Antonio Maíllo (Lucena, Córdoba, 2 de noviembre de 1966) es coordinador federal de Izquierda Unida, partido en el que es miembro activo desde sçus 18 años, además de ser militante del Partido Comunista de España. Licenciado en Filología Clásica, ha desarrollado su carrera profesional como profesor de educación secundaria. Ha alternado la docencia con sus cargos orgánicos en diferentes responsabilidades, tanto en el partido como en la administración. En esta entrevista reivindica dar la batalla cultural contra la derecha desde “un lenguaje sencillo que conecte con los sentimientos populares de la mayoría social”.
“El Gobierno de coalición vive un momento complicado. Pero la clave para conocer la salud del Gobierno la tiene el propio Ejecutivo en la toma de decisiones y actuaciones que debe realizar. Hay un momento complejo donde los presuntos casos de corrupción que han salido en el Partido Socialista, en una parte del Gobierno, deben, lejos de paralizarnos, acelerar el proceso de reformas en orden a dos objetivos: la democratización del Estado y las medidas anticorrupción que deben acompañar a esa democratización. Y, por otro lado, una aceleración de políticas sociales que deben tener en la vivienda la clave de unas posiciones políticas mucho más audaces de las que hasta ahora ha habido, o lo que es lo mismo, política de vivienda vinculada a la intervención en el mercado. No hay otra solución para parar los precios y, por tanto, para que la población empiece a sentir que la vivienda no es ese agujero negro que consume todas las energías de las mejoras salariales que tienen los trabajadores y trabajadoras. Según como actúe el Gobierno, así se garantizará lo que dijeron y queremos, que es agotar la legislatura”.
“Vamos a llegar dentro de nada al ecuador en un momento de aceleración histórica donde el Gobierno ha tenido que resolver, no solo el acuerdo de investidura, es decir, las medidas a las que cada ministerio se tiene que comprometer en función del acuerdo de inicio de legislatura, sino también hechos sobrevenidos. Eso ha normalizado algo que para nosotros es importante, que es la discrepancia y el establecimiento de un debate político que saque las mejores conclusiones. Yo destacaría un hecho que ha sido de manera progresiva, pero que es significativo respecto a las condiciones materiales de la clase trabajadora de nuestro país, y tiene que ver con la subida del salario mínimo nada más y nada menos que de 348€ más. Y creo que ese esa medida es una de uno de los buenos termómetros del gobierno”.
“El hecho de establecer unas medidas más vinculadas a la obligación de sostener y blindar el carácter público de los servicios esenciales es uno de los grandes retos ante una hegemonía de los gobiernos autonómicos del Partido Popular, que están reventando las costuras de la sanidad pública, de la educación pública y, por tanto, ante los que la Administración del Estado tiene que intervenir. Me parece que es fundamental para terminar la legislatura con un balance muy satisfactorio. Yo creo que en estos momentos debemos centrarnos en las medidas anticorrupción. Izquierda Unida ha presentado 35 medidas anticorrupción con una ley anticorrupción integral que obligue a poner el foco no solo en los corruptos sino también en los corruptores. Prohibir a las empresas corruptoras y a sus directivos que puedan tener acceso a contratos del sector público si son condenados por corrupción o a la devolución del dinero robado como medida necesaria. Estas medidas dan una señal clara a los sectores sociales que apoyan al gobierno de que vale la pena seguir apoyándolo. Y que vale la pena seguir construyendo lo que yo llamo un gobierno de esperanza democrática frente a la amenaza autoritaria y reaccionaria del Partido Popular y de Vox. Pero ahí ya no se le combate levantando el espantajo, sino haciendo políticas que dificulten y desactiven las causas que provocan la adhesión de sectores sociales que no tendrían que estar con ellos y que, sin embargo, se adhieren y se identifican con los espacios de la derecha y del autoritarismo”.
