Empleados de hogar

Jesús María Frades Payo

“Empleadas”, corrijo inmediatamente por el que es no solo el más injusto de todos los genéricos utilizados sino irreal. Es verdad que nadie usa la expresión del título –la puse como “gancho” y para la crítica– y que solo en las leyes se utiliza ese masculino genérico. Hay algún otro oficio, como el de matrona, que se nombra en femenino hasta en el BOE, desempeñado desde tiempos inmemoriales por mujeres y que también hace mucho viene siendo ejercido por hombres.

Ni esa dignidad se les guarda a las empleadas de hogar, hasta de esa forma se les ningunea o, al menos, se les manda también a la “zona del servicio”. En estos tiempos de incorrectos y estériles ataques al masculino genérico puede parecer paradójico mi comentario, pero creo que cualquiera tiene claro que el femenino aquí es único. Y de la falta de dignidad en otros aspectos, como en el de las condiciones laborales, es de lo que voy a tratar con un poco de detalle.

Todos tenemos o hemos tenido una vinculación, y a veces estrecha, con alguna empleada de hogar y me refiero a que puede ser nuestra madre, hermana, esposa, hija o familiar, o tener a alguna persona que, por horas o a diario, venga o viniese a nuestra casa para realizar las tareas domésticas o a cuidar de nuestros hijos, por ejemplo. Son trabajadoras que se reparten entre múltiples hogares a los que llegan con horarios dispares, lejos de esas riadas humanas, a veces uniformadas (bueno, algunos conocimos las niñeras con sus cofias y mandiles), en las puertas de las fábricas y las empresas. 

Pero ojalá fueran esas simples diferencias. ¿Cuántas tienen contrato? Y añado: ¿se cumple o se abusa de él? Si hay un sector en España en el que la economía sumergida destaca en cuanto a ello, es este. Si se me permite el juego de palabras, aquí está tan sumergida que se encuentra en la Fosa de las Marianas, siendo estas el equivalente a las “Kellys” de los hoteles. Hay un tremendo fraude, muy difícil de combatir por ser muy complicado de controlar y con unas nefastas consecuencias para ellas, pero no solo. Es cierto que es frecuente que se acuerde pagar algo más de lo habitual, que no siempre coincide con lo legal, incluyendo así lo que habría de ingresarse como cotización. Es la versión 2.0 del “pan para hoy, hambre para mañana”.

Aprovecho esto para hacer un paréntesis e informar de que cualquier empleador que dé de alta a una empleada, no habiéndolo hecho con ella desde el 2012, tiene una reducción de la cuota devengada del 20%, y si es familia numerosa, del 45%. Todos ayudamos a que cumpla quien no lo hace.

Decía más arriba que había otras diferencias con otros trabajadores, y el apoyo sindical es una bien notoria. Jamás destacaron los sindicatos, ni los de clase, por su apoyo manifiesto a tal colectivo, uno de los que tienen las condiciones laborales más miserables en este país. No son muchas trabajadoras, pero nunca despreciables; tienen acuerdos distintos, pero con mucho en común; no tienen sentimiento de unidad, pero la lucha se siembra. ¡Ah! Y no se afilian, luego ni se les mira. Salvo escasísimas excepciones, el estrato social al que pertenecen es el más bajo, del que arrastran una escasa o nula formación, lo que se traduce en una facilidad para ser engañadas y manipuladas enorme, de la que sindicatos, pero también partidos, gobiernos y entidades religiosas y sociales en general tienen una gran responsabilidad, cuando no complicidad. Todavía resuena el eco de la Delegada del Gobierno en Ceuta urgiendo a la reapertura de fronteras con Marruecos con aquel clasista comentario: “En Ceuta, sobre todo las amas de casa, estamos deseando que venga la muchacha, te lo digo, empezando por mí…” Esa socialista supongo que tendrá su carpeta de contratación con los papeles en regla.

Hace poco, se produjo una excelente noticia que es el germen de este artículo, y que pasó sin pena ni gloria en los bares, si bien en la prensa se divulgó y algún medio, como El País, le dedicó un editorial. Por fin se repara una injusticia que sufrían, una discriminación vergonzosa frente al resto de trabajadores, que es, hablando en plata, el derecho a cobrar el paro. Era algo totalmente inexplicable por injustificable. Alguna “fruta vana” como metaforizó Machado se precipitó diciendo que no lo merecen alegando que no cotizan para eso: que sigan aplaudiendo a la cabra, parafraseando al antiguo dueño de la librería Machado de Sevilla. Algo que ha frenado mejoras para estas trabajadoras es la eterna sospecha de fraude, que para eso la sociedad es bien mezquina. Con el desempleo, el fraude parece un condenatorio anexo, pero, si se quiere, se controla: todavía se está imprimiendo la sentencia de los vergonzosos ERE de Andalucía. También hay leyendas negras, como alguna del PER: sumando simplemente, sale que se le dio a Madrid y a Cataluña más dinero casi puntualmente con el Plan E que a Extremadura con el PER en toda la historia.

Y ha tenido que ser la Unión Europea, que lleva exigiendo a España desde 2019 que modifique, dignifique la legislación para que las empleadas de hogar puedan cotizar para poder, si tienen la necesidad, cobrar la indemnización por desempleo, la que nos obligue. La ratificación por parte de España del Convenio 189 de la OIT en el Congreso el pasado 21 de julio ha venido obligada por la sentencia del TJUE donde se afirma que era discriminación indirecta por razón de sexo. Román paladino tras 11 años de retraso en sentencia de febrero. 325 votos a favor, 1 abstención ¿no les avergüenza?

Apunté antes que siempre parecen sospechosas de querer defraudar ¡como si sus sueldos fuesen los de los consejeros del Ibex, de los futbolistas o de las artistas que aparecen en páginas de tribunales! Termino aludiendo a esto y con una curiosidad. Para evitar el fraude en la contratación, tienen prohibido serlo familiares hasta el segundo grado inclusive de consanguinidad o afinidad, excepto la que sea familiar de sacerdote célibe que conviva con él; hasta la sobrina del cura puede quedar bien cubierta. No, no seamos retorcidos, lo de célibe debe ser por acoger también en el seno de los benditos empleadores a los clérigos de algunas religiones. Para los negocios no me suena esa precaución.

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Jesús María Frades Payo es socio de infoLibre

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