EN TIEMPOS DE REARME
Este artículo pertenece a En tiempos de rearme, una serie sobre mujeres y hombres que lucharon de una manera u otra por deslegitimar la violencia como forma de regular conflictos. Otras entregas:
El año en que asesinaron a Ferrer i Guardia (1909), a quien dedicamos la anterior entrega, la escritora y feminista almeriense Carmen de Burgos Seguí, Colombine (1867-1932), fue enviada a Melilla por 'El Heraldo de Madrid' a cubrir la guerra colonial que se libraba en Marruecos. Al tiempo, ABC fichó a Sofía Pérez Casanova para que redactase sus crónicas sobre escenarios de batalla del frente oriental de la Primera Guerra Mundial y de la Revolución Rusa, donde no estaba implicado el ejército español. Fueron las primeras corresponsales de guerra.
Fruto de la estancia de Colombine (la 'divorciadora', como la zahirieron los 'miguelestellado' de turno) fue la publicación de varios artículos, relatos y novelas. El sentimiento antibélico lo había ido larvando poco a poco. De 1900 es su cuento El repatriado (1900) que denuncia las consecuencias de la guerra de Cuba. Sitúa la acción en cualquier lugar y atemporalmente ("El día 20 de febrero del año 18... lució tristemente para los habitantes de la pequeña ciudad de X"), y junto a pasajes de un carácter más tópico en que se habla del horror de la guerra hay otros en que se alaba al estamento castrense y su imaginario. El conocimiento de primera mano de lo que supone una guerra, el conocimiento de la vida en los campamentos, las diferencias sociales… le aguzaron la percepción.
El mismo año que comienza a ejercer la corresponsalía, 1909, publica En la guerra (forma parte de Episodios de Melilla), donde hace un copioso uso de muchas de las citas antibélicas del Cuaderno manuscrito de la Escuela Moderna al que aludíamos al tratar de Ferrer. Que este libro de uso pedagógico fuera conocido por la almeriense dice ya mucho de por dónde iban algunos de sus intereses, pues no pasaba de ser una cartilla escolar de una entidad privada.
Colombine sirvió de enlace durante su estancia melillense entre los jóvenes soldados y sus familiares peninsulares, pues redactó muchas veces las misivas de los heridos, analfabetos o impedidos
Colombine sirvió de enlace durante su estancia melillense entre los jóvenes soldados y sus familiares peninsulares, pues redactó muchas veces las misivas de los heridos, analfabetos o impedidos. La descripción del horror de la guerra le valió, claro, la censura de ciertos comentarios vertidos en los artículos que regularmente enviaba a El Heraldo y éste publicaba en su columna 'Femeninas'. Los párrafos tachados los recuperaría en la novela que, años después, escribiría con la base biográfica de su experiencia africana.
Es menos conocido que Colombine fue traductora de León Tolstoi, pues vertió al castellano La guerra Ruso-Japonesa. El autor ruso estaba ya plenamente convertido a la no-violencia y, de hecho, ofreció a los doubojoris, a aquellos jóvenes que eran encarcelados por negarse a hacer el servicio militar en Rusia, un apoyo que va más allá del puramente teórico, pues cedió el dinero de su novela Resurrección para financiar la emigración en masa de estos insumisos rusos. A decir de José Luis Gordillo, es esta obra la verdadera novela pacifista de Tolstoi, mucho más que Guerra y paz, como tradicionalmente se considera.
Son muchas las luchas por atender. Mujeres como Carmen de Burgos nos han ayudado a avanzar en ellas
Poco se ha ponderado la importancia de la labor traductora a la hora de acercar sensibilidades, modelos y temas a una España siempre demasiado peninsular, en el rabillo de Europa. En este sentido, hemos de recordar la traducción que Margarita Nelken hizo en 1932 de la originalísima novela de Marcelle Capy Pasaron unos hombres, reeditada recientemente (ContraEscritura, 2017) y que mantiene su traducción, donde se trata de lo que sucede en un pueblo francés durante la I Guerra Mundial en la que los varones se han ido al frente. La nueva edición se completa con un brutal discurso de la autora titulado À bas les armes! (como la novela de Bertha von Suttner), toda una lección de antimilitarismo pronunciada en el transcurso de la Cruzada de la Paz organizada por la Liga Internacional de Combatientes por la Paz en 1932.
