Cómo el feminismo sacudió (o no) el cine francés de los años 70

Fotogramas de las películas «La Boum», «Les Valseuses» y «Docteur Françoise Gailland». Y la portada del libro de Hélène Fiche, «Ce que le féminisme fait au cinéma» (Lo que el feminismo hace en el cine).

Ludovic Lamant (Mediapart)

Al hablar sobre la representación en la pantalla de los movimientos feministas de los años 70, es imprescindible mencionar la obra de la cineasta Carole Roussopoulos (1945-2009), recientemente homenajeada por grandes museos y reivindicada por las jóvenes generaciones feministas. La directora franco-suiza cofundó en 1971 un colectivo especializado en la realización de películas de contrainformación, utilizando cámaras portátiles ligeras y fáciles de usar en las manifestaciones. A partir de 1974, le tocó el turno al grupo Les Insoumuses (juego de palabras para musas insumisas, ndt) con el que realizó (con Delphine Seyrig), entre otras cosas, una joya del activismo, el documental Maso et Miso vont en bateau (1976).

En el libro que publica el 12 de septiembre, basado en una tesis defendida en la Universidad París I en 2023, la historiadora Hélène Fiche opta por profundizar en el campo exactamente opuesto, para recorrer esos mismos años 70: no la invención de un nuevo cine militante desde los márgenes, sino la forma en que el movimiento feminista de aquellos años, esa “segunda ola” impulsada por el Movimiento de Liberación de las Mujeres (MLF), sacudió —o no— los cimientos del cine francés más popular.

La originalidad de este enfoque se debe en gran medida a su metodología sistemática: Hélène Fiche ha recopilado un corpus de los 362 mayores éxitos del cine francés durante ese periodo, un intervalo que va desde 1969, es decir, después del Mayo del 68 y después de la Nouvelle Vague, hasta 1982, año marcado por la muerte de unos actores emblemáticos de esa década, Patrick Dewaere y Romy Schneider. Con un criterio eficaz, aunque un tanto arbitrario, seleccionó todas las películas que superaron o rozaron la barrera de las 700.000 entradas.

El cine que tuvo éxito en las salas se aborda aquí como un “formidable observatorio de las representaciones colectivas” o como “testigo activo de las relaciones de poder que estructuran una sociedad”, precisa la autora, nacida en 1986. Volvemos a encontrarnos con algunos títulos cuyo éxito ha perdurado, por buenas o malas razones, a lo largo de las décadas (La Boum, Les Valseuses, Dupont Lajoie, Emmanuelle, Diabolo menthe, La Cage aux folles, Les Bronzés, La Piscine o incluso Peau d’âne…).

Pero esta “historia de las representaciones de género”, como la define Hélène Fiche, examina cuidadosamente innumerables películas olvidadas, comedias y thrillers un poco anticuados, a menudo considerados con desdén por la crítica y los cinéfilos: Serge Daney habló de un “desierto estético” refiriéndose al cine francés dominante de los años 70. Sin duda, en parte porque en esa misma época llegaban a las pantallas las obras maestras del Nuevo Hollywood.

Esas películas fueron tan marginadas que, en muchos casos, se volvieron invisibles: Hélène Fiche tuvo que acudir a los archivos del Instituto Nacional Audiovisual (INA) para encontrar algunas de ellas, gracias a su emisión en televisión. En este trabajo de inventario, que imaginamos tedioso, la historiadora constata una cierta porosidad de las luchas feministas con la industria cinematográfica.

Una feminización efímera

En primer lugar, observa una ligera feminización de la profesión de cineasta durante ese periodo: en los años 70, ocho de las primeras películas del año fueron rodadas por mujeres (con los debuts de Coline Serreau, Christine Pascal o Diane Kurys). Pero son pocas las que, como Nelly Kaplan con La Fiancée du pirate (La novia del pirata), asumen una lectura feminista de su trabajo.

