Cultura

¡Todos a cubierta!

Imagen de libros.

Dice Irene Vallejo (El infinito en un junco: La invención de los libros en el mundo antiguo) que "en realidad, hasta el siglo XIX los títulos no empezaron a desarrollar su propia poesía y sus señuelos. Cuando se consolidaron los periódicos, el mercado, la competencia y, por tanto, la necesidad de llamar la atención del lector, los escritores se lanzaron a seducir ya desde la misma cubierta de sus libros".

De la importancia de una buena cubierta ya hemos hablado aquí, de ellas se dice que son "la tarjeta de presentación", la puerta (por donde entras) y ventana (por la que el contenido asoma) de los libros. "Creo que tiene dos funciones principales: representar un texto y venderlo", declaró el diseñador de cubiertas (y escritor) Peter Mendelsund, autor de Cover (Cubierta) y What We See When We Read (¿Qué vemos cuando leemos?). Tiene que sumar, añadir valor al libro y tiene que ser atractiva para que el lector potencial se fije en ella, y quizá compre la obra; es, al mismo tiempo, un recordatorio visual del libro y un recuerdo de la experiencia de lectura.

La cuestión es: ¿vale la misma tarjeta para presentarse en el mundo entero? Nos la hemos planteado al ver en librerías dos libros de reciente aparición que además (aunque esto no es central para el texto que está usted leyendo) firman dos enemigos acérrimos: Woody Allen y Ronan Farrow. ¿Y qué tienen en común estos dos, además del desprecio que les une y una familia dislocada? Que sus obras han sido publicadas en varios países del mundo conservando la cubierta original. No en todas las ediciones, pero sí en las suficientes como para preguntarse qué hace que una cubierta se convierta en una viajera de éxito.

En tu casa, no en la mía

Sobre el periplo de las memorias (apestadas) de Woody se ha escrito mucho, entre otras cosas, que Ronan amenazó a su editorial con dar un portazo si publicaba a Allen. Me lo recuerda Blanca Rosa Roca, editora de Roca Editorial, sello que ha traído a España Depredadores.

"Teníamos claro que debíamos hacer la misma que los americanos porque es muy buena", me dice, haciendo eso sí "las adaptaciones necesarias" a las que obliga el idioma de llegada y el cambio de título. No son fieles a una política general y única, las decisiones se adoptan caso por caso, tras analizar lo que creen más adecuado para sus mercados español y latinoamericano. En ocasiones, la decisión es fácil: una palabra que en España suena bien, pero es malsonante al otro lado del océano, desaparece; otras veces entran en juego factores menos evidentes; y en algunos casos, la decisión inicial se revela fallida y se corrige cuando el mercado te da la oportunidad de hacerlo.

Me cuenta Roca el caso de una novela traducida a varios idiomas, Eleanor Oliphant está perfectamente, de Gail Honeyman, para cuya edición trade optaron por una ilustración que también utilizó la edición polaca.

El libro no funcionó… ¿Culpa de la imagen elegida? No se podía descartar, así que, para la edición de bolsillo, recurrieron al diseño de la edición original, que aquí habían descartado porque les parecía que era un spoiler de manual. Lo del libro de Allen es otra cosa…

Aunque algún tiquismiquis se ha dado cuenta de que la tipografía que el neoyorkino usa en los créditos de sus películas no es exactamente la misma que la empleada para titular sus memorias, la similitud salta a la vista. "El tipo de letra es una Windsor, pero tienes que cuadrar las letras para que sea visualmente válido en una portada de un libro de un determinado formato. Pero son de la misma familia." Valeria Ciompi, editora de Alianza Editorial, asegura que nunca dudaron. "Nos pareció que la portada era tan Woody Allen que teníamos que respetarla". No hay imposición, asegura, si bien en algunos contratos se especifica la necesidad de someter la cubierta a la aprobación del autor. "A mí me ha llamado la atención que en Italia hicieran un diseño diferente, aunque de alguna manera también recuerda, utilizan una tipografía parecida, fondo amarillo, con unas gafas…"

Las editoras consultadas admiten que cada país tiene sus gustos; y cada editorial, sus criterios más las constricciones derivadas del formato del libro o del diseño de la colección en la que se encaja. Pero, en la era de internet y la globalización, más aún si estamos ante el lanzamiento mundial simultáneo de un autor muy relevante, respetar la apariencia original potencia enormemente la difusión, consigue que la obra sea más reconocible. Cosa distinta es, apunta Ciompi, cuando entre la publicación del libro y su traducción transcurre mucho tiempo: ahí, ese efecto se pierde.

