Superar la nación fingida
Cada vez más aislado interna e internacionalmente, Nicolás Maduro adquiere la figura del autócrata carnavalesco; disfrazado de guardia nacional, o al menos eso parecía, en una de sus últimas comparecencias, amenazaba a los opositores e insultaba a políticos que le piden transparencia sobre los resultados electorales.
Venezuela se encuentra en un momento crítico para su porvenir. En mi particular opinión, creo que la desaparición política de Maduro, mediante métodos democráticos (aunque no del partido que dirige), es necesaria para encauzar el futuro político del país por cauces consensuados.
La crisis política y económica de Venezuela no comenzó con Chaves y Maduro. No era una país ideal que ha sido destrozado por estos dos políticos. La crisis actual es la culminación de un proceso que comenzó mucho antes, quizá en 1922 en el campo de la Rosa cuando un chorro de aceite negro comenzó a fluir incontroladamente.
No ha sido el petróleo sino la mala administración de su inmensa riqueza monetaria lo que jodió a Venezuela, respondiendo a la siempre presente pregunta de Zavalita: ¿Cuándo se jodió Venezuela?
Así lo pensaba, en mi opinión, el novelista y ensayista venezolano Arturo Uslar Pietri, en su exposición de la situación en Venezuela en dos ensayos titulados La Nación Fingida, escrito en los años 50 del siglo pasado, y Venezuela Hoy, escrito en los años 80, además de dedicar libros al mismo tema como el Hacer y deshacer de Venezuela de 1962 y otros sobre la educación en el mismo país.
La Nación Fingida
“Construida con petróleo transitorio se alza en Venezuela una nación fingida. De calidad tan transitoria como el petróleo con que está construida su apariencia. No más verdadera que una decoración de teatro. El petróleo no nos ha servido para transformar la nación real sino para disfrazarla”, decía Uslar Pietri en el los años 50 del siglo pasado.
“No hay exageración en decir que hemos utilizado el petróleo para construir una nación fingida, la apariencia de una nación, añadía el ensayista: Todo el exterior vistoso y resonante, sin nada de lo interior, sólido y verdadero. No hemos utilizado el petróleo para aumentar nuestra riqueza permanente, sino para gastarlo en fruición, goce, despliegue, comodidad y apariencia”.
La crisis en Venezuela es la culminación de un proceso que comenzó en 1922 en el campo de la Rosa, cuando un chorro de aceite negro comenzó a fluir incontroladamente
No debieron gustar mucho en su propio país estas lúcidas apreciaciones de Uslar Pietri, ni parece que se le hiciera mucho caso para cambiar el rumbo que el ensayista proponía.
Todo era artificial en la Venezuela que veía Uslar Pietri, la agricultura, la industria, la población, tan artificial como su poder adquisitivo. “En el sentido más material de la palabra, vivimos de la importación. Importamos casi todo lo que necesitamos para vivir. Sin la importación no tendríamos con qué vestirnos, ni con qué comer, ni con qué transportarnos ni con qué curarnos”.
Para el pensador venezolano esa era la gran cuestión, la única cuestión de vida o muerte que el destino había planteado a los venezolanos de entonces. Hacer con el petróleo una nación real (y a los de hoy, añado).
Lamentaba Pietri el pintoresco debate político de los años 50: “Los hombres de ahora tienen engolfado el país. Cuando la hora sería de despertar, de destruir mentiras, de la unidad de acción, y de una bolivariana salvación de la nación”.
El ensayo Venezuela hoy de finales de los 80
Uslar Pietri vivió toda su vida preocupado por el desarrollo de Venezuela. A finales de los 80 del siglo pasado escribió otro ensayo titulado Venezuela hoy en el que reitera sus preocupaciones y ofrece soluciones, coincidiendo con una crisis petrolera de aquellos años.
“Hubiera sido mucho esperar que esa súbita abundancia (por el petróleo) hubiera podido manejarse con prudencia y buen cálculo de inversiones y resultados. Se formó una mentalidad de campamento minero y se gastó sin tasa ni medida en todas las formas imaginables. Una parte, ciertamente, se destinó al desarrollo del país, pero no en la proporción y forma que hubiera sido necesaria para asegurar un crecimiento fuerte y sano. El resto que fue lo más, se lanzó a manos llenas a todas las formas imaginables de consumo improductivo y del hedonismo” sigue pensando y denunciando al final de su vida el pensador venezolano.
¿Quiénes son los culpables de la situación que describe?, se pregunta Pietri. “Desde luego los hombres y los partidos que han gobernado Venezuela en los últimos treinta y tantos años; pero aunque es grande y decisiva su responsabilidad, ellos no actuaron solos y a espaldas de la colectividad nacional. Los venezolanos de una forma u otra participamos en ese trágico carnaval. La burocracia parásita, los empresarios que encontraron lucrativo y fácil vivir de favores del estado, todos los que de una u otra forma se beneficiaron de ayudas, préstamos sin base, dádivas, subsidios de toda índole con la varita mágica del dólar barato”.
Pietri lamenta que fueron pocas voces las que se alzaron contra aquella loca carrera al desastre, y que, además, esas voces no tuvieran eco.
Sin embargo, el pensador venezolano sigue esperando que las cosas cambien, fiado en el potencial educativo y humano de Venezuela : “Será el gran momento de pasar de la triste y lamentable situación de parásitos del petróleo a la de productores de riqueza, con la utilización sagaz de nuestros recursos y oportunidades y la aplicación sin desmayo de nuestra capacidad de producir y crear”, concluye Pietri.
Treinta años después de este ensayo del pensador venezolano, todo ha ido a peor, en mi opinión. Es el momento de que los venezolanos, oyendo a sus propios pensadores, construyan la nación real próspera y sin desigualdades que todos deseamos para Venezuela.
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Julián Lobete Pastor es socio de infoLibre.