Goyas en la trinchera

Es historia de la televisión y del cine español: la gala de los Goya de 2003, guionizada y conducida por la compañía Animalario, fue la del "No a la guerra" en las pecheras de los entregadores y de los premiados, en las camisetas de los presentadores, la de un Javier Gutiérrez —hoy, cómo cambian las cosas ganador de un Goya y nominado a otro por su trabajo en El autor— diciendo ser el entonces presidente del Gobierno José María Aznar. No ha habido otra igual —ha llegado el glamour y ya no se permitiría ni ir en jersey ni recurrir a una puesta en escena tan improvisada y circense—, pero aquella abrió definitivamente la puerta de los Goya a la reivindicación política. Año tras año, y entre agradecimientos a madres y hermanos, los premios de la Academia de cine se convierten en una platea desde la que se habla de lo que, a juicio del mundo del cine, no anda bien. Este sábado, en la 32ª edición de los Goya —que se emite en TVE a partir de las 22.00—, reinará la lucha feminista. Pero, ¿cuáles han ocupado a los cineastas hasta ahora?

Porque no siempre ha estado la cosa igual de movida ni, lógicamente, por los mismos temas. Sorprendentemente, el estallido de la crisis económica pilló a la industria mirando hacia otra parte —las descargas, la cuota de mercado del cine español, la internacionalización del sector— y hubo que esperar a 2011, 2012 y sobre todo 2013 para que los discursos ácidos se hicieran frecuentes. La subida del IVA cultural —cine, música grabada y espectáculos en directo— en 2012, que coincidió con uno de los años más duros de la crisis y también uno de los más combativos, hizo de la ceremonia del año siguiente un álbum de eslóganes políticos. Tras ella, y quizás como reacción, las de 2014 —marcada por la ausencia del entonces ministro del ramo, José Ignacio Wert— y 2015, fueron más calmadas. Y la de 2016, signo de los tiempos, estuvo copada por el desfile de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Alberto Garzón (que no Mariano Rajoy) por la alfombra roja y el aplauso cerrado a Manuela Carmena. 

El mundo de allá afuera

Los Goya, la eterna "fiesta del cine español". No es de extrañar que tienda a la autorreferencialidad. Pero de vez en cuando, las causas sociales se imponen. En la ceremonia de 2013 no fueron ni uno ni dos quienes incluyeron una puntilla política en su discurso. Quizás el de Candela Peña, mejor actriz de reparto por Una pistola en cada mano, sea aún el más recordado: "En estos tres años he visto morir a mi padre en un hospital público donde no había mantas para taparlo, donde no había agua para darle de beber. (...) Ha salido de mis entrañas un niño que no sé qué educación pública le espera. Y en estos tres años he visto también cómo la gente se mata por no tener casas". La ovación fue cerrada. 

También Maribel Verdú hizo una referencia al drama de los desahucios al recoger su cabezón a la mejor actriz protagonista por Blancanieves. Al final de un discurso que parecía discurrir por derroteros más tradicionales, la intérprete dedicó el premio a "toda esa gente en este país que ha perdido sus casas, sus ilusiones, sus esperanzas, su futuro, incluso sus vidas por culpa de un sistema quebrado, injusto, obsoleto, que permite robar a los pobres para dárselo a los ricos, como dijo en su última película el gran Costa-Gavras".

Habría que esperar un poco para que las eufemísticas "ejecuciones inmobiliarias" volvieran a aparecer en la alfombra roja. No fue con Natalia de Molina, que se consagró representando a Rocío en 2016, encarnación ficticia de una realidad que afectó a más de 41.000 hogares solo en 2016. Fue la música Sílvia Pérez Cruz, premiada por la canción "Ai, ai, ai", de Cerca de tu casa, un musical sobre los desahucios. Decidió no hablar, sino cantar, y no ese tema, sino otro del mismo filme llamada "No hay tanto pan", que dice así: "Discursos, periódicos, banqueros y trileros (…)./ Te roban y te gritan / y lo que no tienes / también te lo quitan. / Y es indecente, y es indecente, / gentes sin casa, casas sin gente". El aplauso, de nuevo, superó a todos los demás. 

¿Qué puede esperarse de este año? Entre las nominadas, no hay ninguna película abiertamente política, y ni siquiera hay entre los documentales, género combativo por excelencia, un filme de denuncia social. Tampoco en las galas de calentamiento, los Forqué de los productores o los Feroz de la prensa, ha habido ningún discurso señalable sobre la precariedad laboral, el paro o las privatizaciones. Nada permite suponer que ocurrirá algo distinto en la ceremonia del sábado. 

#másmujeres

Las que sí tendrán un protagonismo claro serán las reivindicaciones de las mujeres, dentro y fuera del sector. Por primera vez en la última década hay creadoras nominadas en las cuatro categorías mixtas más relevantes, dirección, dirección novel, guion adaptado y original, y Verano 1993, de Carla Simón, es una de las grandes favoritas. Tendrán oportunidad, sin duda, de tomar el micrófono. Y lo han hecho en los Feroz, donde las entregadoras, todas mujeres por decisión de la organización, pudieron explayarse, y en los Gaudí del cine catalán. La Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA) ha promovido también, como anunció el jueves, una acción consistente en repartir entre los asistentes abanicos rojos con el lema "#másmujeres". Sindicatos como la Unión de Actores o ALMA, asociación de los guionistas, han secundado la protesta pero no han lanzado campañas propias. 

