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Ni a setas ni a Rolex

Jesús María Frades Payo

El lector habrá recordado el chiste sobre un recolector de setas que, en el bosque, disiente ante el hallazgo de un reloj lujoso por un colega, ya que lo considera mal obrar si lo recoge al no ser el motivo de la cosecha. Y al lector algo avezado, el reloj le habrá traído a la mente al primo del alcalde de Madrid. Este parece que hizo el primo como primer edil de la primera ciudad de la Península que acaba de ser declarada “isla energética” y que quizá habría de calificarse también como isla de la corrupción. Es verdad que tampoco están exentos de tal lacra en otros países situados hacia los cuatro puntos cardinales.

La presunción de inocencia es un derecho que se debe respetar por cualquier demócrata con una sacralidad laica, valga el oxímoron. Pongo este aviso para advertir de que el caso acaba de ser denunciado y tiene aún la tinta sin secar, de modo que no hay más que algunos indicios y muchas especulaciones. Pero este asunto puede tratarse como un tema, haciéndolo más amplio, y servir para criticar, sin pisar la línea roja de la injuria o la calumnia, es decir, de la ilegalidad, lo que estos días vamos conociendo: actitudes y hechos despreciables por quiénes, a quiénes, y cómo los hacen.

Sí es una realidad que la Fiscalía Anticorrupción ya ha interpuesto una querella por delitos de estafa y blanqueo, admitida por el juez de instrucción de Madrid, contra los comisionistas de mascarillas desenmascarados, y ha propuesto incluso el embargo de algunos de sus bienes comprados con el sudor del de enfrente. Si bien los querellados tienen sus nombres, se destaca, y no sin acierto, que uno de ellos es hijo del duque de Feria, y que se prodiga mucho por las revistas de la casquería. Su sucio socio, Luceño, es también un ejemplar para exponer, en una jaula no muy separada, como simio trepador ya desde el parto al arrimarse al buen árbol genealógico; de hecho, en 1 de 50 su reputación, era de mentiroso profesional y lo mantiene, pues según la Fiscalía se llevó cinco veces más que el otro al engañarlo con el reparto de las comisiones. Se ha destacado, incluso ensombreciendo el hecho principal, el disfrute del lucro amasado en un golpe por ambos comisionistas. Así, hemos conocido el dispendio en coches y relojes de lujo, un casoplón, vacaciones e incluso en un yate bautizado como Feria. A este tocante, quizás pensó imitar la “originalidad” del Aifos, el que le puso la Armada al velero para las regatas de  Juan Carlos I invirtiendo el nombre de la Reina, pero, ¡ay!, tendría a la Airef hasta en remojo.

Lo más escandaloso de todo este repugnante caso es la actitud del alcalde Almeida, y me estoy refiriendo no a sus declaraciones “autoexculpatorias”, lógicas por otra parte, de las que el juez nos sacará de dudas, sino a las que hizo refiriéndose al destino que ambos sujetos le dieron a sus comisiones. Dijo Almeida: “Pero desde luego que, de haber sabido que el dinero acabaría en la compra de yates y coches, no se habría firmado”. Eso es más que un lapsus del alcalde, pues está insinuando que sabía del trato con esos dos comisionistas, pero que nunca le hicieron saber el uso, y los desprecia cual nuevos ricos de pelotazos con el ladrillo o con la droga, muchas veces de gusto hortera, “ostentóreo” y comprando purasangres como “Impirioso” en palabras de uno de ellos, Jesús Gil.

Pero no, señor Almeida, no es el problema el uso de ese dinero. Si se hubiese entregado al Domund, la gravedad sería la misma. La comisión, según lo sabido, es inaceptable por abusiva, inexplicable, injustificable e innecesaria. La situación del momento no veo tan claramente que agrave el presunto delito dado que nunca debería darse. Ni el abuso por parte de esos tipos ni la falta de control por la otra tiene por qué pensarse que en otra ocasión hubiera sido menos inaceptable. Hay muchos legajos en los archivos donde se recogen hechos similares de épocas normales y el lamento general contra la corrupción el algo que ya se ha convertido en letanía.

