Personas

Francisco Goya Santesteban

¡Qué difícil resulta, a veces, creer, confiar en las personas. ¿Cómo no sentir el desencanto, la pena y la tristeza? La sociedad actual, con un exceso de información, donde podemos conocer qué pasa en cualquier parte del mundo prácticamente al instante,  sin embargo es cada vez más individualista y cerrada a los demás.

Resulta difícil cuando vemos constantemente en los medios de comunicación, las consecuentes del comportamiento humano, la guerra, siempre cruel, siempre injusta, que además de causar mucho sufrimiento a quienes la padecen directamente, agrava tensiones y problemas anteriores causados en muchos casos por la codicia humana por el afán de poder, de riquezas, de influencia. 

En demasiadas ocasiones, solo vemos el bosque, (los conflictos, los problemas, lo negativo de las personas), lo percibimos como amenazador, peligroso. La sociedad, la geopolítica,  la economía, las empresas, la clase política en general, su comportamiento e intereses, son magnitudes, comportamientos que no siempre comprendemos (en ocasiones porque deliberadamente se intenta confundir) otras veces, señalamos la luna y solamente percibimos el dedo, no porque nuestra inteligencia no alcance, si no porque no tenemos la información o nos sentimos manipulados.

Los problemas sociales, los conflictos, las desigualdades, la enfermedad, cuando están presentes de forma constante, provocan que nos insensibilicemos, que nos volvamos individualistas, que nos olvidemos del día a día de personas concretas con nombre y apellidos, que lo están pasando mal. Sin embargo, hay muchas personas que de forma anónima tratan de hacer la vida un poco más fácil a quien tienen alrededor. Estas acciones suelen pasar desapercibidas.

Cada día, veo personas que hacen su trabajo de forma callada, profesional y amable, que intentan ayudar, ya sea una camarera que te sirve en la mesa con una sonrisa cuando tú no puedes, un compañero que te sube el café, alguien que llama solo para preguntar cómo va el día; adolescentes que, con una sonrisa, te preguntan cómo estás o profesionales que con excelente profesionalidad y gran amabilidad son capaces de atender a otras personas, dejando siempre aparcados sus propios temores y conflictos. 

No entendemos nada y no tenemos  medio, en demasiadas ocasiones, de separar la verdad de lo que son falsedades y manipulaciones. No vemos y aprendemos del diferente, no nos enriquecemos con el contacto sino que tenemos miedo y nos encerramos y miramos con desconfianza a todo y todos y hacemos caso únicamente a aquello que sirve para confirmar nuestros temores, e ideas previas, del resto nos desentendemos y dejamos las decisiones en manos de personas con pocos escrúpulos que un día dicen una cosa y al día siguiente la contraria,  pero cuyas decisiones nos afectan a todos, en muchas ocasiones de forma cruel, y, los conflictos, las preocupaciones nos ahogan y no encontramos salida. 

En ese momento, merece la pena parar y mirar a nuestro alrededor, quizás encontremos esa mano amiga que nos ayude y nos dé lo que necesitamos.  De ahí la importancia, cada vez mayor, que concedemos a la salud mental y la relevancia que tiene que personajes públicos de todos los ámbitos hablen con normalidad de ello. Pese a que a que hay momentos en los que da la sensación  de que  el mundo nos supera, siempre es posible encontrar solidaridad, ayuda, apoyo. A veces un cambio de rumbo puede resultar lo más adecuado cuando el camino que seguimos, ya sea personal o profesional, no tiene más salida, pese a que sea doloroso lo que dejamos atrás. 

Sirva esta carta como modesto homenaje personal a aquellas personas que toman la decisión, valiente, de salir de una vida que, con sus altibajos, puede resultar cómoda, o la de aquellas personas que se ven obligadas a huir, a buscar nuevos rumbos. En el mundo pese a la injusticia, la violencia, la desigualdad, las frustraciones personales y laborales,  hay muchas manos y voluntades solidarias. Antes que con el miedo, el odio al diferente o la imposición de la fuerza, me quedo con la solidaridad, la de aquellas personas que en los pequeños detalles y en las grandes causas, siempre están dispuestas a ayudar. En mi modesta opinión la importancia está en las personas, las decisiones de unas pocas pueden condicionar nuestras vidas, pero en última instancia, cada uno de nosotros podemos escoger. La ventaja de vivir una sociedad democrática es que las personas, con todos nuestros defectos y errores, podemos escoger y no todo es lo mismo. Es posible hacer cosas en favor de otros, es posible un mundo más justo, y solidario, es idealista y quizá ilusorio, pero yo sigo creyendo en la sociedad y en las personas. A veces es posible cruzarse en el camino con personas cuyo único interés es hacer la vida más cómoda a las personas que pasan por su lado. Por mi parte me quedo con ellas. Por difícil que sea una situación (una pandemia, volcanes, problemas económicos, guerras, etc.). Siempre es posible encontrar solidaridad, amor, cariño, amistad, compromiso y comprensión. Las mezquindades, intereses, los cálculos políticos, aún a costa de la ciudadanía, en mi opinión solo dan más valor a cada persona.

Francisco Goya Santesteban es socio de infoLibre

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