Votar bien
"Lo importante de unas elecciones no es que haya libertad, sino votar bien"
Mario Vargas Llosa
Cuando a principios del siglo XX estaba punto de implantarse en el Reino Unido el voto universal (masculino), la aristocracia y las élites económicas estaban muy preocupadas, ya que, si todo el mundo iba a poder votar, tenían el lógico temor de que desaparecieran sus exclusivos privilegios. Pronto se hizo evidente que no iba a ser así. Por alguna razón, muchos votantes defendían el statu quo, aunque les perjudicase, aunque pudiera irles mucho mejor si las cosas fueran de otra manera.
La propaganda de los partidos políticos pretende hacernos creer que tienen como único objetivo los intereses de España y de los españoles. Sin embargo, la realidad de España y la de sus ciudadanos es muy diversa y los intereses de los diferentes grupos sociales no sólo no suelen coincidir, sino que más bien pueden ser completamente divergentes. Un ejemplo evidente podría ser el del salario mínimo interprofesional, una subida importante beneficiará a muchos trabajadores, pero perjudicará la competitividad o los márgenes de los empresarios. Otro ejemplo, la política fiscal, mientras que para alguien con una gran fortuna lo mejor serán bajos impuestos al patrimonio, a las sucesiones, a las rentas del capital; para un trabajador por cuenta ajena, usuario habitual de los servicios públicos, lo que le conviene es que el caso anterior o las grandes corporaciones contribuyan en su justa medida para que la sanidad, la educación, y los servicios públicos en general, estén bien dotados. No es cierto que se pueda representar al mismo tiempo los intereses de todos, precisamente porque son contrapuestos. A la hora de decidir, unos partidos apoyan unas medidas y otros las contrarias, porque cada uno prioriza los intereses de una clase social determinada.
En este sentido, cabe pensar que todas las clases sociales están representadas en el espectro político. La cuestión es qué partido representa a quién. Si consideramos la sociedad dividida en términos del reparto de la riqueza nacional, grosso modo, podríamos hablar de tres grandes grupos:
- El 10% más rico de la población (4,7 millones de españoles) posee el 57% del total de la riqueza nacional (aproximadamente 4.450.000.000.000€) lo que representa un patrimonio medio de 950.000€ por persona. Pero el 1% (470.000) posee el 24% del total de la riqueza nacional (1.900.000.000.000€), un patrimonio medio de 4 millones de euros, aunque incluso en este privilegiado grupo se producen también grandes diferencias, ya que como sabemos en España hay algunas fortunas que se cuentan por miles de millones de euros.
- El 50% menos favorecido de la población (casi 24 millones) se reparte un 7% de la riqueza (546.000.000.000), lo que supone un patrimonio medio de 22.750€.
- Un 40% (19 millones), la clase media, se reparte el resto, un 36% de la riqueza (2.800.000.000.000€), un patrimonio medio de 147.000€.
A la hora de decidir, unos partidos apoyan unas medidas y otros las contrarias, porque cada uno prioriza los intereses de una clase social determinada
(Naturalmente, hablamos de cantidades medias y cuando hablamos de riqueza incluimos todos los activos, viviendas, cuentas, acciones, bonos, fondos de inversión, etc.)
A partir de estos datos, podemos tratar de deducir qué partidos representan a cada grupo, es decir, qué partidos, aunque proclamen que les mueven los intereses de todos, en realidad defienden los de cada una de esas clases sociales.
Si atendemos a la propaganda de los partidos o a las proclamas de muchos conocidos periodistas y medios de comunicación, cabría pensar que en España los intereses de las grandes fortunas y de las grandes corporaciones no están representados. También podríamos llegar a creer que lo que interesa a ese 50% de españoles que se reparte tan solo el 7% de la riqueza nacional es la supresión del impuesto de donaciones y sucesiones y el del patrimonio y la bajada de los impuestos a las rentas del capital. O que negar la ciencia para poder continuar polucionando a base de quemar combustibles fósiles no es lo que conviene al beneficio inmediato de la gran industria, sino al ciudadano común.
Hablando de votar bien, sería muy oportuno que, al contrario de lo que sucedía en aquella Inglaterra de principios del XX, cada cual sepa discernir de entre el ruido quién representa sus verdaderos intereses y quién disimula con proclamas sobre la libertad o la patria para ocultar su verdadera naturaleza.
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Juan Pedro de Basterrechea es socio de infoLibre.