Su estancia en tierra extraña nos vale hoy también para analizar la mirada hacia sus congéneres marroquíes. Ocasionalmente, los comentarios se muestran ajenos a la visión androcéntrica tradicional, observándose una solidaridad de género que no hace distingos entre el "nosotros" y "los enemigos", si bien se observan las previsibles derivas paternalistas y etnocéntricas que contrastan con la sensibilidad que esta y otras autoras demuestran tener en otras visiones de la alteridad. Era la mirada de la época. La animalización de la que venía siendo objetivo “el moro” en la prensa desde el conflicto armado del año 1859 fue haciendo mella en esa incipiente “opinión pública”. Colombine remata su reflexión con un prejuicio grave: las moras no iban a la lucha por amor a los suyos, sino por odio al enemigo.
Feminismo no implica necesariamente pacifismo y estos dos juntos no presuponen pensamiento que hoy llamamos decolonial. Son muchas las luchas por atender. Mujeres como Carmen de Burgos nos han ayudado a avanzar en ellas.
No hay una Capy española, pero Colombine es seguramente la autora que más referencias antiguerra registra en sus escritos, y aun así es una ínfima parte en la obra de una mujer que escribió más que El Tostado. En el haber antibelicista tiene, además, El fin de la guerra y Confidencias de la guerra. A mayores, relatos cortos como Guerra a la guerra (forma parte de Al balcón, 1913), donde leemos: “Hace poco en la guerra de Melilla se decía que era antipatriótico combatir la campaña. ¿Acaso no eran más patrióticos los que se oponían a esa desdicha vergonzosa? Y todos callamos, de buen grado unos, otros por no poder publicar los artículos (como me sucedió a mí), y el absurdo se consumó, y el resultado escrito está en la conciencia de todos, aunque nos amordacen con encarcelamientos cuando se quiere hablar”.
Ver másFrancisco Ferrer i Guardia, antimilitarista con todas las letras (que son muchas)
Guerra a la guerra, por cierto, sería después el título del brutal foto-libro que Ernst Friedrich publicó en 1924 (traducido hace poco al castellano por la editorial Sans Soleil), que le valió la condena del estamento militarista de la época.
Debía venir de antiguo este potente eslogan, pues lo empleó Tomás Pérez González en la “Advertencia editorial” que precede a los 24 cuadros que componen Cuadros de la guerra de Concepción Arenal (1880), de quien próximamente hablaremos, y con él finalizaba un artículo publicado en El Socialista en pleno conflicto bélico de Cuba. La propia Carmen de Burgos tradujo como “héroes de la 'guerra contra la guerra” el bello calificativo que dedica Tolstoi a los desertores.
Hoy sigue con buena salud, repetido en todo tipo de movilizaciones y denuncias antibelicistas.
El año en que asesinaron a Ferrer i Guardia (1909), a quien dedicamos la anterior entrega, la escritora y feminista almeriense Carmen de Burgos Seguí, Colombine (1867-1932), fue enviada a Melilla por 'El Heraldo de Madrid' a cubrir la guerra colonial que se libraba en Marruecos. Al tiempo, ABC fichó a Sofía Pérez Casanova para que redactase sus crónicas sobre escenarios de batalla del frente oriental de la Primera Guerra Mundial y de la Revolución Rusa, donde no estaba implicado el ejército español. Fueron las primeras corresponsales de guerra.
Este artículo pertenece a En tiempos de rearme, una serie sobre mujeres y hombres que lucharon de una manera u otra por deslegitimar la violencia como forma de regular conflictos. Otras entregas: