Valor de uso y valor de cambio
La vivienda en España es un problema estructural. Las viviendas vacías en el país alcanzan casi los cuatro millones. Sin embargo, desde hace varias décadas el acceso a la misma, que es un derecho recogido en el artículo 47 de la Constitución, comprarla o alquilarla es uno de los mayores problemas a los que se enfrenta cualquier ciudadano en función del estatus o la pertenencia social.
Para entender por qué este problema ha ido en aumento debemos entender dos conceptos fundamentales. Son el concepto de “valor de uso” y el concepto de “valor de cambio”, que provienen de la teoría económica. Para discernirlos debemos recurrir a la obra de Karl Marx El Capital. Se trata de conceptos fundamentales para comprender la teoría del valor y la crítica al sistema capitalista.
En la sociedad capitalista dominante, todas las mercancías que compramos tienen un valor de uso y un valor de cambio. Para el caso de las viviendas, como “valor de uso” ofrece cobijo a personas y familias; permite construirse un hogar y vida afectiva; cocinamos, hacemos el amor, tenemos discusiones, educamos; ofrece privacidad y una seguridad. Puede tener otras funciones como de pertenencia social, riqueza y poder; por tanto, tiene usos potenciales casi infinitos. No obstante, el grueso de la población lo que demanda es la posibilidad de acceder a una vivienda digna a precios asequibles para realizar su proyecto de vida, con un fin de valor de uso. Marx argumenta que, en sociedades anteriores al capitalismo, el valor de uso era la principal consideración en la producción y el intercambio de bienes y servicios.
Para poder realizar un proyecto de vida el Estado debe tener una política sólida de vivienda pública para garantizar este derecho a sus ciudadanos
En el caso del “valor de cambio”, para las viviendas, se refiere a su capacidad para ser intercambiada o vendida en el mercado. En el mundo contemporáneo, los ciudadanos tienen que endeudarse a través de préstamos o hipotecas para comprar una vivienda o alquilarla para disponer del privilegio de usarla, para lo que tenemos que usar grandes sumas de dinero. En los últimos 40 años, en la mayor parte del mundo capitalista las viviendas se construyen con un fin especulativo, como una mercancía que está destinada a ser vendida en el mercado para aquel que pueda pagarla y la necesite. Por tanto, hemos asistido a un desplazamiento de lo que supone proveer y garantizar el derecho de vivienda a la población bajo el paraguas del capitalismo, inicialmente con un enfoque en la búsqueda de los valores de uso y se ha pasado a otro en el que lo que importa es el valor de cambio. Marx añadía que, en el contexto de la vivienda, esto podría implicar que los propietarios capitalistas de viviendas buscan extraer renta (plusvalía) de los inquilinos, ya sea a través de alquileres o de la compra y venta de propiedades.
Desde la década de 1970, el “consenso neoliberal” se ha impuesto, y el Estado cada vez ha tenido menos peso en las políticas públicas esenciales como es el caso de la vivienda. A pesar de las crisis económicas cíclicas del capital asociadas al boom inmobiliario a escala global, las políticas neoliberales se han expandido por todo el globo. El capital genera desigualdad urbana, procesos de gentrificación, especulación inmobiliaria, impactos diferenciales en distintas áreas de la ciudad y segregación residencial. Los gobiernos asumen las doctrinas neoliberales mientras los ciudadanos se ven expulsados de sus ciudades u optan por vivir en ellas a duras penas entregando la mayor parte de su salario. Actualmente es imposible vivir en determinadas ciudades porque se construye para una minoría de ricos o para capitalistas especulativos. Para poder realizar un proyecto de vida el Estado debe tener una política sólida de vivienda pública para garantizar este derecho a sus ciudadanos y no contribuir a la desigualdad y a la especulación capitalista. En el acceso a la vivienda debe primar su valor de uso y no su valor de cambio.
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Ulises Najarro Martín es socio de infoLibre.