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Historias del Salvaje Oeste negro
Cuenta la leyenda que en la época del Salvaje Oeste los más intrépidos partieron rumbo a lo desconocido. Cabalgando sobre sus corceles, con el Pacífico en la línea imaginaria del horizonte, atravesaron llanuras y montañas persiguiendo la frontera final. Eran pioneros, los pobladores de un nuevo y extenso mundo por descubrir. A partir de ese mito que ha servido para construir el relato colonial de la historia de EEUU, el escritor canario Servando Rocha imaginó una especie de secuela, una continuación de aquellos tiempos en el siglo XX. Entonces, los vaqueros “cambiaron los caballos por Harleys” y, montados en sus rugientes máquinas, emprendieron una segunda conquista de la tierra, una reinvención de las leyes y las costumbres establecidas.
Concentrado en uno de esos grupos motorizados, los Dragones de la Bahía del Este, Rocha ha formado El ejército negro. Un bestiario oculto de América (La Felguera), un ensayo fundamentado en un concepto clave, el de la “subjetividad radical”, en el que, a partir de datos verdaderos e incluso comprobados en primera persona, moldea una visión alternativa de los hechos históricos. Interpretados desde su óptica personal, los datos y registros establecen un historia original entretejida de pasado y presente, golpeada por el malditismo e hilada a partir de fuentes de todo tipo: desde documentos a hechos azarosos, películas o conversaciones, que se detallan en un apéndice que quiere redondear el texto y hacerlo "lo más honesto posible".
El Salvaje Oeste negro
Existen los Ángeles del Infierno, los Outlaws, los Boozefighters… y muchos otros clubes de forajidos (outlaw bikers) que se hacen llamar “el 1%”. El apelativo, que algunos de ellos (no así los Dragones) llevan cosido en sus chaquetas-uniforme con un parche, se lo pusieron ellos mismos por unas declaraciones de la Asociación estadounidense de motociclistas (AMA por sus siglas en inglés) que, tras los disturbios que varios de estos motoristas causaron en 1947 en la ciudad de Hollister, quiso desmarcarse asegurando que aquellos gamberros actuaban de espaldas al 99% de los amantes de las dos ruedas.
Si Rocha ha querido concentrarse en los East Bay Dragons es por sus cualidades únicas: la primera, que se trata de un club negro, el más longevo de los que existen. Además, porque mientras otros grupos motorizados “son tapaderas para la criminalidad”, en este caso “ellos defienden que no son una banda callejera, sino una hermandad para proteger a sus miembros”. Nacidos en los años cincuenta, “lo increíble”, como dice el autor, “es que hayan resistido tanto tiempo”. Una razón puede ser sin duda la permanencia de su líder original, Tobie Gene Levingston, un hombre hoy octogenario a quien Rocha entrevistó durante los dos días que el club le abrió sus puertas de su sede en la localidad californiana de Oakland, una ciudad "en la que nunca ves a nadie blanco, las tiendas están fortificadas y solo hay pequeñas iglesias o licorerías".
Después del encuentro, que los Dragones aceptaron para “dar una imagen de normalidad”, Rocha puede decirse una de las pocas personas ajenas a este mundillo (más aun blancas) que ha sido recibida en el club, cuyos miembros lo acogieron entre sorprendidos y halagados por el interés de alguien que llegaba desde tan lejos. En torno a aquella experiencia, el autor ha articulado un relato discontinuo en el que hay cabida para muchas más historias: la de los clubes de forajidos motorizados en general, la de la cultura juvenil en el EEUU del siglo XX, la del racismo y el sexismo en estas esferas, la de la influencia recíproca del movimiento de los outlaw bikers en el cine o la literatura o, más ampliamente, la de la construcción de la identidad y la historia del país americano, esculpida con el cincel de una “violencia atroz”.
“La idea era escribir un relato bello del Salvaje Oeste negro, que ha sido ocultado y que incluso muchos negros desconocen”, ilustra el escritor, que también es músico y editor de La Felguera, dedicada a publicar libros de contracultura y cultura secreta. Más allá de esta propuesta que busca que “los muertos del pasado se paseen por el presente de los libros”, Rocha ha publicado ensayos como Nada es verdad, todo está permitido (Alpha Decay), en el que recrea el encuentro real entre el escritor maldito William Burroughs y el malogrado líder de Nirvana Kurt Cobain como excusa para hablar del movimiento underground, o La facción caníbal. Historia del vandalismo ilustradoLa facción caníbal. Historia del vandalismo ilustrado (La Felguera), entre otros cuantos títulos. “Los últimos cuatro siglos de historia occidental se pueden entender a través de las sociedades secretas”, asegura. “Por eso me gusta explorar esas historias que no aparecen en los textos, sino en las notas a pie de página”.
Forajidos en la (contra)cultura
Las vandálicas aventuras de estos cuatreros sobre ruedas, la gran mayoría de ellos —fueran Dragones o no— excombatientes de la Segunda Guerra Mundial posiblemente aquejados del síndrome de estrés postraumático, las contaron —y convirtieron en leyenda— directores como Dennis Hopper en su clásico Easy Rider o, antes, László Benedek en Salvaje, la película que catapultó a la fama a Marlon Brando. Sobre los Dragones de la Bahía del Este en concreto existen recuentos literarios como una biografía de Tobie Gene Levingston escrita por dos hermanos llamados Zimmerman a partir de una conversación con el líder motero. La serie de televisión Sons of Anarchy (Hijos de la anarquía) también les dedicó un capítulo, y hace unos años tuvo lugar en California una exposición llamada Black Chrome, en la que se exhibieron recuerdos de la banda negra.
Fue Hunter S. Thompson, con todo, quien con más fuerza impulsó a Rocha a querer saber más sobre los Dragones, que tomaron su nombre de una “visión” que el presidente del club tuvo de pequeño, según le contó al canario, en la que se le apareció una noche, fiero y entre humo, uno de estos animales mitológicos. El periodista gonzo, icono de la contracultura, escribió primero un artículo titulado The motorcycle gangs (Los gangs motociclistas) y después el libro Los ángeles del infierno, a partir de los cuales se avivó el interés del ensayista por estos grupos. A diferencia de casi todos los demás, el grupo de Oakland hace tiempo que se deshizo de las drogas, e incluso han llegado a colaborar con la policía en diferentes ocasiones. No son como los otros, pero parecen acercarse al final de un ciclo. Con su líder ya mayor, "cuando no esté, llegarán las luchas de poder". Y el Salvaje Oeste, ya no volverá a ser lo mismo.