No es, aunque pueda parecerlo, un tema trillado. El año pasado, la única reivindicación feminista de la alfombra roja fue la de la intérprete Cuca Escribano, que exhibió un chal en el que se había bordado "Más personajes femeninos". La reivindicación tenía sentido, porque cuatro de los cinco filmes nominados a mejor película estaban protagonizados por hombres y solo había una artista, Nely Reguera, candidata a mejor dirección (novel, que no se llevó). La actriz y cantante Ana Belén mencionó ya, en su discurso de agradecimiento por el Goya de Honor, esta desigualdad: "Me gustaría tener papeles como los que le dan a los hombres. (...)Ya sé que estamos mejor que 50 años atrás, solo faltaría (…). Pero a veces pienso que si no se necesitaran mujeres para interpretar a esas mujeres ni siquiera estaríamos las que estamos". Y Dani Rovira se subió a unos tacones rojos para ponerse "en los zapatos" de las mujeres... una acción que le salió por la culata

Natalia de Molina había arrancado en 2016 una ola de aplausos algo sorprendidos —no había entonces caso Weinstein, aunque sí un multitudinario 7N— con su apunte, algo tímido y azorado: "El cine también gana cuando se da más espacio a las mujeres, que somos muchas, somos la mitad". Dos años antes, cuando recogió el Goya a la mejor actriz revelación, la actriz ya había lanzado una pulla contra la reforma de la Ley del Aborto. Recordando a su personaje, una joven embarazada en la España de los años sesenta, repitió: "Yo no quiero que nadie decida por mí"

"Usted no está incluido"

Quizás cuando más se habló de un ministro de Cultura durante la gala fue cuando este decidió ausentarse en 2014, alegando problemas de agenda. Quizás no fuera la mejor decisión que tomó José Ignacio Wert. Le costó, no solo las pullas en su ausencia, sino que Mariano Barroso, vicepresidente de la Academia de Cine, pidiera su dimisión. Y un regalo de Pedro Almodóvar al año siguiente que, esta vez cara a cara, saludó "a los amigos del cine y la cultura": "Señor Wert, usted no está incluido".

Se entiende que al exministro no le apeteciera. Desde la decisión de su partido, el PP, de subir el IVA cultural al 21%, no le caían precisamente piropos. En 2013, la cómica Eva Hache le felicitó al comienzo de la gala, que presentaba. Wert puso cara de sorpresa. "Porque es casi su cumpleaños", aclaró ella. "Por lo otro no, claro". En 2015, el entonces presidente Enrique González Macho insistía, con algo de hartazgo: "Ya va siendo hora de que nos bajen el IVA". Quizás el miembro de la dirección de la Academia que suba este año se vea obligado a hacer lo mismo: el IVA del cine sigue al 21%, aunque se bajara el de los espectáculos en directo, y por mucho que hayan prometido reducirlo también al 10% en los próximos Presupuestos Generales

"Os pido trabajo"

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En una noche de rojo, dorado y glamour, nadie parece querer decir que la cosa no es como la pintan. Que, como decía Daniel Guzmán en la presentación del premio a mejor actor de reparto de 2017, el 8% de los actores y actrices españoles puede vivir de lo suyo. "No es porque yo haya estado diez años [haciendo A cambio de nada], pero esto es muy duro", dijo ya cuando recibió su galardón a mejor dirección novel. En aquel memorable discurso de 2013, Candela Peña, antes de hablar de su padre y su hijo, decía: "Hacía tres años que no trabajaba". Al final del discurso, y casi con rabia, lanzaba: "Desde aquí os pido trabajo, tengo un niño que alimentar". Un año antes, María León hacía una petición parecida tras recoger el cabezón a mejor actriz revelación por La voz dormida: "Estoy muy agradecida a los premios, pero yo lo que quiero es trabajar". 

No son las intérpretes, claro, las únicas aquejadas por la precariedad del sector. Sylvie Imbert, galardonada a mejor maquillaje y peluquería en 2013, le dedicaba el premio a su casero, al que agradecía su aguante "cuando el sueldo del cine español está tan mal". Lo mismo pensarán los figurantes, esos actores sin frase que han pasado años a la intemperie, junto a la alfombra roja, protestando por las condiciones del sector. En la gala de 2017, tras la aprobación de un convenio exclusivo para ellos, no estuvieron —aunque algunos sí se manifestaron en la gala de los premios de la Unión de Actores—, ni se prevé que vuelvan este año. La Unión de Actores no tiene ninguna campaña en marcha y la sección de Figuración de la CNT tampoco ha anunciado su presencia. 

Por cierto: Candela Peña no ha dejado de trabajar desde 2013. Un pequeño final feliz entre tantas reivindicaciones desatendidas. 

Es historia de la televisión y del cine español: la gala de los Goya de 2003, guionizada y conducida por la compañía Animalario, fue la del "No a la guerra" en las pecheras de los entregadores y de los premiados, en las camisetas de los presentadores, la de un Javier Gutiérrez —hoy, cómo cambian las cosas ganador de un Goya y nominado a otro por su trabajo en El autor— diciendo ser el entonces presidente del Gobierno José María Aznar. No ha habido otra igual —ha llegado el glamour y ya no se permitiría ni ir en jersey ni recurrir a una puesta en escena tan improvisada y circense—, pero aquella abrió definitivamente la puerta de los Goya a la reivindicación política. Año tras año, y entre agradecimientos a madres y hermanos, los premios de la Academia de cine se convierten en una platea desde la que se habla de lo que, a juicio del mundo del cine, no anda bien. Este sábado, en la 32ª edición de los Goya —que se emite en TVE a partir de las 22.00—, reinará la lucha feminista. Pero, ¿cuáles han ocupado a los cineastas hasta ahora?

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