“La corrupción tiene un elemento consustancial al propio sistema económico en el que vivimos, donde el principal valor es el dinero. Cuando tú tienes un sistema en el que el principal valor es el dinero, la corrupción viene acompañada porque la búsqueda del lucro, sea legal o ilegal, está en los objetivos sistémicos del propio sistema. Hemos decidido que el principal elemento, el sistema, se llama capitalismo, es decir, un movimiento en el que el capital es el centro de la vida. No se llama humanismo, no se llama socialismo, no se llama comunismo, no se llama cualquier otro término que tenga que ver con el bien común. La corrupción ha sido uno de los grandes agujeros de las democracias liberales. Tiene que ver con las políticas económicas, con los valores de la sociedad y con la tentación de unas prácticas que corroen y desintegran la propia democracia, entendida como poder del pueblo. No solo eso, rompe algo más, roban algo más que dinero, roban los sueños comunes de la propia sociedad que se desanima, que se desvincula del bien común, del proyecto común y que además esa corrupción es caldo de cultivo para la aparición de salvadores que posiblemente sean más corruptos que los mismos corruptos a los que ellos deciden”.
“Izquierda Unida es el testigo histórico en el desarrollo de la democracia española, de una impotencia que es que desde hace 30 años hemos propuesto en el Congreso de los Diputados medidas contra la corrupción; planteamos la limitación de los aforamientos, la reforma de la ley electoral, de la ley de financiación de partidos, de la concentración en las responsabilidades de los corruptores y no sólo de los corruptos, de la prohibición de las empresas para licitar a los contratos del sector público si se demuestra la corrupción, y fueron negadas. Son medidas que ahora mismo aportamos, pero que fueron rechazadas constantemente, unas veces por el Partido Popular y otras veces por el Partido Socialista. Ahora es un buen momento para recuperar esas leyes que permitan lanzar un mensaje a la sociedad de recuperación de un gobierno y un Parlamento que responde a las aspiraciones de una sociedad hastiada y decepcionada. Y que quiere actuaciones contundentes. Y en ese sentido hemos presentado el documento de 35 medidas que suponen creación de nuevas leyes, modificación de otras e incorporación y enmiendas a otras que están actualmente vigentes pero que entendemos que son insuficientes”.
“Parte del mundo judicial está operando en la vida política. Es evidente que hay jueces que están interviniendo y que están haciendo política. Los jueces, si quieren hacer política, que se presenten a las elecciones. No hay que desdeñar nunca la voz muy autorizada de quien yo creo que es el gran dirigente de la derecha española, José María Aznar, cuando dijo ‘el que pueda hacer que haga’; no se está refiriendo solo a la derecha política, se está refiriendo a la derecha económica, a la financiera, a la mediática, a la judicial, a la de los servicios de información, incluso si me apuras a los cuerpos de Seguridad del Estado. No vamos a hablar de generalización, pero la instrucción del juez Peinado llega ya al esperpento máximo con respecto a Begoña Gómez o al ministro Bolaños. No tiene ninguna base objetiva, pero genera ruido y la impresión de que el Gobierno está acorralado. Hay una doble vara de medir por parte de quien debería ser muy escrupuloso en los procedimientos de instrucción judicial, en el desarrollo de investigaciones. Debemos tener conciencia del momento que vivimos con respecto a cómo resolver la clave política de un sistema que tiene en el Poder Judicial y en el sistema judicial los terminales de funcionamiento que son descaradamente parte y no juez, como debieran ser”.
