Trump-Netanyahu, la farsa continúa Jesús A. Núñez Villaverde
A menudo, nos quieren convencer de que todo va mal. A través de la percepción engañosa de que todo empeora para las mujeres, se quiere negar la realidad de nuestros avances y conminarnos a que abandonemos todas nuestras aspiraciones de igualdad. Se abona la idea de que las medidas contra la violencia no sirven de nada o que, si acaso, sólo funcionan para soliviantar más a los maltratadores. Es la pedagogía del miedo y del silencio.
Hay personas estafadas, agredidas, robadas, asesinadas… y nadie propone que desistan en su denuncia o en la petición de la justicia que merecen. ¿Sostiene alguien que la ley penal es inútil? Sólo a las mujeres se les exige renunciar a sus derechos para no molestar a quien puede redoblar su violencia contra ellas. Sólo a ellas se les pide reserva, paciencia o resignación para preservar una falsa paz que siempre se construye a costa de su libertad.
En el ámbito político, lo ilustra de forma descarnada esa frase de “aguanta, ya sabes cómo es” que dirigió la dirección del PP de Extremadura a la concejala de Navalmoral de la Mata cuando denunció el trato machista y el abuso de poder de su alcalde. Esa frase condensa siglos de opresión: la normalización de la agresión como un rasgo de carácter inevitable ante el cual la mujer sólo puede ofrecer su resignación.
Frente al ruido y la reacción, oponemos gestión, derechos y recursos
Dado que ninguna organización humana —incluidos los partidos políticos que tenemos la aspiración de la igualdad como seña de identidad— está exenta de las excrecencias machistas, es importante que la reacción sea contundente, clara y a la altura del fenómeno al que responde. Porque sólo enfrentando el machismo sin ambigüedades, desde la coherencia entre discurso y práctica, podremos convertir la igualdad en un principio real y no en un mero reclamo electoral.
Precisamente, el feminismo está haciendo salir a la luz lo que antes se daba por hecho o se consideraba ‘natural’. Que todo, absolutamente todo, salga a la luz es el primer paso necesario para comprender la verdadera dimensión del problema. El segundo paso es crear y utilizar con eficacia mecanismos institucionales para erradicarlo. Lo demás es perpetuar la injusticia.
Por ello, aunque las noticias de hechos repugnantes sean utilizadas por algunos sectores para empujarnos a dar pasos atrás, desde el Ministerio de Igualdad mantenemos firme nuestra ruta. Frente al ruido y la reacción, oponemos gestión, derechos y recursos. Y, en este orden de cosas, el Ministerio ha trabajado durante todo 2025 en medidas que consolidan a España como un referente internacional. Hoy, nuestro país ocupa el cuarto puesto en el Índice Europeo de Igualdad, lo que nos sitúa muy por encima de la media de la Unión Europea, y el décimo en el mundo. No es fruto del azar, sino de políticas públicas progresistas sostenidas en el tiempo.
Y este 2025 no ha sido un año cualquiera. En un contexto global marcado por olas reaccionarias que amenazan con desmantelar derechos que creíamos consolidados, nuestro país se ha erguido como un faro de resistencia y vanguardia. Con banderas como la Ley de Paridad, que eleva a derecho irrenunciable la presencia de las mujeres en los espacios de gobernanza, lanzamos un mensaje, alto y claro, al mundo: la paridad es el único horizonte posible para una democracia que se pretenda plena, sólida y del siglo XXI.
Al cerrar este 2025, la consigna es innegociable: en la España que ha hecho de la igualdad su seña de identidad, cada derecho conquistado es hoy un territorio liberado donde el retroceso ya no tiene cabida
Y es que, por mucho que la embestida reaccionaria se disfrace de batalla cultural, para nosotras es una cuestión de supervivencia con calado institucional. Por el número de víctimas que genera, por su alcance y por sus gravísimas consecuencias, la violencia de género es, por derecho propio, el problema securitario de Estado más grave que afrontamos.
Por eso, el consenso mayoritario que hemos logrado este año las formaciones de todo el arco parlamentario en la renovación del Pacto de Estado contra la Violencia de Género es el fondo perfecto sobre el que contrasta, como una mancha indeleble, la posición negacionista de Vox. En 2025, en España se han producido —hasta el momento en que escribo estas líneas— 46 asesinatos por violencia machista, prácticamente una mujer por semana. Sólo desde el patriarcado más rancio e inhumano se pueden considerar estas cifras como algo ‘natural’ y asumible por la sociedad.
A menudo, nuestra lucha no es uniforme, porque las mujeres no lo somos. Es en la unión de todas, en nuestra diversidad de clase, origen y condición, donde reside la fuerza del "ni un paso atrás". Esta premisa es fundamental, porque creemos que el feminismo del siglo XXI no puede ser un traje de talla única.
Esta perspectiva interseccional es lo que convierte a nuestro modelo en una muralla infranqueable: cuando las políticas públicas abrazan la diversidad, dejan de ser medidas de élite para convertirse en herramientas de emancipación para todas, especialmente para las que habitan los márgenes.
En esa unión de vivencias dispares reside nuestra mayor resistencia frente a la ola reaccionaria. Mientras algunos sectores intentan fragmentarnos o jerarquizar nuestros derechos, la respuesta de España ha sido la cohesión desde la pluralidad.
La protección frente a la trata, el refuerzo del Plan Corresponsables o la monitorización de la misoginia digital que sufren las más jóvenes son hilos de un mismo tejido. Al tejer juntas estas realidades, logramos que el avance de una sea la garantía de todas, demostrando que en esta democracia diversa no sobra nadie y que, frente al intento de devolvernos al pasado, nuestra pluralidad es el escudo más robusto del Estado.
Frente al ruido de quienes añoran un pasado de silencio de las mujeres, España responde con la solidez de sus instituciones, la determinación de su sociedad civil feminista y la fuerza de todas las mujeres. No es una moda, es democracia en estado puro. Al cerrar este 2025, la consigna es innegociable: en la España que ha hecho de la igualdad su seña de identidad, cada derecho conquistado es hoy un territorio liberado donde el retroceso ya no tiene cabida.
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María Guijarro es secretaria de Estado de Igualdad y para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres.
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