Cristina Monge (Zaragoza, 1975) es una politóloga de amplísima formación y trayectoria. Es licenciada en Ciencias Políticas y Sociología y doctora por la Universidad de Zaragoza, donde imparte clases de Sociología. Desarrolla su actividad investigadora en varias instituciones y preside la fundación Más Democracia desde el año 2020. Se ha especializado en calidad democrática, sostenibilidad y transición ecológica. Su labor divulgativa se extiende en colaboraciones en diversas tertulias y en medios como infoLibre. En esta edición de Cómo lo ve, Monge explica, entre otras cosas, por qué se llama a Vox ultraderecha y no ultraizquierda a Podemos o Sumar: “Contienen elementos programáticos propios de la socialdemocracia europea de comienzos del siglo XXI. Defensa de lo público, acceso a la vivienda, salarios dignos, lucha contra la precariedad, y en los últimos años la crisis climática. Si esa es la extrema izquierda, el arco político se ha derechizado muchísimo”, explica.
“En Gaza se cumplen ya todos los requisitos para poder hablar claramente de un genocidio. Un genocidio que estamos viviendo en este siglo XXI, cometido por quienes lo sufrieron en el siglo XX. ¿Qué podemos hacer? Creo que es importante e interesante ese primer y tímido paso que Europa ha anunciado estos días en orden a revisar los acuerdos que tiene con Israel. Pero es un primer paso súper tímido. Europa no puede seguir mirando hacia otro lado en este tema. No puede seguir dividida. Y creo que ahí ha sido importante la presión del Gobierno de España, porque es de los que, de momento, lo ha tenido más claro y han ido empujando. Hay que tomar acciones de carácter económico, político, diplomático, que dejen claro que Israel no puede seguir haciendo lo que está haciendo con el pueblo palestino. Como sociedad debemos movilizarnos. Hay una pregunta que me tortura: ¿Cómo les vamos a explicar a nuestros hijos y a nuestros nietos dentro de unas décadas que asistimos en primera persona a un genocidio y fuimos incapaces de reaccionar? La movilización es importante, que el conjunto de la clase política reciba la presión de la sociedad es fundamental”.
“Esa petición de Trump de incrementar hasta un 5% el gasto en defensa creo que no tiene mucho sentido. Si los Estados miembros europeos, España entre ellos, deben revisar efectivamente sus políticas y sus estrategias en materia de seguridad, tienen que hacerlo con diferentes perspectivas. Está casi todo por hacer desde un punto de vista común. Creo que se ha equivocado el orden de los términos. Se ha hecho famoso el eslogan de que tenemos que gastar en defensa más, mejor y juntos. Y a mí me gusta darle la vuelta. Tenemos que repensar las políticas de defensa juntos, desde un punto de vista global de la Unión. Juntos evitaremos duplicidades. Y si hiciera falta gastar más, veremos cómo, cuándo y en qué condiciones. No vayamos a caer en la trampa de decir que vamos a incrementar el gasto de defensa para que sea Estados Unidos el principal beneficiario de que compremos más armamento. Lo importante es, primero, partir de un concepto amplio de seguridad que incorpore no solamente las cuestiones de defensa, sino también de crisis climática, de ciberseguridad, etcétera. Y en el ámbito europeo no consiste en gastar más, sino en gastar primero juntos”.
“Hay ejércitos enteros de máquinas y de personas contaminando la conversación pública con diferentes formas y métodos. Hemos tenido un ejemplo con el tema del apagón, un asunto complejo que fue aprovechado de manera inmediata por quienes buscan contaminar esa conversación pública. Por ejemplo, se ha culpado a las energías renovables y a esa supuesta falta de inercia que generan en el sistema eléctrico. Estos días atrás hemos conocido un primer informe del Ministerio de Transición Ecológica donde certifican que había inercia suficiente en el sistema y que, por lo tanto, eso no fue la causa del apagón. Pero, desde el minuto cero, tanto medios de comunicación como buena parte de la ciudadanía exigíamos ya saber lo que había pasado y estábamos dispuestos a creer a cualquiera que pusiera que pusiera un tuit diciendo generalmente una ocurrencia. Y en muchos casos, esas ocurrencias [tienen] una intencionalidad clara: desinformar, generar ruido, culpabilizar al Gobierno, culpabilizar a las energías renovables”.
“Es un caso de libro. Yo creo que lo estudiaremos en las facultades, lo tiene todo. El otro día, Iñaki Gabilondo, en una mesa redonda que se celebró la Biblioteca Nacional con motivo del inicio de un ciclo sobre periodismo, hacía una reflexión. Decía que ante los bulos y la desinformación tenemos que volver a reivindicar –y, de alguna forma, a fortalecer y a ratificar– nuestro compromiso personal con la honestidad. Ante temas complejos como este, conforme vamos conociendo diferentes informaciones y hechos contrastados, podemos ir virando nuestra forma de verlo y nuestra forma de interpretarlo. Y creo que eso es sano. De hecho, el conocimiento científico funciona mucho de esa manera. Es algo que todavía tenemos que entrenar mucho más como sociedad. Tenemos que entrenarnos en la duda, en la paciencia. Y tenemos también que recuperar ese sano hábito que es escuchar a quien sabe de cada tema. El que es experto en sistema eléctrico no tiene por qué ser experto en los cónclaves papales, por ejemplo”.
