Librepensadores

El desencuentro

Jesús Moncho | Gracia Jiménez

Es obvio que en España (50 provincias, de las cuales sólo 4 son Cataluña) el discurso dominante gira en torno a la posición oficial, sin pararse a pensar por qué la mitad de la población catalana piensa y quiere diferente, piensa y quiere otra cosa. ¿Qué pasa? O, ¿qué ha pasado ?,¿Por qué esa desafección de gran parte de la población?

Si queremos pensar y creer que la culpa es de los desafectos, siempre estaremos en el mismo punto: el del desencuentro. España no tiene solución. Y diremos, igual que Ortega y Gasset, "el problema catalán", o sea, el problema es o son ellos, no nosotros. ¡Claro!, así nunca llegaremos a una solución.

Si queremos encontrar una salida, habrá que acercarse al problema. Y tratar de comprenderlo, por si hay solución, por si queremos trabajar por una resolución. Todo empieza porque existen unas características peculiares, porque hay unas demandas en correspondencia a esas características. Y la democracia, es decir, la convivencia, siempre propone la atención de las demandas sociales. En la medida en que esas demandas se ven atendidas, se genera y se extiende la paz social. Y a la inversa... Sobran las palabras. Pero se exigen razonamientos.

Cada uno (cada parte del contencioso) cree que ha obrado según el sentir de su gente. O sea, no estamos hablando de individuos, de políticos, estamos hablando de colectivos. Lo cual son palabras mayores, porque toda sociedad está obligada a vivir dentro de las dos grandes bases, sacrosantas, que sustentan toda democracia: el principio democrático que proclama que la voluntad de la gente es y debe ser respetada, y el principio de legalidad que dicta que todo está sujeto al cumplimiento de la ley. De la conjugación de los dos principios democráticos depende la buena marcha de las sociedades. Ni la ley puede enervar o obturar la expresión y realización de la voluntad popular, ni ésta puede actuar (en principio) fuera de los límites de la ley. De lo que se deduce que unos esperaban, pedían, quizás exigían, que la ley se adaptara a sus demandas. Los otros, enrocados, esperaban, pedían, quizás exigían, que esos unos se ajustaran a una ley existente e inamovible. ¿Quién lleva razón?... Resulta que todos quieren la razón.

Puede que la razón no esté del todo en una sola parte y esté en cada una de las dos partes. Tal vez la razón, y el sentido común, aconsejen explorar esa vía, si queremos encontrar una solución, y no, simplemente, culpables. Con lo cual, todo lo actuado por los seguidores del principio democrático debería ser atendido, y todo lo hecho por los legalistas igualmente debería ser aceptado. Esto implica hacer (por mucho que les cueste a algunos) "borrón y cuenta nueva". Cuenta nueva significa nuevo pacto. Pacto que selle la nueva situación, en tanto que se reconocen las demandas de unos, y en tanto que se reconoce la unidad en la convivencia conjuntamente con los otros, con todos. Esto se llama nuevo Estatuto, se llama reforma federal, se llama confederal... Se llame como quieran llamarle. Pero significa convivencia en paz y consensuada. Y votada en referéndum. Las sociedades son (y han de ser) libres y soberanas. ______________

Jesús Moncho y Gracia Jiménez son socios de infoLibre

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