Ecuador: dialéctica de la persona, dialéctica de la realidad
La Fundación La Caixa presenta estos días en Gijón una interesante inmersión virtual en los confines de la música, Symphony, Un viaje virtual al corazón de la música, a las entrañas mismas donde nace uno de los placeres de la vida, de la mano del director de orquesta Gustavo Dudamel. Se recogen sonidos de la vida cotidiana en torno al trabajo en los cafetales de Colombia; al traqueteo del tren en una gran ciudad como Nueva York; o al sonido del agua del mar en la Costa Brava en Cataluña, para, a continuación, ser transformados en notas musicales para deleite de nuestros sentidos. Al terminar la sesión virtual, escuché a una pareja, a uno de ellos no le había gustado, porque prefiere disfrutar de la música sin necesidad de adentrarse en las “tripas” de las piezas musicales.
Carlos Castilla del Pino, psiquiatra, escritor, comprometido antifascista, escribía en 1968 (Dialéctica de la Persona, dialéctica de la realidad): “Quien como yo concibe el desarrollo de la formación económica de la sociedad como un proceso histórico-natural, no puede hacer al individuo responsable de la existencia de relaciones de que él es socialmente criatura, aunque subjetivamente se considere muy por encima de ellas”
Recordaba estos dos momentos, al hilo de las informaciones que nos llegan estos días de los graves incidentes que se están produciendo en Ecuador, con motivo de la carestía de la vida y de las condiciones de la población indígena y de las clases populares, como consecuencia de las políticas neoliberales del actual gobierno surgido hace poco más de un año, gracias (paradojas de la vida) al apoyo de los diputados de los grupos indigenistas, sin los cuales el actual mandatario, Guillermo Lasso, no habría sido elegido presidente, al contar con tal sólo 13 diputados de 137. Hoy, los parlamentarios indígenas (27) están divididos entre los que siguen apoyando a Lasso porque entienden que detrás de su sustitución está la larga mano de Rafael Correa que vive en Bélgica (su grupo, UNES, con 49 diputados) y los que entienden que las protestas y la crisis que sufre el país son consecuencias de los incumplimientos del ejecutivo.
Hasta ahí, diríamos que nada diferente de lo que ocurre en otros lares, en cuanto a la configuración del poder, los intereses de los grupos sociales, las dinámicas de los partidos y su representatividad en los parlamentos. Lo que resulta chocante es que, si un grupo político (los afines a Correa) presenta una “moción de censura” en el parlamento para destituir al presidente (contemplado en la Constitución), esta iniciativa sea tachada de golpe de Estado por los de siempre, por los dueños del poder, la derecha. Si el grupo de parlamentarios afines a Correa reúne los apoyos suficientes de otros grupos habrá triunfado su propuesta y el actual vicepresidente asumiría las funciones de presidente. Tal parece que no será el caso y el grupo de afines a Correa habrán hecho el ridículo político, pero sonroja que a eso lo llamen golpe de Estado. Cuando en Brasil la derecha presentó un impeachment (equivalente a moción de censura) para apear del poder a Dilma Rousseff, para la derecha brasileña no fue un golpe de Estado, sino una operación legítima. En Bolivia, el presidente Evo Morales fue destituido (“invitado” a abandonar el poder) por el ejército, no por una moción de censura parlamentaria (cualquier manual de política lo define como golpe de estado). La derecha lo entendió como algo legítimo.
Salí de Ecuador en 1969 y contemplo su tragedia no como si escuchara una sinfonía acabada que alimenta mi espíritu, sino desde las raíces y elementos que imposibilitan la salida del túnel en el que está inmerso Ecuador y, por extensión América Latina. “Ñamerica”, como la denomina Martín Caparrós, es el área del mundo más desigual y, los países con mayor proporción de ciudadanos indígenas, se llevan la palma (Honduras, Guatemala, Bolivia, Ecuador…). La riqueza insultante de unos pocos, contrasta de manera cruel con la pobreza y miseria de la mayoría. He vuelto varias veces a Ecuador en estos 52 años y procuro adentrarme (como lo hice ayer en las profundidades de la música), en los territorios rurales donde vibra la realidad del país y donde parece que el tiempo se ha detenido y, en el mejor de los casos, han surgido incipientes experiencias de desarrollo comunitario, con poco apoyo de las administraciones públicas. Mientras, en las grandes ciudades (Quito, Guayaquil, Santo Domingo…) avanzan, cual ejércitos de desarrapados, los asentamientos del hambre y de la pobreza que te hacen recordar aquella canción de Joan Manuel Serrat, Disculpe el señor (del álbum, Utopía) de hace 30 años.
Disculpe el señor
Si le interrumpo, pero en el recibidor
Hay un par de pobres que
Preguntan insistentemente por usted
No piden limosna, no
Ni venden alfombras de lana
Tampoco elefantes de ébano
Son pobres que no tienen nada de nada
No entendí muy bien
Sin nada que vender o nada que perder
Pero por lo que parece
Tiene usted alguna cosa que les pertenece
¿quiere que les diga que el señor salió?
¿que vuelvan mañana, en horas de visita?
¿o mejor les digo como el señor dice
«santa rita, rita, rita
Lo que se da, no se quita»?
Disculpe el señor
Se nos llenó de pobres el recibidor
Y no paran de llegar
Desde la retaguardia, por tierra y por mar
Y como el señor dice que salió
Y tratándose de una urgencia
Me han pedido que les indique yo
Por dónde se va a la despensa
Y que dios, se lo pagará
¿me da las llaves o los echo? usted verá
Que mientras estamos hablando
Llegan más y más pobres y siguen llegando
¿quiere usted que llame a un guardia y que revise
Si tienen en regla sus papeles de pobre?
¿o mejor les digo como el señor dice
«bien me quieres, bien te quiero
No me toques el dinero»?
Disculpe el señor
Pero este asunto va de mal en peor
Vienen a millones y
Curiosamente, vienen todos hacia aquí
Traté de contenerles pero ya ve
Han dado con su paradero
Estos son los pobres de los que le hablé
Le dejo con los caballeros
Y entiéndase usted
Si no manda otra cosa, me retiraré
Y si me necesita, llame
Que dios le inspire o que dios le ampare
Que esos no se han enterado
Que Carlos Marx está muerto y enterrado
Pues eso, dialéctica de la persona, dialéctica de la realidad. Lo sorprendente es que no se produzcan más estallidos sociales.
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Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre.