Las tres almas de las derechas (2)

Jesús Pichel

El Gobierno de coalición, con el apoyo de sus socios parlamentarios, ha legislado básicamente en tres direcciones: la protección social —eso que se ha llamado el escudo social: los ERTE durante la pandemia, la reforma laboral, la subida de las pensiones, la excepción ibérica, el aumento del SMI, etc.—; la normalización de las relaciones con el nacionalismo independentista catalán para rebajar el enfrentamiento —los indultos y la reforma del código penal respecto a la sedición—; y el reconocimiento y la extensión de derechos —de las mujeres, de personas transexuales, de enfermos terminales, de las víctimas del golpe de Estado, la Guerra Civil y la dictadura franquista, por ejemplo.

Tres direcciones que, respectivamente, soliviantan a cada una de las tres almas de las dos derechas.

Para los neoliberales no son soportables las medidas de protección social que, inevitablemente, o bien se financian con subidas de impuestos, o bien con mayor endeudamiento. En cualquier caso, entienden, son medidas que benefician a unos con el dinero de todos.

Aún más claro es el uso de un significante vacío hecho lema: 'derogar el sanchismo', que en ningún caso se ha explicado en qué consiste (más allá de un genérico 'echar a Sánchez')

Para el nacionalismo españolista, no son soportables ni el apoyo recibido por los nacionalistas (e independentistas) periféricos, sobre todo de Bildu, ni los cambios legislativos que benefician a los independentistas, ni la Ley de Memoria Democrática que reconoce y dignifica a las víctimas del franquismo (franquismo que está en sus propios orígenes ideológicos).

Para los conservadores, cercanos a los dictados de la Iglesia Católica, no es soportable que se naturalicen conductas y se reconozcan derechos que, desde sus principios morales, ni son naturales ni pueden ser derechos.

En La Razón Populista, el excelente texto de Ernesto Laclau, se detallan dos elementos fundamentales de la estrategia de los populismos: la construcción de un sujeto político a través de la dialéctica amigo/enemigo y el uso de significantes vacíos, es decir, de términos o expresiones suficientemente ambiguas como para que distintos colectivos las entiendan de distinta manera. Y ambos elementos se han hecho visibles en la estrategia del PP durante la legislatura: las acusaciones de okupa, gobierno ilegítimo, enemigos de España, etc. han culminado en un nuevo lema, o Sánchez o España. Y aún más claro es el uso de un significante vacío hecho lema: derogar el sanchismo, que en ningún caso se ha explicado en qué consiste (más allá de un genérico echar a Sánchez).

Probablemente, derogar el sanchismo se entienda de distinta manera en cada una de las tres almas de las derechas: quizá los neoliberales lo entiendan como la derogación de los escudos sociales y de las subidas de impuestos; quizá el nacionalismo españolista entienda que se derogarán los beneficios a los nacionalistas periféricos y la memoria democrática; quizá los conservadores entiendan que lo que se derogará serán todas esas leyes que entran en contradicción con sus principios morales.

Y quizás cada uno de esos grupos prioricen su propia comprensión y la antepongan a las otras dos, incluso si estuvieran de acuerdo con ellas. O sea, la peor interpretación del fiat iustitia, pereat mundus (hágase justicia, aunque se hunda el mundo).

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Jesús Pichel es socio de infoLibre.

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