Flamenco
“Con Enrique Morente se fue la creación”
Cuatro años hace hoy, exactamente, de la muerte de Enrique Morente. Con su marcha primero, y poco después, este febrero, la de Paco de Lucía, el flamenco se ha quedado solo, tremendamente solo. Cada uno con su fuerza, ambos fueron los brazos que empujaron la renovación del arte jondo, ese que al que Lorca devolviera el lustre y la dignidad, que ellos ensancharon y expandieron al mundo.
Reunidos en el corazón madrileño del cante y el baile, El corral de la morería, sus hijos Estrella, Soleá y José Enrique y su viuda, la bailaora Aurora Carbonell, arroparon este viernes a los artífices de Universo Morente, un libro que, aun sin poder serlo, quiere ser la publicación total sobre el cantaor granadino. Ingente tarea dada la magnitud de su obra, que abarcó varias décadas y que ellos han querido abordar tomando su discografía como columna vertebral. Los textos se acompañan además de centenares de imágenes, muchas de ellas procedentes del archivo familiar.
Presentación de 'Universo Morente'.
Editado por Amaranta Ariño, comisaria, el libro complementa una muestra paralela con más de 800 objetos personales desplegados en el imponente telón de fondo la vida del músico, La Alhambra de Granada. Dentro de ella, el Palacio de Carlos V, esa anomalía de modernidad en el ancestral recinto andalusí, sirve de apropiado marco para desplegar las piezas que, como la publicación, orbitan en torno a los discos de Morente. Entre ellas pueden verse hasta el 1 de marzo manuscritos, fotografías o la guitarra del cantaor, además de sus álbumes, incluidos dos póstumos, así como su primera grabación y los trabajos realizados con su sello Pobreticos.
Llamada igualmente Universo Morente, la exposición se complementa con obras de artistas plásticos y fotógrafos como Picasso, Alberto García-Alix, Ana Torralva o Mario Pacheco, impresas también en el libro, así como proyecciones de José Val Del Omar, Luis Mengs, Pepe Zapata o Imelda Ferrer. Una mezclade todo menos inopinada, la de aunar la música y los recuerdos que de ella permanecen con otras disciplinas. “A mí me gusta el arte en general”, afirmó Morente en una entrevista, un aserto que siempre llevó por enseña. “Antes, a los flamencos solo les gustaba el cante, pero eso ya ha cambiado y por eso nos vamos universalizando”.
Esa fusión que marcó su trayectoria, la de lo viejo y lo nuevo, la de lo flamenco y cualquier otro arte, dicotomías que para él no existían, ha sido trasladada al libro a través de los ensayos que lo componen, escritos por un abanico de autores tan variados como las influencias del cantaor: los periodistas y flamencólogos Miguel Mora, Balbino Gutiérrez, José Luis Ortiz Nuevo y Andrés Raya; el artista plástico Pedro G. Romero, la directora de la Alhambra, María del Mar Villafranca, el productor y escritor José Manuel Gamboa, el historiador del arte Antonio José Pradel Rico; el cantaor Miguel Espín; la propia Ariño y Aurora Carbonell.
El evangelio según Soleá
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Enrique y Estrella Morente en el objetivo de Ana Torralva.
Emocionada, esta última no pudo evitar soltar lo que llevaba dentro. “Enrique era un poeta, un creador: a mí ya no me va sorprender nadie con el flamenco”, dijo Carbonell, que convivió con Morente 35 años. “Con él se fue la creación”. “Su estela era única, te transportaba a una galaxia diferente, que era la suya. Para mí verle era siempre como una experiencia un poquito paranormal”, agregó Miguel Mora, uno de los colaboradores de la publicación, a lo que Pedro G. Romero añadió un comentario en forma de “hipótesis”: “Desde Antonio Mairena no ha habido una poética tan importante como la de Enrique Morente”.
Fervoroso del arte, o mejor escrito, del Arte, este no fue sin embargo más que una añadidura a la que fuera la primera devoción de Enrique Morente: su familia, que a modo de homenaje ofreció un pequeño espectáculo al finalizar la presentación. “Fue lo más grande que hizo”, aseguró José Manuel Gamboa. “Y después iba su obra, de la que siempre dudaba, porque él era un artista que siempre estaba creando”. “Enrique se merecía todo y muchísimo más”, concluyó Carbonell. “No solo era un cantaor: a mí me ha dado clases de honestidad, de todo lo bueno. Era un genio”.