“Dicen los expertos en estos temas que la desinformación tienen que tener dos requisitos. Primero, una información falsa, y segundo, tener intención de dañar algo o alguien. En España, por ejemplo, estamos viendo casos de desinformación que van con una intención clarísima de dañar, digamos, al ecosistema del ámbito de la izquierda de una manera más clara; en concreto, al Gobierno, y más específicamente, a la figura del presidente del Gobierno. Uno de los elementos que componen este tipo de técnicas de ataque es la personificación. Puede tener efectos electorales. Pero cuando se generan determinadas campañas de desinformación, también se pueden volver en contra de quienes las han puesto en marcha. No tenemos en estos momentos unas medidas, una medición que nos indique que ese tipo de campañas están erosionando de una manera clara al Gobierno. Ni siquiera a la figura de presidente del Gobierno. Pero va generando una lluvia fina que al final, efectivamente, puede calar y, sobre todo, genera una enorme desconfianza en el conjunto de los actores democráticos”.
“Este Gobierno se ha enfrentado ya a casi todo: una pandemia, la erupción de un volcán, el estallido de una guerra en la puerta de Europa como es Ucrania. Y ahora mismo, a un genocidio o a un apagón por primera vez. Está acostumbrado a lidiar con las crisis. Por otro lado, en materia de resultados de gestión, las cifras económicas son buenas. En diversos informes se certifica que hay unas buenas cifras macroeconómicas y eso es muy interesante para cualquier Gobierno. Ahora bien, siguen existiendo malestares de fondo, descontentos. Seguimos teniendo un problema con la desigualdad, que es cierto que se va achicando, pero sigue siendo muy importante. Seguimos teniendo retos claves como puede ser la vivienda, como puede ser la precariedad en el empleo, esa figura que llamamos de trabajadores pobres, cuyo salario no les permite vivir con unos mínimos cubiertos. Así que creo que este Gobierno está utilizando muchos recursos en defenderse de todos los ataques que le van llegando de un sitio y de otro, y necesitaría también activar de una forma clara una estrategia más a la ofensiva en lo que importa la vida de la gente, en esa desigualdad y en lo que tiene que ver con la revolución digital, con la crisis climática, con el nuevo panorama geopolítico”.
“Un congreso se convoca generalmente con dos objetivos, renovar ideas o renovar liderazgos. O las dos cosas. En este caso parece ser que este Congreso no se ha convocado con la idea de renovar ideología, al menos en los grandes temas, como cuál es la relación que quieren tener con la ultraderecha. Eso está quedando fuera del debate y de las ponencias para no incomodar a territorios que aprueban presupuestos con los votos de la ultraderecha. Podríamos pensar que se convoca para renovar liderazgos. Sin embargo, en estos momentos no hay una oposición al señor Feijóo que pueda disputar la presidencia del partido. Lo que sí que existe es una sensación de que necesita reforzar su equipo. Feijóo tiene un problema muy importante en la valoración. Encuesta tras encuesta se va demostrando que entre los votantes conservadores cada vez tiene una valoración un poquito peor. Aznar le ha dado ya un primer aviso diciendo que tiene que entusiasmar a los propios. Y el Partido Popular lleva desde el año 2017 incumpliendo sus estatutos, que indican que hay que convocar esos congresos”.
“Ese espacio necesita reinventarse, volver a ilusionar a los suyos, a conectar con un sector muy importante del ámbito progresista y probablemente más allá. Cuando nacieron tenían un discurso de transversalidad. Su vocación inicial era salir de ese rincón donde muchas veces había estado esa parte de la izquierda. De hecho, se autodenomina la izquierda a la izquierda del PSOE y por lo tanto está permanentemente pendiente de cómo le va al PSOE. Uno no puede definirse en relación a otro. Esos partidos se llamaron a sí mismos la nueva política. Una parte de la sociedad y de sus votantes han percibido que han cogido los peores vicios de la vieja política, las rencillas personales, dedicar más tiempo a hablar de sus cosas que de las de la gente. Esa enorme movilización e ilusión que generaron de una nueva política ahora mismo se ha tornado en decepción y en frustración. También la que se deriva de no haber sido capaces de cumplir sus promesas de una nueva política. Hay tiempo suficiente para que todas esas personas, esos liderazgos que hay allí y todas las bases que en muchos territorios siguen activas continúen pensando cómo se puede recomponer todo eso, aborden este tipo de debates y tomen decisiones inteligentes”.
“Primero, han sido comicios con alta participación electoral, tanto en Hungría como en Portugal. La política sigue importando mucho. Segundo, han ganado las opciones europeístas, pero por los pelos. Y tercero, ha ganado clarísimamente la derecha. No hay consuelo para las izquierdas en ninguna de esas elecciones y creo que es importante hacérselo mirar. La izquierda necesita reconsiderar algunas de sus estrategias. El caso portugués es especialmente llamativo porque hay que recordar que estamos aquí después de que el presidente Costa dimitiera acusado por supuestos elementos de corrupción que todavía no se han probado. Esta convocatoria electoral venía por unas posibles sospechas de corrupción por parte del actual presidente y sus empresas, y sin embargo, el electorado no lo ha castigado, solo a la izquierda”.
“Relevantes son todas. Porque el discurso xenófobo, contra la inmigración, contra la ciencia y el conocimiento, contra el cambio climático, contra el feminismo, todo eso es muy venenoso para el conjunto de la opinión pública. En primer lugar, y de forma muy clara, el desmantelamiento de la Administración pública norteamericana, que es algo en lo que quizás aquí nos estamos fijando menos, porque consideramos como más interno suyo, pero que tiene unas consecuencias tremendas en la asistencia sanitaria, en la calidad de la educación, en las políticas públicas. Por otro lado, también repercute en las organizaciones multilaterales, la Organización Mundial de la Salud y organizaciones de Naciones Unidas, sobre todo de ámbito de cooperación al desarrollo. Son especialmente crueles con los más débiles, con los migrantes que acaban de llegar a Estados Unidos, con mujeres víctimas de malos tratos, con personas que tienen problemas por tener una opción sexual diferente a la heterosexual”.
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