Las mujeres también ocupan papeles protagonistas con más frecuencia que antes: es el caso de más del 35% de las películas de éxito estrenadas en 1978 o en 1980, en comparación con una media de solo el 6% entre 1965 y 1968. La proporción se desploma posteriormente, en la década de 1980.

Y en una cuarta parte de todas las películas estudiadas destacan las que Hélène Fiche denomina “mujeres activas”: esas heroínas toman las riendas de su destino, son independientes (policías, empresarias o médicas...) o se rebelan contra el orden establecido. Rompen con muchos de los personajes femeninos de la Nouvelle Vague.

Con veinticinco películas de éxito, la mayoría olvidadas, Annie Girardot es descrita como la actriz central de la época. A diferencia de Romy Schneider, asociada a las películas de Claude Sautet, o de Stéphane Audran, vinculada a las de Claude Chabrol, de quien fue esposa, dos actrices cuyos personajes a menudo solo existen a través de la mirada de los protagonistas masculinos, “Annie Girardot no es la musa de nadie”, escribe Hélène Fiche.

El declive de los patriarcas

La autora considera que Annie Girardot ofrecía entonces “representaciones mucho más progresistas y feministas que el cine denominado ‘de autor’ de la misma época”, por ejemplo en Docteur Françoise Gailland, donde interpreta a una médica que descubre que padece cáncer de pulmón. Pero Hélène Fiche también destaca las ambigüedades y el conservadurismo latente, hablando de un feminismo popular pero “inofensivo”, que siempre deja espacio para un público que no se suma a las luchas feministas.

Otra novedad: varias películas optan por poner en primer plano a figuras de adolescentes que desafían la autoridad. Pero aunque Diabolo menthe, de Diane Kurys, “traza un retrato de la sociedad sexista y conservadora de los años sesenta”, otras películas, como La Boum (El guateque), de Claude Pinoteau, neutralizan cualquier alcance político debido a “la aparente futilidad de los motivos de rebelión”, ya que los “actos transgresores” están “desconectados de cualquier contexto social”.

En cuanto al tratamiento de la sexualidad de las adolescentes, sigue siendo problemático en muchas películas. Al igual que en Beau-Père (Padrastro), de Bertrand Blier, sobre la supuesta relación amorosa entre un padrastro (Patrick Dewaere) y su hijastra de 14 años (Ariel Besse), la asimetría de las miradas juega un papel fundamental: “La atracción [de las adolescentes] por personas que al menos les doblan su edad refleja más la proyección de las fantasías de los hombres mayores que realizan las películas que las prácticas reales de las adolescentes de los años 70”.

En su análisis, a modo de espejo, de los tipos de masculinidad que se presentan en la pantalla, Hélène Fiche constata el declive de la figura del “patriarca”, con la desaparición progresiva, por ejemplo, de Jean Gabin, y señala la aparición de “perdedores” estilo Pierre Richard (Le Distrait, Les Malheurs d’Alfred...) y analiza la representación de padres ahora “abusivos y desacreditados”, hasta la puesta en escena de dos parricidios (Violette Nozière y Que la bête meure, ambas de Chabrol). Todos estos esquemas narrativos podrían llevar a pensar que, en el cine popular de los años 70, ciertos estereotipos masculinos están a punto de ser deconstruidos en la pantalla.

Pero la historiadora considera que “el antifeminismo” sigue prevaleciendo durante ese periodo, al menos desde el punto de vista numérico, con la aparición, como reacción a las movilizaciones feministas, de una oleada de películas policíacas con un reparto casi exclusivamente masculino (y blanco), en las que aparecen “machos” interpretados por Alain Delon y Jean-Paul Belmondo (Le Professionnel, de Georges Lautner; Peur sur la ville, de Henri Verneuil...). Películas que “siguen ofreciendo al público el espectáculo anacrónico de una virilidad compensatoria”.

