J.K. Rowling y el universo por ella creado no dejan de ser noticia… Desde hace un par de meses sabemos que en julio tendremos un nuevo libro de Harry Potter, y que nos reencontraremos con el mago 19 años después de haberlo dejado en su última aventura.
Otros personajes, sin embargo, no acudirán a la cita. La autora, dueña y señora de sus destinos, los mató en distintos lances, entre ellos, la Batalla de Hogwarts, cuyo aniversario conmemoramos el pasado 2 de mayo.
Con tal motivo, Rowling publicó este tuit:
"Un año más, es el aniversario de la Batalla de Hogwarts así que, como prometí, pediré perdón por una muerte. Este año: Remus Lupin".
Inmediatamente, los lectores desconsolados le reprocharon que no se disculpara por otros fallecimientos, y alguno hubo que, entre dolido e irónico, le negó el perdón "porque esta [muerte] me rompió el corazón".
Para añadir sufrimiento a la pena de los deudos lectores, Rowling añadió que nunca había planeado matarle, una explicación que difícilmente podría satisfacer a los seguidores del popular hombre lobo.
Lo maté porque era mío
La cosa tiene su busilis. Que un escritor mate a un personaje es de lo más habitual, sólo faltaría. Más raro es que se tenga que disculpar, algo que nos puede parecer fruto de estos tiempos interactivos en los que todo el mundo tiene una opinión y un cauce para explicarla y, peor aún: la capacidad de crear tendencias.
Hace un par de años, la web Dorkly publicó una carta presuntamente firmada por George R.R. Martin, autor de la saga Canción de Hielo y Fuego en la que se inspira Juego de Tronos. Harto ya de la acusación de "asesino literario en serie", Martin se desahogaba:
"¿Acaso ha habido jamás un escritor más malvado y asesino que yo?", se preguntaba. Y también: "¿Cuántos de ustedes han oído hablar del CONDENADO William Shakespeare?".
Porque su defensa estaba basada en un ataque al bardo. "¿Saben cuántos personajes ‘principales’ he matado yo en la serie de libros? Dos. Sí, exactamente. E incluso eso es discutible. Desde luego, los mutilo y desfiguro, pero rara vez prescindo de alguien absolutamente indispensable para la narrativa". Pero Shakespeare… "Ese tipo es un jodido psicópata", concluía. Bueno, no exactamente, que luego en la posdata mencionaba la Biblia, que es un no parar.
Luego se nos dijo que esa carta no era suya, pero resulta curioso comprobar cómo, al conocer la broma, muchos medios coincidieron en que decía lo que Martin podría haber dicho, aunque no fuera él quien lo dijera.
De hecho, el propio autor se explica en términos menos iracundos, pero con argumentos similares. "No creo que mate más que otros escritores de fantasía. Realmente, lo que me diferencia de ellos es que yo mato personajes que no se espera que mueran», ha asegurado. "En muchas de las fantasías más tradicionales, miras al final y cientos de miles de personas han muerto, pero son como extras. Dan poco juego, son personajes sin nombre que se introducen rápidamente y luego dicen 'Oh, sí, han muerto 10.000 hombres en esta batalla'. Pero ninguno de los seis tipos que te importan ha muerto. Ese es el motivo por el que intento agitar las cosas un poco".
Así que tenemos a una, Rowling, que pide disculpas (más postureo que otra cosa, me parece a mí: manera de seguir alimentando el mito) y a otro, Martin, que defiende su tarea sin remordimientos. Pero en este juego ninguno de los dos ha llegado adonde llegó Arthur Conan Doyle.
El regreso de Sherlock
La historia es conocida. El escritor estaba hasta la pipa de su personaje, que le había robado el protagonismo y coartado su ambición. "Holmes me impide hacer cosas mejores", se lamentaba. Así que en 1893 lo mató en las cascadas suizas de Reichenbach (y en la historia titulada El problema final).
Se abrió entonces lo que los admiradores del detective llaman "el gran hiato", ocho años de orfandad salpicados de lamentos que, lejos de disminuir, aumentaron (también las ofertas económicas que tentaban al autor) hasta el punto de que el investigador reapareció en 1902 para seguir el rastro a El perro de los Baskerville (1902), una aventura que no obstante se databa antes del fallecimiento del personaje. Para saber qué había ocurrido, los lectores tuvieron que esperar un año más, hasta la publicación de La casa deshabitada.
