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10 años sin asesinatos

Antonio García Gómez

Hace diez años, acorralada, agonizante, ETA comunicaba que dejaba de matar y que abandonaba, en consecuencia, “la lucha armada”, dándose por autodisuelta.

“Diez años después, es justo reconocer que el impulso político de Zapatero, Eguiguren, Rubalcaba y Otegi lo que llevó a término la agonía de la banda terrorista, en contra de la amplia oposición al diálogo”. Ignacio Sánchez Cuenca.

Tras cerca de 900 asesinados, miles de heridos, 7.000, 86 secuestrados, y muchas más miles de víctimas sufrientes, colaterales, de por vida, tras décadas de amenazas criminales, de una sinrazón asesina, cómplice, acobardada y vil, en nombre de “un pueblo” que no quería tal liberación y menos de esa manera,  y que con todo, a menudo, o bien calló, o bien trató de entender lo indefendible, o bien simuló seguir viviendo con el mal dentro, con la metástasis de la pavura creciendo en su seno, como si tampoco fuera con la mayoría.

Hasta hace un par de días, en el citado universo, que líderes de Bildu y Sortu, “de la izquierda abertzale”, Otegi y Arkaitz, y que “no son ETA”, ni han matado a nadie, declararon “lamentar mucho el sufrimiento producido”  a lo largo de tantos años por tantos y tantos conciudadanos/as.

Para algunas víctimas, “un paso adelante”, para otras, “insuficiente”. Para muchos, “un paso adelante”, para otros un motivo para seguir fuera de la realidad…

“Nunca la izquierda independentista había realizado un reconocimiento tan explícito del dolor causado a las víctimas de ETA”. Luis R. Aizpeolea.

Al día siguiente del fin de la 2ª Guerra Mundial, EEUU, al frente del bando democrático aliado, decidió que Alemania y Japón habrían de considerarse preferentes naciones aliadas en un inmediato futuro que empezaría ¡ya! De hecho el plan Marshall estaba destinado a ayudar en la reconstrucción europea y especialmente de Alemania. Paralelamente Rusia fue declarada enemiga sin paliativos. La guerra fría acababa de iniciarse.

El franquismo, en nuestro país, fue una prolongación del odio desatado en el golpe de Estado del 36, por parte de los rebeldes facciosos. Así permaneció el ambiente de inquina por parte de los ganadores de la Guerra Civil española del siglo pasado que jamás perdonaron a los perdedores. Y aún se sigue negando la responsabilidad de los golpistas deseando cierto e injusto reparto de responsabilidades.

Fue impactante enterarse, por otra parte, en los últimos meses, la realidad sociológica en el País Vasco respecto a ETA, por el que más de la mitad de los adolescentes vascos desconocen la historia de ese grupo terrorista y criminal, en sus términos más generales y más crueles. Así como se desconoce el nombre y la realidad sufrida por la mayoría de las víctimas, incluso las más tristemente conocidas, por una juventud que, como en otras ocasiones y en otros lugares, parezca que se quiere obviar lo que había sucedido.

También resulta insoportable el acuse constante, casi diario, del recurso constante a la reactivación, incluso y sobre todo artificialmente, del tema terrorista, como arma política para derribar al gobierno actual, sin parar en mientes en la generación de lo positivo sobre lo negativo. Recuerdo cómo se insistía, en los años más duros del terrorismo, en que se acudiese a “la política”, al uso del debate parlamentario, del enfrentamiento, en todo caso, pacífico, aceptable, esperanzador, a pesar de todo. Cabe recordar la reflexión de Rubalcaba, al que, también desde la derecha, se le suele ponderar muy favorablemente: “No puede sorprender a nadie que el final de ETA coincida con un crecimiento de la izquierda abertzale. ¿No les decíamos bombas o votos? Pues votos. Ahora podremos competir en igualdad de condiciones”.

Y por eso es triste y lamentable observar el panorama público y político en el que algunas fuerzas parlamentarias siguen empeñadas en encender lo más perverso que ¿tal vez desearían que volviese?, convencidas de que les rentará electoralmente.

En tanto, resulta determinante la declaración actual de Otegi, el definitivo declinar del terrorismo que acabó dándose por rendido, por inutilizado, sin haber conseguido ni una sola de sus pretensiones y aspiraciones… a pesar de tantas víctimas, tanto dolor, tanta bajeza moral de muchos… cuando ya solo se debería aspirar a dar a elaborar y a conocer el relato de la maldad, el asesinato en nombre de “ningún pueblo” por liberar, para que no se olvide, para formar el compendio de lo que fuimos, de lo que seremos siempre que lleguemos a conocer qué sucedió en realidad… desde la entereza moral de quienes sobrevivimos, de quienes no queremos olvidar, de quienes no deseamos bajar tan bajo sin escuchar ni admitir que la política siga teniendo su hueco digno y decente entre todos y todas.

Repito: todas y todos.

Pero reconociendo que, afortunadamente, como la marea, el tiempo  de la política, de la gestión compartida, argumentada en paz, recuperada para la paz y la convivencia, ha llegado, para todas y para todos, insisto.

“¿Bombas o votos?”. Pues votos. Y a ganárselos en buena lid.

Antonio García Gómez es socio de infoLibre

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