Estamos ya en el momento de regular esas situaciones especiales con algunas medidas que las arbitren para que la urgencia no se traduzca en inseguridad y, mucho menos, en descontrol.

Lo que sí tiene de significativa la práctica es un vínculo con el nepotismo. Del latín “nepote”: sobrino, nieto, deriva esa palabra empleada para ciertos abusos por el parentesco, y de eso ha habido y hay numerosísimos ejemplos. Probablemente, por antonomasia el más representativo de la Historia sea el de nuestro paisano el papa Alejandro VI, que fue sobrino de otro Papa quien lo creó cardenal. A su vez, es bien sabido que el católico Borgia fue poco ortodoxo y nunca ocultó a su prole, llegando a crear también a su hijo César cardenal. 

Volviendo a estos tiempos, casos muy notorios de abusos parecidos por el nepotismo, sea por cuna o por poder, y en las comisiones ilegales, los hemos tenido con el Director de la Guardia Civil Luis Roldán, y con el que recibe el epíteto de Emérito, lo que me hace dedicarle con total merecimiento el calificativo de “Benemérita” a Dª Sofía. 

Todos los citados se han aprovechado de sus apellidos y/o de su posición para obtener unos beneficios totalmente inmerecidos, pues sus gestiones no parecen haber ido mucho más allá de llamadas telefónicas para hacerse valer, por lo que se ha contado. Ni siquiera esos comisionistas han corrido un cierto riesgo aportando su dinero como si hacen los intermediarios cuando también especulan en los negocios. Aquellos amasan fortunas en pocos pasos: los de las llamadas de móvil aunque hoy día no se cuenten de esa forma. Si no son muy ricos, son avaros aspirantes, y si trepan, con fría indiferencia ponen sus calcaños sobre extraños como si fuesen útiles peldaños. Normalmente confirman el conocido refrán: “el dinero llama al dinero”, si bien con una interpretación restringida, pues no se trata de negocios inversionistas. El denominado “Principio de Mateo”, que reza: “Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene”, y que también en el evangelio de Lucas aparece, puede asimismo interpretarse con una exégesis libre, paralelamente a como se hace para temas muy diversos ajenos a la religión, como con el citado refrán. Lo ganado ilegalmente es robado a otros.                                              

Existe también una comisión de investigación en el Ayuntamiento madrileño por otro negociazo del estilo en el que el comisionista es un Ayuso, hermano de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Hasta el momento, el presunto del unto hace honor al significado de su apellido según el DLE: debajo, y no ha sido localizado, esperándose su comparecencia el 25 de abril. Es otro caso de los que exhalan el mismo tufo y cuya vinculación es, por tanto, la línea directa. Lo paradójico fue la consecuencia de la denuncia verbal. Elucubrando con una Mitología Madrileña de todo a 1 euro, el exitoso asesor de Isabel Ayuso, cual Urano, parece que logró que dos aceitunas de García Egea cayesen en el giste de una cerveza, haciendo que emergiese con “fuerza nueva” la abanderada de esa libertad de tomar cañas, Afrodita tabernera, provocando la caída de Pablo Casado y toda la dirección del PP. Veremos si el juez dicta condenas o no porque solo ha habido víctimas “colegaterales”, valga el palabro.

Se están apuntando algunos otros nombres, hasta de personal del Gobierno, como implicados en comisiones por las compras urgentes obligadas durante la pandemia, pero aún no se asemejan por lo aportado, ni de lejos, a los que ya están en las manos en que deben estar, y habrán de aclararse de todos modos. 

Confiemos en la Justicia para conseguir que los que hayan incurrido en esos delitos carguen con las penas que se les impongan, sean quienes sean, y que se extiendan las investigaciones para descubrir las implicaciones que puedan haberse dado entre los dirigentes de los organismos públicos y sus parientes, de forma que paguen con la responsabilidad que se les asigne, sirviendo de escarmiento para ellos y de disuasión ante futuras posibilidades. Estamos ya en el momento de regular esas situaciones especiales con algunas medidas que las arbitren para que la urgencia no se traduzca en inseguridad y, mucho menos, en descontrol.

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Jesús María Frades Payo es socio de infoLibre

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