“Nosotros apostamos en estos momentos por agotarla. Hay muchas tareas que quedan pendientes. Y creo también que hay que ser respetuosos con la voluntad popular. En julio de 2023 hubo una gran movilización en nuestro país cuando Feijóo estaba ya repartiendo ministros y ministras. Cuando Abascal estaba pensando que iba a ser vicepresidente del Gobierno y la sociedad democrática, la sociedad progresista y de izquierdas se movilizó para evitar un gobierno de derecha y de extrema derecha. Y creo que esa movilización merece no solo un respeto. Merece que se responda a esa expectativa, a la construcción de una esperanza. Tenemos que recuperar la esperanza de la gente progresista y de izquierda. Tenemos que reconectar con gente que está más distanciada y que espera las actuaciones de nuestro Gobierno. Para eso hace falta tiempo y hace falta una sacudida en estos momentos, un inicio de una nueva etapa de legislatura que empieza ahora. Después de esta semana pasada de convulsión que ha sacudido como nunca el panorama político del país. Y para ello tenemos que cumplir con nuestra obligación de llegar a 2027 con un relato y con un cumplimiento de obligaciones. Y en estos momentos ¿qué hay que hacer, huir, asumir una derrota o arremangarse y dar respuesta a las demandas sociales que hay con respecto a la lucha contra la corrupción, la profundización del Estado, el desarrollo del enclave plurinacional y una agenda social que conquiste derechos para que la gente sienta que vive mejor de lo que vive en estos momentos?”
“La propuesta de Trump y de la OTAN de subir al 5% del Producto Interior Bruto el gasto de defensa es una medida en la que Izquierda Unida ha presentado su radical oposición por varias razones: porque el 5% del PIB supondría una ruina presupuestaria. Voy a poner un ejemplo. Yo soy docente y tengo desde la conciencia de que era estudiante, la aspiración de que nuestro país en democracia alcanzara para los presupuestos educativos el 5% del PIB. 47 años después de la proclamación de la Constitución Española no hemos conseguido llegar al 5%. Esto da una idea de las dimensiones colosales que supondría y del cambio de prioridades políticas que supondría haber aceptado el 5% del PIB de la OTAN. Pero no se trata solo de rechazar un porcentaje que sería una ruina presupuestaria. Se trata también de disputar y de impugnar el mensaje que viene de los Estados Unidos y la OTAN, de que la mejor seguridad es la escalada bélica, el gasto militar y una construcción nueva de guerra fría. Porque eso no solo no da seguridad, sino que va a generar inseguridad en el espacio europeo”.
“Nosotros no hablamos de porcentaje del PIB. Está mal el 5% porque es un disparate, pero tampoco ningún otro porcentaje. Nosotros queremos abordar un debate de seguridad sobre el que tenemos una propuesta como Izquierda Unida que valore un sistema de seguridad integrado y autónomo en Europa, que sea de carácter cooperativo, que garantice la paz desde el concepto de seguridad compartida en todo el continente, desde Lisboa a Moscú. Evidentemente eso hace incompatible la existencia de la OTAN. Mientras tengamos a la OTAN como elemento subyugante, Europa estará subordinada a los intereses de Estados Unidos. Estados Unidos lo que pretende es que Europa le financie el déficit comercial a través del aumento del gasto militar. Nosotros saludamos la negativa al 5% del PIB, pero creo que tenemos que abrir en España un debate sobre para qué tenemos que estar en la OTAN. Para nada. Es un sistema de seguridad fracasado. No es capaz de impedir el genocidio que está cometiendo Israel sobre la población palestina o la guerra de Ucrania, o los ataques violando el derecho internacional a países como Líbano, Siria o Irán. Y se constata también que la Unión Europea ha perdido la bandera de la defensa de los derechos humanos. Todavía estamos esperando que en el Tratado que tiene la Unión Europea con Israel se aplique la cláusula condicionante de que, si no se respetan los derechos humanos, se rompa cualquier tipo de vínculo con Israel tras la política de exterminio que aplican sobre la población de Gaza”.
“Ahora mismo, la OTAN está demostrando que está sometida a un matón con mucho poder, como el presidente de los Estados Unidos, que ya ha anunciado como capo mafioso que España va a pagar su negativa a aumentar el gasto en defensa del 5% del PIB. Trump amenaza a España porque España no comparte y además se resiste a ese aumento del gasto. Y ante esa situación, yo creo que en España tenemos que situarnos con mucha firmeza en nuestra posición que, como digo, tiene que ver con un sistema autónomo europeo. La geopolítica es la que es y vivimos en un continente que llega hasta los Urales, que ningún mapa puede cambiar. Sobre ese espacio euroasiático tenemos que establecer nuestros mecanismos de seguridad. Defendemos un modelo de seguridad europeo autónomo. Por tanto, es incompatible con la OTAN. Aún más, porque la OTAN está bajo la égida de unos Estados Unidos cuyos intereses geoestratégicos ya no es que no sean coincidentes con los europeos, sino que pueden ser contradictorios. ¿Qué hacemos en una alianza que se salta el derecho internacional, que está al pairo de lo que decidan los Estados Unidos? ¿Y qué hacemos aceptando bases militares norteamericanas como las de Rota y Morón, con tropas del Ejército de los Estados Unidos? Imaginemos que tenemos un conflicto de una disputa diplomática o de cualquier otro tipo con Marruecos y que Estados Unidos se posiciona con Marruecos. Tenemos una gran debilidad y es que las bases militares norteamericanas en Rota y Morón pueden operar en contra de los intereses de la soberanía de nuestro país. Por tanto, yo creo que adquiere relevancia que la sociedad española cuestione, se niegue y proponga la salida de España de la OTAN y el mantenimiento de las bases norteamericanas para convertirlas en bases de uso civil, solidario y de ayuda humanitaria”.
“La experiencia de Unidas Podemos y la experiencia Sumar están superadas. Hay que abrir un nuevo proceso político de frente amplio con una voluntad unitaria. Reconectar con los millones de personas que votaron el 23J a Sumar y están ahí esperando. Un proceso político que nos movilice, que construya mínimos acuerdos programáticos de qué proyecto de país tenemos. Y para eso tiene que participar mucha gente y no solo gente que pertenece a organizaciones políticas, sino gente que a título individual quiere aportar, también en el proceso democrático de elección de quienes nos van a representar en el nuevo ciclo a través de unas primarias en las que se adscriba gente organizada, no de partidos políticos, a título individual y que suponga un nuevo proceso de reconexión y de movilización popular. Empoderar el proyecto alternativo y seguir adelante. No esperar, sino empezar a hacerlo. Presentar un proyecto que suponga la recuperación de muchos sectores populares que ahora están en su casa y que anhelan que haya una esperanza democrática en clave progresista y de izquierda firme en nuestro país, que defienda los intereses de clase. Nuestro proyecto representa a toda esa gente cuya fuerza de trabajo la exponen a cambio de un salario, que eso es lo que nos une a millones de personas en nuestro país, en los intereses de clase”.
“Nosotros lo hemos dicho muy claro: método. Significa que acordemos unas reglas del juego de cómo alcanzar los acuerdos programáticos y, por tanto, un mínimo común que se presenta en elecciones y que no invalida que cada organización tenga en algunos aspectos elementos diferenciados. Método para establecer los acuerdos. Resolución democrática de los desacuerdos. Votación de esos programas y votación a través de primarias de las personas que nos tienen que representar. Las diferencias se superan no por imposiciones de liderazgos más o menos fuertes o de partido más o menos fuerte, sino por un método democrático de decisión. Y a mí me parece que ahí está la clave, no solo ya para resolver el próximo ciclo electoral, sino para consolidar un proyecto sólido que deje de estresar a nuestra gente. Nuestra gente no puede estar cada año con la aparición de un nombre diferente. Ahora nos llamamos de una forma, después nos llamamos de otra. Ahora es momento de tal y después pasa el momento de tal otro. En esa política posmoderna nosotros, como Izquierda Unida, no encajamos muy bien, la verdad. Debe ser sustituido por un proceso colectivo y búsqueda del bien común”.