Lo maté porque era mío (y 2)
Insistimos: lo raro no es que un autor acabe con la vida de uno de sus personajes, ni siquiera de aquellos sobre los que gira la obra. Si acaso, lo es que liquide de un plumazo (nunca mejor dicho) al que había protagonizado una serie, y parecía destinado a pervivir. Doyle mató a Holmes por desesperación y envidia: la fama de su creación le había convertido a él, su creador, en un secundario.
Otros caen en el personajicidio por bien meditado cálculo. En este año tan cervantino, bueno será recordar que Miguel de Cervantes mató a su criatura (bueno, vale, la dejó morir en la cama) "para que otros autores no utilizaran el personaje posteriormente". Así lo sostiene el catedrático de la Universidad de Pensilvania Juan Fernández, y no habla a humo de pajas, ya que "en la segunda parte de la obra, Cervantes critica mucho el que le copiaran el personaje y lo mostraran como él no quería, como Fernández de Avellaneda, con quien tuvo problemas".
Si ésa era la intención, evitar que lo retomaran y lo desarrollaran "de forma fraudulenta", podemos emparentar la muerte de Alonso Quijano con la de Hércules Poirot, el sagaz a la par que risible detective de Agatha Christie, que tras convertirse en asesino por una buena causa, se sacrifica en la novela final de la serie. Sólo que…
Christie escribió Telón no en el ocaso de su vida física y literaria, sino unos treinta años antes, a mediados de los cuarenta. Y luego guardó el manuscrito en un cajón del que sólo saldría en 1975, cuando ella presentía su propia muerte. Dueña de su obra y de su personaje, acabó con Poirot en el mismo escenario donde todo había empezado con su primera investigación, El misterioso caso de Styles. Atado, pues, y bien atado.
¿O no? Desde luego, si su intención era que nadie lo retomara, fracasó lamentablemente. En 2013, la novelista británica Sophie Hannah anunció su intención de revivir al investigador belga, una resurrección bendecida por los herederos de la autora… y por una sustanciosa oferta económica. Una tentación, esa de recuperar personajes a despecho de lo que sus autores pudieran pensar o dejaran dicho, más que frecuente, como contamos aquí en su día.
R.I.P.
Lo cierto es que, sea por la razón que sea y nos guste o no, los autores pueden disponer del destino de sus personajes. Incluso cuando esos personajes son sus dobles casi exactos. Philip Roth lo ha hecho: en Sale el espectro, tras casi décadas de convivencia, el escritor acabó con su doble literario, Nathan Zuckerman.
"Tenía que terminar este ciclo, si no, yo habría podido morir y Zuckerman habría seguido allí", declaró el escritor, que en el momento de la publicación tenía ya 80 años. "Prefiero terminar con él que acabarme yo. Además, quería que muriera entes que yo para no caer en la tentación de utilizarlo en mis novelas".
En fin… hay, seguro, más ejemplos. Pero puesto que empezamos con J. K. Rowling, terminemos con ella (y la expresión no tiene intenciones homicidas).
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Se dice que en algún momento consideró la posibilidad de matar al mismísimo Harry Potter, pero que no lo hizo porque pensó que no podría soportar el sentimiento de culpabilidad, y de responsabilidad: ¿Qué pasaría con sus miles de admiradores?
También le pasó por la cabeza, allá por el quinto tomo de la serie la idea de acabar con Ron Weasley. ¿Por qué? "Por fastidiar", admitió. Pero su resentimiento no fue a mayores, "entre otras razones, porque no podía soportar la idea".
Tiene su lógica, al fin y al cabo, los autores son seres humanos y se encariñan con sus personajes, de los que acostumbran a decir que son como hijos. De ahí que una no pueda por menos que preguntarse si, en el momento de proceder, les ocurrirá lo que dicen que le pasó a Alexandre Dumas, que tras escribir la muerte de Porthos, se echó a llorar…
J.K. Rowling y el universo por ella creado no dejan de ser noticia… Desde hace un par de meses sabemos que en julio tendremos un nuevo libro de Harry Potter, y que nos reencontraremos con el mago 19 años después de haberlo dejado en su última aventura.