La ansiosa 'rentrée'

Llega septiembre, con sus coleccionables («primera entrega, dos con noventa y nueve»), la chavalería volviendo al cole y la dichosa rentrée cultural. Cada gremio tiene sus fiestas patronales. Para los libreros, creo, hay tres días en el año que relumbran más que el sol: las novedades de otoño, la campaña de navidad y la octava que va de Sant Jordi a la Feria del Libro. En el mercado del arte somos más frugales y nos conformamos con dos: septiembre, con su aluvión coordinado de inauguraciones, y ARCO y sus constelaciones.

Miren, el gallery weekend es un invento centroeuropeo (berlinés, vienés) la mar de apañado: las galerías de una ciudad se organizan para inaugurar la nueva temporada al unísono (y en horario extendido) con la esperanza de atraer visitantes (coleccionistas, comisarios, críticos y demás especímenes culturales) venidos desde los confines del imperio. En lo patrio, tenemos la agenda apretada: del 11 al 14, Apertura Madrid; del 18 al 21 el Barcelona Gallery Weekend; el 20, la Nit de l'Art en Palma y del 26 en adelante los prolongados fastos del Abierto Valencia.

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Como mi pereza no conoce límites, me pregunto si es conveniente tanto atracón. Quiero pensar que sí, que el respetable regresa de sus distracciones vacacionales con ganas de zambullirse en la rutina cultural, que despierta de su letargo veraniego. También, estos eventos tan concurridos nos proporcionan unas jornadas de encuentro entre profesionales y aficionados cuya reunión —quitando el par de citas de rigor de cada año— es complicada por cuestiones geográficas y laborales. Me preocupa, sin embargo, la urgencia ansiosa que ha terminado por impregnar el arranque de temporada. Más cuando, en este mundo hiperconectado, no sé qué necesidad tiene uno de reentrar tan decididamente en algo de lo que jamás termina de salir.

Hay que ver todo y hay que verlo pronto. Hacer el check aquí y allá, dejarse ver en cada una de las estaciones del viacrucis (lo contrario se considera una descortesía) y deglutir una veintena de exposiciones en un par de jornadas. «¿Qué te ha parecido Apertura este año?», «Un poco flojo, ¿no crees?». Hará unos meses, Ianko López publicaba en Vanity Fair un artículo sobre la «fair fatigue», novedosísimo síndrome que aqueja a los visitantes resabiados de Art Basel o Frieze, y cuyo síntoma principal es una cierta decepción porque el acontecimiento en cuestión «no les ha cambiado la vida». «No se me escapan los motivos por los que esto se dice», escribe López, «que tienen que ver con la nostalgia de unos días pasados que recordamos mejores». Hará un año, por estas fechas, me encontraba haciendo el postmortem del gallery weekend madrileño en conversación con un amigo con el que suelo compartir el paseo inaugural. No recuerdo quién de los dos evocaba las grandes ediciones que los dos teníamos en la memoria mientras el otro asentía. «Ese año inauguraba fulano en tal y mengano hizo aquella expo tan buena en nosedónde, ¿te acuerdas?». Por turnos, el uno ratificaba los argumentos del otro, sin considerar que —en aquellos momentos— no pasábamos de los veinticinco años y llevábamos una década menos de exposiciones en la retina.

Supongo que la excepcionalidad con la que se albardan algunas fechas del calendario es tierra abonada para el desencanto, sobre todo cuando estas citas se proponen como maratones en las que todo el pescado ha de ser vendido y consumido antes del domingo. Los premios institucionales, las adquisiciones públicas, los reportajes o las críticas, por algún motivo que se me escapa, no pueden ni esperar al lunes. Uno lo entendería si las exposiciones fuesen a desvanecerse una vez terminado el jolgorio, pero la que menos aguanta un mes y medio. Las lógicas del consumo y la espectacularización nos comen a dentelladas incluso cuando no hay necesidad de ello. Espero, en mitad de esta vorágine, encontrar la ocasión de detenerme delante de un cuadro más de dos minutos. ¡Crucemos los dedos!

Llega septiembre, con sus coleccionables («primera entrega, dos con noventa y nueve»), la chavalería volviendo al cole y la dichosa rentrée cultural. Cada gremio tiene sus fiestas patronales. Para los libreros, creo, hay tres días en el año que relumbran más que el sol: las novedades de otoño, la campaña de navidad y la octava que va de Sant Jordi a la Feria del Libro. En el mercado del arte somos más frugales y nos conformamos con dos: septiembre, con su aluvión coordinado de inauguraciones, y ARCO y sus constelaciones.

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