“Desde Izquierda Unida siempre hemos defendido, y no todo el mundo lo ha entendido, que tenemos que hablar con todo el mundo. ¡Cómo que no vamos a hablar entre gente con la que tenemos una coincidencia en términos programáticos sobre modelo de país, aunque podamos tener diferencias de grado, de ritmo! Las relaciones, por tanto, con Compromís, han sido correctas, de respeto. Nos gusta respetar mucho los tiempos de cada organización y hemos asistido con cierta con preocupación al debate que ha tenido Compromís. Pero siempre celebraremos todas las propuestas que vayan en una tentación centrípeta, de unificar, de acercarse, y nos preocupará y no compartiremos la tentación centrífuga, la contraria, que es cada uno salvándose, pensando que salvándose uno se salvan todos. Y ese es el gran error ahora mismo en la sociedad. Es importante saber dónde estamos, qué nos jugamos, qué es lo que viene después de un escenario de desmantelamiento del Gobierno o del espacio de la izquierda alternativa en términos de país. Respecto a la otra formación política, ellos mismos, me parece que están desarrollando un lenguaje muy agresivo y hostil, poco pacífico. Y, sinceramente, o creamos condiciones de al menos respeto –aun desde la discrepancia–, o no estamos dando un buen ejemplo de coherencia a la población a la que queremos representar”.
“Yo no comparto en modo alguno esa estrategia, pero no soy yo quien le tenga que decir a nadie lo que tiene que hacer. Nosotros sabemos lo que tenemos que hacer. En Izquierda Unida sentimos que hay mucha población que coincide con el análisis y la responsabilidad que estamos teniendo. Con nuestra actitud de arremangarnos y no obviar los problemas ni alejarnos, y con una cosa muy importante, respetar la inteligencia de la gente y contar la verdad. El trumpismo, que además de un proyecto reaccionario autoritario, es una técnica comunicativa que está penetrando también en espacios que se dice que no tienen nada que ver con la derecha autoritaria y reaccionaria. Allá cada uno con las seducciones de las claves comunicativas. Pero nosotros, como Izquierda Unida, nunca vamos a caer en la trampa de ningún trumpismo comunicativo, porque al final estás jugando a los mismos mecanismos y códigos de quienes van a arrasar con todo”.
“Yo soy profesor de un instituto de enseñanza de educación secundaria. Efectivamente, hay gente que ve que el discurso gamberro, vamos a decirlo así, lo marca la extrema derecha. Perciben que el antisistema es la extrema derecha y la izquierda es lo institucional, lo destituido. Primero hay que desmantelar la idea de que los jóvenes están atrapados y seducidos por la extrema derecha. Con carácter general no es así y menos las mujeres. Puede que parte de los chicos. Hay un sustrato de género ahí muy identificado. Posiblemente habrá que modificar mucho las técnicas comunicativas. Pero nunca hay que renunciar al respeto, a la reflexión compleja. Por experiencia propia, a una chica o un chico de 16 o 17 años, 18, lo que peor le puede sentar es que alguien lo trate de manera paternalista. Y ahí hay que tener mucho cuidado, porque a veces la izquierda es muy subida en su sapiencia. En su lenguaje ciertamente elitista te puede dar una idea y si es por ahí, tenemos perdida la batalla. Tenemos que recuperar el lenguaje directo, sencillo. ¿Qué les diría? Que piensen por sí mismos. Que no se dejen llevar por el último titular que les venga, que no se dejen seducir por el impacto de un mensaje, sino que, con toda la información que reciban, saquen sus propias conclusiones, las propias, las de ellos”.
“Es tremendo que se desprestigie la bondad, la esperanza, la solidaridad, el bien común. Pero esto forma parte de la batalla ideológica. En el lenguaje también hay una gran batalla y por eso es tan importante la reflexión que hacía anteriormente cuando decía que la izquierda tiene que utilizar un lenguaje sencillo que conecte con los sentimientos populares de la mayoría social. Hay que reivindicar con orgullo el bien común, hay que reivindicar con orgullo el ser de izquierda, la visión solidaria. Hay que reivindicar con orgullo a las personas que han elegido vivir en este país por razones económicas, pero que contribuyen a dar riqueza a nuestro país, como son las personas migrantes, hay que reivindicar con orgullo integrarlas en nuestro país como ciudadanos, que además tienen más mérito que nosotros y nosotras”.
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