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Inspección Técnica de Políticos

Librepensadores nueva.

Santiago Rodríguez

De la misma manera que existe una inspección técnica para vehículos o para edificios, debería existir una Inspección Técnica de Políticos (ITP).

Vaya por delante que nunca he pensado que todos los políticos sean iguales. Una expresión que mete en el mismo saco a todos las personas que tienen responsabilidades políticas, con independencia de su comportamiento y de las políticas desarrollen y que curiosamente nunca se aplicó a los políticos del franquismo, que esos sí que eran todos iguales: pertenecían a las clases altas, eran nombrados a dedo, colocaban a dedo a sus recomendados, se dedicaban a meter la mano en todo lo que podían, aplaudían al caudillo y permitían que aplaudieran la cara a los que se oponían al régimen. Puestos, podríamos extender la generalización a todos los oficios o a todas las clases sociales y afirmar, despectivamente, que todos los ricos son iguales: evaden o eluden impuestos, crean partidos políticos que defiendan sus intereses, promueven tanques de pensamiento e imponen líneas editoriales para difundir sus ideas, sientan a antiguos políticos en sus consejos de administración y deciden sobre las condiciones de los trabajadores, determinando su vida y su destino.

Tampoco comparto el término “clase política” o “casta política”. Un término que junto con la afirmación “todos los políticos son iguales”, además de fomentar la desconfianza de los ciudadanos en la política, daña gravemente la democracia como fórmula para solucionar los problemas del país, mejorar la vida de la gente, ampliar derechos y poner coto a los desmanes de los poderosos.

Pero si bien es cierto que no todos los políticos son iguales, quizás no estaría de más que algunas personas que ocupan puestos de responsabilidad política en cualquier ámbito, pasasen una Inspección Técnica de Políticos, lo que popularmente conoceríamos como ITP, tanto antes de llegar a sus cargos, como durante sus correspondientes mandatos, con la finalidad de evaluar si reúnen las condiciones para estar en dichos puestos.

Esta inspección no sería necesariamente para verificar si tienen estudios o no. Hay y ha habido responsables políticos que sin haber pasado por la universidad han dado la talla, mientras que otros, a los que les regalaron sus títulos o sus másters, no les llegan a los primeros ni a la suela de los zapatos.

Uno de los objetivos principales de esta inspección sería impedir que nuestros votos cayeran en manos de personas a las que no les importa fomentar la desconfianza en las instituciones y deslegitimar la democracia como sistema político. Se trataría de verificar su lealtad al sistema democrático y a las instituciones, para comprobar que entienden que son los votantes los que deciden la representación parlamentaria y no ellos, otorgando certificados de legitimidad o de “constitucionalistas” a los que aceptan únicamente sus planteamientos. Seguramente porque son ese tipo de personas que viven bien tanto en una democracia como en una dictadura. Recordemos que alguna de estas personas que ocuparon altas responsabilidades políticas en democracia, calificaron a la dictadura franquista como un período de extraordinaria placidez.

Esta ITP serviría también para detectar si tienen capacidad para pactar y llegar a acuerdos con otras fuerzas políticas y para aplicar políticas que unan a los ciudadanos. De esta forma, se podría apartar de la responsabilidad política a aquellas personas que demostraran un gran talento para crispar, mentir, decir medias verdades y lanzar bulos, a sabiendas de que la bronca política polariza a la sociedad y, en consecuencia, genera desconfianza hacia las soluciones democráticas y favorece un mayor alejamiento de los ciudadanos de la política, lo que se traduce en una mayor abstención y en el refuerzo de los discursos reaccionarios. Así, no sólo podríamos evitar algunos espectáculos deplorables en los pretendidos debates parlamentarios, sino que se impediría que determinadas políticos fomentaran y transmitieran el odio interesado y el enfrentamiento constante, cuyo resultado final sería catastrófico para los desfavorecidos, como pasa siempre, además de que podría conducir a que algún político nos lleve al borde del precipicio, como hemos visto días atrás, cuando gente armada asaltaba el Capitolio norteamericano y que evocan los prolegómenos del ascenso del nazismo en Alemania.

Otro utilidad de la ITP sería impedir que accedan a la política personas que desarrollasen políticas para no educar, no formar y no informar correctamente a los ciudadanos, impidiendo dotarles de capacidad crítica y fomentando la ignorancia, la indiferencia, la irresponsabilidad y la falta de civismo, ya que de esta forma consiguen que una buena parte de la ciudadanía vote en contra de sus intereses.

Por supuesto, la ITP comprobaría si la persona en cuestión trabaja desde la política para acabar con la desigualdad e intentar mejorar la vida de los ciudadanos más desfavorecidos o sólo para mejorar las condiciones de vida de los privilegiados. También comprobaría si pretende aprovecharse de su situación para medrar, obtener privilegios y beneficiarse de ellos en todos los aspectos, parasitando a la sociedad y propiciando, por todos los medios, su impunidad y la de sus compañeros de partido.

La ITP también trataría de detectar las tendencias cleptómanas de las personas que desarrollen su labor política, debido a que para tapar sus tropelías tienden a apelar a los sentimientos para ocultar la verdad. Por eso, mientras meten la mano donde no deben, nos hablan siempre de banderas, patrias y fronteras. Esas banderas con las que tapan sus desmanes y tras las que ocultan sus sucios negocios. Esa patria que sólo les pertenece a ellos. Esas fronteras que impiden la llegada de personas buscando una vida decente, pero a los que muchos de estos patriotas convierten en esclavos para recolectar fruta, cuidar a sus mayores o limpiar sus casas. Esas fronteras de las que no hablaron nunca cuando los españoles tuvieron que emigrar para tener una vida decente, tanto en el siglo pasado como en este, después de las devastadoras consecuencias de la crisis de 2008.

Con esta ITP se trataría de detectar a esos políticos que no sólo han convertido la pandemia en una oportunidad de negocio, sino que además están aprovechando la pandemia para hacer una oposición sucia que demuestra, una vez más, que para los dueños del cortijo sólo hay legitimidad si son ellos los que están al mando político, a pesar de que siguen conservando el mando económico, religioso, militar y judicial. Por eso no resulta sorprendente que algunos de estos políticos, de ocurrencias diarias, hayan primado la importancia de reactivar la economía a la de evitar los muertos, puesto que su fanatismo neoliberal les indica que en una pandemia como en una crisis económica, no es lo mismo ser un privilegiado que un pobre.

¿Estamos de enhorabuena?

¿Estamos de enhorabuena?

Son los mismos políticos que fomentan, promueven y se benefician ellos y los suyos, de una economía basada en el ladrillo, el turismo y la hostelería. Estos políticos son los que han alentado a algunos sectores de la hostelería a proclamar que una España sin sus bares es una España sin ñ, “Espaná”.

Claro que a esto último se les podría contestar que una España sin malos políticos, por no decir algo más gordo, sería el paraíso. O lo que es lo mismo, hacer demagogia es barato, lo caro son las consecuencias. Por eso es necesaria la ITP.

Santiago Rodríguez es socio de infoLibre

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