que con solo setenta y nueve páginas nos introduce en un cambio de paradigma que interrumpe nuestros sueños, y al que creo deberíamos prestar atención si no queremos ser cautivos de una espiral autodestructiva. Byung-Chul empieza con la exposición de que la enfermedad emblemática de comienzos de este siglo es neuronal. No puedo estar más de acuerdo. Mi opinión sobre la proliferación de estas enfermedades neuronales siempre ha sido que tenían su origen en la gran presión que esta sociedad ejerce sobre las personas. Pero la causa que el autor esgrime es que se debe a un exceso de positividad. Entiendo esta positividad de la que habla como una autoexigencia que nos repite ese “yes, we can”; la positividad del “tú puedes hacer todo lo que te propongas”. Han contrapone a la época inmunológica del siglo pasado (división entre el adentro y el afuera, amigo y enemigo, o entre lo propio y lo extraño) la actual sociedad, que caracteriza por la desaparición de la otredad y la extrañeza. Con la negatividad, la sociedad puede reaccionar ante lo que no quiere, con la positividad no cabe reacción de ningún tipo, el ciudadano solo quiere hacer, posee un yo positivo que todo lo abarca y todo lo puede. Lo que me produce más inquietud es que esta violencia neuronal aparezca como sistemática, y no la podamos reconocer como extraña. Han define la sociedad actual como la sociedad del rendimiento y apunta a que por mucho que las personas crean que el hecho de no verse sometidas a un dominio externo les confiere libertad, parece que la presión es mayor porque sigue el imperativo del rendimiento, y esta autoexplotación conduce a una libertad tan solo aparente. También menciona el multitasking, que nos acerca al salvajismo, porque no deja espacio para la contemplación. La sustitución de una atención profunda y contemplativa por la hiperatención nos aboca a una pura agitación que reproduce y acelera lo ya existente, sin margen para el aburrimiento, al que Han defiende como impulsor del proceso creativo. La vida contemplativa queda excluida de la sociedad del rendimiento y, por ende, de su progresiva positivización. Detenerse, mirar y pensar, requiere negatividad porque a través de ella podemos interrumpir la aceleración en la que vivimos inmersos.
Detenerse, mirar y pensar, requiere negatividad porque a través de ella podemos interrumpir la aceleración en la que vivimos inmersos
Cerré el libro y me fui a ver el mar para convertirme en mar. Mirar ese espacio azul hasta convertirme en azul. Escuchar el sonido de las olas hasta convertirme en ola. Con esta transformación ya puedo combatir la sociedad del rendimiento: yo me detengo y miro. Quiero pensar que todavía pertenezco a la sociedad inmunológica, porque resisto.
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Rosa Ángeles Fernández es socia de infoLibre.