Una Feria del Libro de Madrid “de la resistencia” en la que cuentan más los reencuentros que las ventas

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Los operarios montan casetas en el Retiro, los afanados libreros se dividen entre el mostrador de sus locales y las idas y venidas al parque madrileño, y los lectores preparan su lista de títulos deseados. No estamos en junio de 2019, ni en —ay— junio de 2020 o de 2021, sino en septiembre de 2021. Tras cancelar la cita en el primer verano del coronavirus y aplazarla en el segundo, los organizadores de la Feria del Libro de Madrid, la mayor del país y uno de los hitos del mundo editorial, respiran aliviados. Abren el 10 de septiembre y cierran el 16. Con menos casetas (se pasa de 360 a 320), con control de aforo de 3.900 personas, con limitaciones a las firmas de libros, sí, pero se celebrará. Y aunque la feria es también uno de los momentos de ventas más importantes del año (para algunas librerías, supone hasta el 30% de su facturación total), esta edición es distinta. Los organizadores la llaman “la feria del reencuentro” o “la feria de la resistencia”. Y los participantes lo secundan: no se trata tanto de lo material como de lo simbólico.

Lo explica Lola Larumbe, de la librería Rafael Alberti, en la capital: “Hasta el año 2019 la feria ha ido ganando más peso económico, y en junio era lo que te permitía aguantar un poco del bache de verano”. En aquella última edición, se alcanzaron los 10 millones de euros facturados (un 20% más que al año anterior) y los 2,8 millones de visitantes. Está claro que esas cifras no van a repetirse en 2021. Y no solo por el aforo: algunas librerías no podrán acudir por encontrarse en plena campaña del libro de texto, que también supone un pico en sus cuentas. Otros tienen miedo a un mal tiempo que no sería extraño estando en septiembre (aunque en las fechas habituales suele llover al menos un par de días). Otros están superados por el estrés: después de un mes de agosto en el que la industria entera cierra, ahora se encuentran con una avalancha de novedades que apenas pueden gestionar. Y pese a todo esto, siguen hablando de la feria con ilusión, como quien habla de un cumpleaños o de una fiesta familiar.

Porque tiene algo de eso. “Ayer fuimos a montar”, contaba el martes la librera Miren Elorduy, de Mujeres y Compañía, “y había un momento de piel de gallina, de ver a gente a la que hacía más de un año que no veías”. Con los lectores se han podido reencontrar desde la reapertura, primero con prudencia y después con entusiasmo. Pero a los autores, y sobre todo a las compañeras y compañeros, apenas les habían visto. “No nos encontramos solo en ferias, sino en premios, juntas o asambleas, y claro, ahora nada de nada”, dice Elorduy resignada. Así que eso de “la feria del reencuentro” no es solo marketing. “Me emociono solo de pensar en ella. Pensar en la feria es ese tipo de cosas que nos han mantenido ilusionadas. Para cualquiera que ha pasado estos dos años como lo hemos pasado, es un punto de alegría”, insiste la librera de Mujeres y Compañía. Lo mismo dice Pablo Bonet Ayllón, secretario del Gremio de Librerías de Madrid y de la comisión organizativa de la feria: “Salimos de la pandemia y salimos con unas ganas tremendas de volver a encontrarnos, no solo con los autores y los lectores, sino entre nosotros”.

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Así las cosas, las ambiciones de la feria son este año más bien afectivas. “Esta es una feria de circunstancias”, dice Lola Larumbe, “va a ser una feria en la que todos vamos a intentar apoyar, estar presentes, agradecer el apoyo a los lectores en estos dos años que llevamos ya casi de pandemia”. En la librería Mujeres y Compañía, ese afecto por las lectoras se traduce en una decisión difícil: este año no organizarán firmas, “por respeto a la ciudad de Madrid, porque hay pandemia aunque haya mucha gente vacunada”. “Hemos priorizado el reencuentro con nuestras lectoras de toda la vida que el saber si vamos a hacer caja”, dice Miren Elorduy, que además lamenta que esta librería feminista no pueda dar espacio como suele a “autoras que normalmente tienen menos espacio en los catálogos y en los medios”. Si el mundo del libro se puede permitir, en este caso, mirar más al corazón que al bolsillo es en parte porque su recuperación tras el confinamiento domiciliario fue espectacular: según la consultora Gfk, el primer semestre del 2021 ha supuesto un crecimiento del 44% con respecto al mismo periodo del año anterior y la facturación del sector podría llegar a los 1.100 millones de euros, la más alta en una década.

Eso no significa que los feriantes no vayan a mirar la caja. Pablo Bonet Ayllón se muestra preocupado por el control de aforo, al que culpa de su “optimismo moderado”: en la web de la feria se podrá consultar cuál es la ocupación del recinto en tiempo real, para no generar frustraciones entre quienes vayan y no puedan entrar. Pero eso no evitará que algunos lectores tengan que dar media vuelta, y además el aforo puede suponer un perjuicio para una feria que concentra a menudo sus ventas en la enorme afluencia del fin de semana. “Pero era la única manera de hacerlo”, dice. Con un control de aforo estricto pese a estar al aire libre —algo que algunos, como Javier Padilla, médico experto en salud pública y diputado autonómico por Más Madrid, consideran exagerado o directamente “acientífico”—, con mascarilla obligatoria y con geles a lo largo del paseo. Así sea.

Lo que está mucho menos claro es cuáles serán los libros protagonistas de la feria. Tanto Larumbe como Elorduy advierten de que los años en que un solo título (o dos, o tres) dominaba las ventas quedaron atrás hace mucho. Ahora la diversidad se impone. Por eso Larumbe empieza a decir libros —El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince, de revival por su adaptación cinematográfica, o Los vencejos, de Fernando Aramburu, “el nuevo de Paul Auster”— y en seguida se le va alargando la lista: los últimos libros de Eduardo Mendoza y Claudia Piñeiro, aunque tengan unos meses; el improbable best seller Hamnet, de Maggie O'Farrell; Volver la vista atrás, de Juan Gabriel Vásquez; David Trueba, Javier Cercas, Luis Landero... Y ellos llevarán también sus apuestas, claro: La casa eterna, de Yuri Slezkine, los diarios de Stefan Zweig, El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, de Tatiana Tibuleac. Son apuestas en un sentido literal: en la caseta no caben muchos libros, y hay que jugársela. En cualquier caso, los deseos de las lectoras son inescrutables. En Mujeres y Compañía resoplan cuando se les pide que aventuren qué libros serán más demandados. Pero ofrecen una anécdota: en 2019, el primer título que vendieron fue Un cuarto propio, de Virginia Woolf. ¿Y el último? Un cuarto propio, de Virginia Woolf. ¿Quién dijo best seller?Hamnet, de Maggie O'Farrell; Volver la vista atrásLa casa eternaEl verano en que mi madre tuvo los ojos verdesUn cuarto propiobest seller

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