Esos juguetes rotos
“La campeona del mundo que no era feliz”. Irene López, la futbolista que se ha retirado con 20 años por ansiedad, refleja el fin de un tabú: hoy los deportistas dejan de competir para cuidar su salud mental”. Nadia Tronchoni.
Hace años me comentó el padre de un alumno que tuve, un niño de 11 añitos, que había retirado a su hijo de la escuela de fútbol a la que le había apuntado; no estaba dispuesto a someter a su hijo, un entusiasta aficionado a practicar el fútbol, un buen estudiante y extraordinario compañero y alumno, al calvario de acudir a unos entrenamientos y competiciones frecuentes en las que se le sometía a una presión insostenible, incompatible con la intención del niño de disfrutar haciendo deporte. Se me quedó grabado ese comentario y esa decisión.
Ahora ha sido Irene López, de 20 años, una mujer que llegó a ser bota de bronce en el Mundial del 2.018 la que ha decidido retirarse de la práctica diaria y reconocida de su deporte amado.
Pero es resaltable recordar unas palabras suyas: “Cuando tú desde joven tocas el cielo, ganas un mundial o una bote de bronce, no te ponen un colchón para el día que tengas que bajarte de ese escalón”.
Así pues no fueron suficientes los éxitos. Probablemente la exigencia superó las expectativas y, al final, solo quedaba una ansiedad insostenible, al menos para quien deseaba que hubiera algo más allá del fútbol.
“Cuando tuve ansiedad tenía que dejarme llevar, confesaba el futbolista Iván Campo hace unos años”. El convivió con aquello y pagó un precio muy alto.
Iván Campo fue un jugador de fútbol de élite. Lo tenía todo a su favor. Y, sin embargo, durante mucho tiempo sufrió más que disfrutar. Su caso también fue paradigmático. Un juguete roto más que tuvo el valor de reconocerlo y afrontar su salida de ese fracaso existencial.
“El día de la carrera, cuando mejor me iba el fin de semana más me quería morir. Me encerraba en mi motoshome, enfermo con dolor de barriga. Simplemente, no quería competir. No me podía sentir peor ni tener más aprensión por todo”. Carey Stone, dos veces campeón de Moto GP. Y como tantos otra víctima de la alta exigencia, antinatural, para tantos y tantas jóvenes.
La cultura del éxito, del llegar el primero… de que por la meta solo habrá de pasar uno o una para ser recordado, mientras tras él o ella llegarán todos quienes solo habrán ¿fracasado?
Con frecuencia se olvida al “pelotón” que se ha esforzado, que ha luchado, disfrutado incluso, que has superado dificultades y que, sin embargo, nadie reconocerá porque solo importan los laureles para quien… gane, y que, por cierto, a menudo tampoco satisfacen por todo un trayecto vital de renuncia, baja o distorsionada autoestima, todo muy alejado de una existencia normalizada y compatible con los altibajos propios de una vida humana en la que cabe bastante más que aquello de “el más difícil todavía”, aunque arrastren a las masas a la ovación y la pleitesía que duran tan poco.
Ahora nos hablan de un “nuevo fenómeno”, en patinaje sobre hielo, y se refieren a la jovencísima patinadora de 15 años, Kamila Valieva, que debe hacer “maravillas” sobre el hielo y que, oh, inconveniente en el laudatorio comentario, ha sido pillada por dopaje.
Y ¿nadie se va a responsabilizar de haber dopado a una niña?... por muy fenomenal que patine y evolucione sobre el hielo. Estamos hablando de una niña.
En julio de 2021, Hugo Millán, un niño de catorce años, se estrelló conduciendo una moto en una carrera oficial. También se trataba de un niño.
Hace una semana, el tailandés Kusuwán, de 17 años, se mató en el transcurso de una carrera de motos en la que participaba. Volvemos a hablar de otro niño…
Antonio García Gómez es socio de infoLibre