Y luego hay un factor que explica la recuperada importancia de las cubiertas. "Tiene algo que ver con la revolución digital. Ha habido una especie de reducción en el libro físico en la era de lo digital ―afirma Mendelsund―. Hubo un momento en el que pensamos que desaparecería, y luego todos nos reunimos en torno a los activos del libro físico. Uno de esos activos es su materialidad como objeto, que puede ser algo hermoso, que puede tener este hermoso espacio paratextual en el que sucede todo esto. La portada es un lugar de encuentro para todos estos vectores diferentes".

El arte de cubrir bien

"Es cierto que cada vez estamos más globalizados y los mensajes se interpretan bastante bien en todos los contextos", coincide Rosa Llop.

Diseñadora e investigadora en el ámbito del diseño, Llop asegura que, cuando construimos un mensaje gráfico (y una cubierta lo es) hay que hacer dos cosas: una, crear un mensaje, pensar qué vamos a decir y de qué manera lo vamos a codificar; y luego, expresarlo. "Si haces una codificación de un mensaje de manera literal, es entendible por todo el mundo, pero si utilizas un sistema de codificación metafórica o por convención, estás sujeto a la interpretación cultural, una metáfora puede parecer universal, pero sin duda no lo es, y una convención obviamente tampoco".

De ahí se colige que lo que podíamos entender metafóricamente en un contexto occidental podría interpretarse de manera bien distinta en un contexto oriental, y viceversa. No es el caso del libro de Woody Allen, porque se estamos claramente ante un caso de convención. "Todo el mundo asocia esas cubiertas a sus películas porque él mismo se ha encargado de establecer ese código, asociar ese uso de la tipografía y del color, es como un sello. Ya hay una convención que se ha establecido entre él como emisor del mensaje y el resto, que lo interpretamos, y ese mensaje está claro, puede viajar por el mundo sin problemas". Ahora bien, si el lector no es fan del cineasta, si no conoce sus producciones, entonces no establece ninguna conexión.

Caso distinto es el de esos libros que se convierten en un icono y cuyas cubiertas viajan con ellos por todos los idiomas y mercados. "Muchas veces las editoriales utilizan esta estrategia, un libro que ha funcionado muy bien en un contexto y está muy asociado a esa cubierta, la conserva cuando llega al público español, o chino, o africano, porque se asocia directamente a ese autor, a esa novela o a ese texto". Y cita a modo de ejemplo las envolturas que caracterizan las obras de Jonathan Safran Foer (que han sido objeto de análisis y que, no obstante, también sufren mutaciones inesperadas, como se comprueba en esta serie).

Lo que no conviene a la colmena, no conviene a la abeja

Lo que no conviene a la colmena, no conviene a la abeja

Llop es autora de un estudio, Un sistema gráfico para las cubiertas de libros, cuyo asunto lo convierte en una rareza dentro del panorama editorial español. "Es una tesina sobre la construcción del mensaje gráfico, para poner aprueba la tesis sobre una posible sistematización del proceso de creación gráfica cogí un artefacto que fuera lo suficientemente contenido como para poder analizarlo." Qué mejor objeto de análisis que las cubiertas de los libros, un dispositivo gráfico limitado, con un número de elementos también limitado: tipografía, imagen, y poca cosa más. "Ahí podía poner a prueba todos los mecanismos de la construcción porque, obviamente, no sólo es limitado, sino que tiene muchísimo potencial expresivo, es un espacio pequeño, concreto, pero con un potencial de expresión brutal, y con una trayectoria y una historia excelentes".

Al término de su investigación concluyó que su apuesta por una posible estructura sobre la manera de construir un mensaje gráfico, esa primera estructura, esa primera aproximación, era válida, "pero obviamente el mundo de la expresión gráfica es gigante y mi contribución es minúscula. No hay una conclusión ―termina, riendo―, no hay más conclusión que ésta".

En cuanto al servicio que las cubiertas prestan a los libros… "No creo que un libro se compre por una portada ―asegura Ciompi―, pero a veces una portada atractiva puede trabajar mucho a favor del libro". Ocurre que de eso te das cuenta a posteriori… "Ya sabes ―concluye― que en la edición es todo muy azaroso".

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