Los grandes artistas también fracasan: los trabajos no realizados de Christo y Jeanne-Claude

Recordarán que hace unos años el Arco del Triunfo quedó envuelto con una tela gris y azulada. El proyecto, ideado por Christo y Jeanne-Claude sesenta años atrás, se realizaba como homenaje póstumo. Las remilgadas alegorías bélicas (Napoleón lo levantó para celebrar su triunfo en Austerlitz) y el pastiche de órdenes arquitectónicos aguardaban hermosamente velados. Sus groseros perfiles quedaron transformados en una geometría nueva (el monumento, rehecho escultura; empaquetado como un bulto postal, amortajado por unos días) lograda gracias a la pericia de los ingenieros y a la audacia del binomio artístico más célebre del siglo veinte.

Comprenderán que no es fácil conseguir los permisos para envolver el icono más señero de los Campos Elíseos; tampoco el edificio del Reichstag o un pedazo de la costa de Sídney. Así que no creo que se sorprendan si les digo que la lista de proyectos inconclusos de Christo y Jeanne-Claude supera holgadamente la de los realizados. Aprovechando el aniversario de uno de estos fracasos, la galería barcelonesa Prats Nogueras Blanchard ha organizado La arquitectura de lo no construido, una exposición que recoge dibujos, collages, maquetas y materiales promocionales de proyectos no culminados. La muestra puede verse hasta mediados de noviembre.

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La efeméride que nos convoca cumple medio siglo: en 1975, se propusieron empaquetar el monumento a Colón situado frente al puerto de Barcelona. Tras un par de negativas, Pasqual Maragall terminaría por conceder la autorización en 1984. Tristemente, el pobre Cristóbal se quedó sin su envoltorio porque, para ese momento, los artistas andaban embarcados en otros proyectos que debían de resultarles más estimulantes. Christo y Jeanne-Claude solo realizaron una obra en España: en 1977, envolvieron el local de la antigua galería Joan Prats (sus herederas se fusionaron hace un par de años con la galería Nogueras Blanchard, dando como resultado el proyecto actual).

La arquitectura de lo no construido es una exposición interesante por varios motivos. El primero, porque nos permite acercarnos a la etapa germinal de unos proyectos llamados a ser monumentales. Las maquetas, los dibujos y los collages nos conceden una visión íntima y precaria de un proceso artístico que comienza con la sencillez del dibujo, no artificios megalómanos ni cálculos estructurales. En segundo lugar, la muestra recapitula un buen número de tentativas muy diversas, que nos permiten considerar la ambición y la particular inteligencia espacial y plástica con la que se desenvolvieron sus artífices. Algunas de ellas hubiesen conllevado la envoltura de teatros (los dibujos para la Dutch Mastaba [Project for Kröller-Müller Museum, Otterlo] 1973 o la maqueta del Wrapped Teatro Nuovo [Project for Spoleto] 1968), la interrupción del canal de Suez con un dique compuesto por quinientos mil barriles (The Wall in Suez Canal—500,000 Barrels Structure, [Project for a Temporary Monument between Israel and Egypt] 1967), una cortina que cerrase una rotonda milanesa (Curtains for Rotonda della Besana [Project for Milan], 1970) o la cubrición de un río (Over the River [Project for the Arkansas River, State of Colorado] 2006), de pasarelas y caminos (Wrapped Walk Ways [Two Parks Project], Sonsbeek Park, 1970 y The Daiba Project [The Floating Walkways at Tokyo Bay, the Walkways at Odaiba Park, the 147 Steps at Fuji Television Headquarters], 1996). Tratándose de trabajos preparatorios, sorprende el vigor del trazo, el color vibrante y la delicadeza material de estos artefactos. Mediante su venta, Christo y Jeanne-Claude consiguieron financiación para sus proyectos; también, a través de una variopinta producción gráfica, que va desde cuidadas ediciones numeradas hasta la impresión de pósteres y memorabilia.

Finalmente, podríamos decir que la exposición nos propone una reflexión en torno al non finito, que es el modo elegante de llamar a los trabajos que se quedan a medias, ya sea por falta de recursos, tiempo o energía. En el mejor de los casos, estos esfuerzos pueden terminar hilvanados en muestras tan sugerentes (y elegantemente armadas) como la que nos ocupa. En otros muchos, todos esos afanes se perderán en el fondo de un disco duro lleno carpetas con nombres de becas y concursos en los que no se tuvo demasiada suerte.

Recordarán que hace unos años el Arco del Triunfo quedó envuelto con una tela gris y azulada. El proyecto, ideado por Christo y Jeanne-Claude sesenta años atrás, se realizaba como homenaje póstumo. Las remilgadas alegorías bélicas (Napoleón lo levantó para celebrar su triunfo en Austerlitz) y el pastiche de órdenes arquitectónicos aguardaban hermosamente velados. Sus groseros perfiles quedaron transformados en una geometría nueva (el monumento, rehecho escultura; empaquetado como un bulto postal, amortajado por unos días) lograda gracias a la pericia de los ingenieros y a la audacia del binomio artístico más célebre del siglo veinte.

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