El capítulo más esperado trata sobre los “hombres en crisis” en la pantalla, en torno a las películas interpretadas por Patrick Dewaere y Gérard Depardieu. Este último debuta en el cine en los años 70, no en Les Valseuses (Los rompepelotas), de 1974, como se dice a veces, sino bajo la cámara de una mujer, Marguerite Duras, con Nathalie Granger, en 1972 (película cuyo éxito en taquilla fue demasiado discreto como para ser estudiada en el corpus de Hélène Fiche).

Como era de esperar, esas son las páginas del libro que más eco tienen en 2025 debido a la reciente condena de Depardieu por agresión sexual y a las acusaciones de violación que también se le imputan, asuntos que a veces alimentan la idea de una porosidad entre el ciudadano y los personajes de su filmografía. Pero sin duda también porque el motivo de la “crisis de la masculinidad”, que impregna tantas películas de los años 70, como reacción a las movilizaciones feministas, recuerda a ciertos discursos de la derecha más rancia de hoy en día, en reacción al #MeToo (en particular los de Éric Zemmour).

El 'caso Depardieu'

Según el recuento de Hélène Fiche, nada menos que 82 películas, de las 362 que analiza, tienen como protagonista a uno de estos “hombres en crisis”, “desorientados porque se han visto privados de las prerrogativas que suelen atribuirse a su sexo”. Durante esos años, Depardieu rodó tres películas con Bertrand Blier (además de Les Valseuses, película que se convirtió en emblemática de la cultura de la violación, Préparez vos mouchoirs y Buffet froid), y Dewaere dos (Les Valseuses y Beau-Père).

En la pantalla, esos hombres a veces aparecen castrados (en Les Valseuses, el personaje de Dewaere recibe un disparo en los testículos) y otras veces impotentes (Série noire, de Alain Corneau). Pero la escena más impactante del género, muy poco conocida, es el final de La Dernière Femme, de Marco Ferreri (1976), donde Depardieu, divorciado de una mujer feminista, se corta el pene en pantalla. Análisis de Hélène Fiche: “La Dernière Femme tiene el mérito de asumir de forma más explícita que otras películas el carácter antifeminista del uso obsesivo de la castración, que se puede observar durante ese periodo”.

Lamentablemente, la obra no trata otra película olvidada de Marco Ferreri con Depardieu, Rêve de singe (estrenada en 1968, con unas 365.000 entradas), con un guion igualmente acrobático y un discurso igualmente dudoso sobre las luchas feministas: en ella se ve, como recordaron los críticos Murielle Joudet y Guillaume Orignac en un programa de Hors Série en 2024, al personaje de Depardieu sufrir una violación por parte de las feministas de una compañía de teatro. Pero “Depardieu no puede ser violado, porque siempre tiene ganas de hacer el amor”, resume Murielle Joudet. Visto con los ojos de los espectadores y espectadoras de 2025, el contenido de estas dos obras de Ferreri es realmente asombroso.

Hélène Fiche muestra claramente cómo este bloque cinematográfico contribuye a convertir a estos “hombres en crisis”, con el marginal Depardieu a la cabeza, a su vez en víctimas, lo que sin embargo no se corresponde en absoluto con la realidad social de los años 70, por mucho que digan los críticos partidarios de una lectura sociológica de las películas de Blier. Esos largometrajes se sitúan del lado de la reacción antifeminista, porque contribuyen, según Fiche, a “dotar a los hombres blancos heterosexuales franceses de un estatus que el feminismo les niega: el de víctimas”.

El panorama que dibuja la autora es, en realidad, bastante sombrío: la segunda ola del feminismo está lejos de haber socavado los cimientos de una industria cinematográfica aún mayoritariamente masculina, además de reacia a representar a las minorías. “Menos patriarcal, este mundo cinematográfico sigue siendo irremediablemente blanco, cisgénero y heterosexual”, concluye Hélène Fiche.

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Hélène Fiche, Ce que le féminisme fait au cinéma, edit. Agone, 2025, 388 páginas.

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Traducción de Miguel López

 

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