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Iain Sinclair: “Escribir es una forma de magia”

El escritor británico Iain Sinclair.

Pasear —podríamos decir— es algo así como mover una pierna detrás de la otra rumbo adelante. Practicar la deriva, desde luego, tiene mucho de esto. Pero a la faceta de ocio, este concepto propuesto por los situacionistas de los sesenta y setentale añade su parte de esfuerzo, no tanto físico como psicológico. Se trata de ocio elaborado, ocio que da sus frutos. Con la ciudad como pista, se anda sin una meta fija, sin un objetivo. Al atravesar el paisaje urbano se van encontrando diferentes grupos sociales, diferentes espacios arquitectónicos, diferentes historias, incluso diferentes climas y atmósferas. Todo esto, (re)interpretado desde una perspectiva subjetiva y radical, se convierte en un acto político a la vez que intelectual desde el que denunciar las falacias y las imposiciones del consumismo en la sociedad capitalista.

Estas ideas, enraizadas en la psicogeografía de Guy Debord, el formulador de La sociedad del espectáculo, atrajeron sobremanera la susceptibilidad del joven Iain Sinclair allá por los años sesenta. A partir de ellas formuló sus primeros libros, en especial Lud Heat, un poemario en el que, en uno de los textos, el autor ponía en relación seis iglesias londinenses levantadas por el arquitecto Nicholas Hawksmoor en torno al siglo XVIII a través de una interpretación esotérica y satánica nunca proclamada por el constructor, pero a la vez (de algún modo) demostrable. Medio siglo y setenta libros después, aquel chaval nacido en Gales (en 1943) que por entonces acababa de mudarse a la capital se ha convertido en uno de los tótems literarios británicos, aunque parece que a su pesar. Empeñado en glosar la ciudad de Londres, quizá por ello nunca hasta ahora había sido traducido al español. Su primer libro, recién publicado, se llama La ciudad de las desapariciones, una breve antología editada por Alpha Decay y seleccionada, traducida y prologada por el escritor Javier Calvo.

Los once textos que componen el libro, explica Sinclair, son absolutamente dispares entre ellos. Tanto que, dice el escritor, reunido con infoLibre en el patio de un céntrico hotel de Madrid que vagamente aísla del agobiante calor del mundo exterior, “parecen haber sido escritos por alguien diferente”. “Lo único que los mantiene unidos es la obsesión por Londres como una entidad orgánica, como una ciudad que genera mitos y leyendas”. Empezando por la poesía, Sinclair ha ido transitando en estos años por los espacios de la narrativa y el ensayo, también de la creación fílmica. Aunque le interese Londres como un todo, su foco principal está puesto en el barrio de Hackney, un área inmigrante al este de la ciudad donde él reside desde su juventud. “La idea”, explica sobre esa área en particular, “es que allí hay muchos Londres, no solo uno: está el Londres de la City, de las finanzas y el dinero, y junto a él hay otro Londres secreto, una ciudad de inmigrantes que formaron sus propios guetos”.

Sinclair, que empezó autopublicándose (“por lo que no tenía a un lector en mente”), comenzó a ganar fama principalmente merced de los trabajos de otros, más en concreto de los escritores Peter Ackroyd y Alan Moore. Cuando ambos —quienes reconocen su deuda con Sinclair— comenzaron a publicar sobre las cuestiones que este ya había tanteado en sus primeros trabajos (Ackroyd sacó en 1985 Hawksmoor, sobre las iglesias ya mencionadas; y Moore empezó en 1989 con su serie de cómics From hell, inspirada tanto en los relatos de Sinclair como de Ackroyd), los textos del galés empezaron a ganar adeptos.

Esa popularidad fue precisamente la que hizo que él, que gusta de nadar a contracorriente, fuera abandonando progresivamente los conceptos de deriva y psicogeografía en sus libros posteriores, ya publicados por editoriales comerciales. “El término se ha convertido en una especie de marca, hasta el punto de que los paseos en parques o ciudades ahora se llaman psicogeografía, porque la compulsión de los medios consiste en crear marcas”, critica el escritor, que es también cineasta y ha impartido esta semana unas charlas sobre su producción en La casa encendida de Madrid, para trasladarse estos días 14 y 15 al CCCB de Barcelona. 

Un recorrido literario a pie

Un recorrido literario a pie

Sinclair, con todo, nunca ha dejado de lado sus caminatas por Londres, de la que ha documentado y analizado tanto antiguos como recientes desarrollos, tales como los producidos por la construcción de la autopista M25, que circunvala la capital a lo largo de casi 200 kilómetros, o por los Juegos Olímpicos. Sobre estos, que Madrid intentó repetidamente atraer sin éxito, asegura que los que vivimos en la ciudad hemos sido "afortunados" por ese fracaso. “Para nosotros ha sido devastador en muchos sentidos: no se mantuvo ninguna de las promesas que se hicieron y además se ha creado una enorme tierra de nadie que se parece mucho a una autopista, es como un centro comercial que domina todo el paisaje. No puedes pasar de una estación de tren a otra sin pasar por el centro comercial, y en su día no podías acceder al parque olímpico sin pasar por el centro comercial. Muchos de los edificios están completamente vacíos, porque hay gente de China, Malasia… que están comprando bloques enteros y los mantienen vacíos porque así sube el valor”.

Este nuevo Londres faraónico y deshumanizado, consumista, comercial y desalmado, además de constantemente vigilado por cámaras de seguridad, se superpone a otras capas de la historia de la urbe, conformando una nueva ciudad dentro de la ciudad. “El Londres de hoy también tiene varias cosas positivas, y una de ellas es que plantea un reto que te fuerza a pensar de manera más crítica. En segundo lugar, algunas de las redes de transporte han mejorado, y en tercer lugar el nivel de protesta y las obras de arte realizadas contra este espíritu han sido emocionantes, ha sido una provocación”, apunta el escritor. “En vez conformarse y ser vagos, muchos de los jóvenes artistas actuales se han visto forzados a pensar en su propio paisaje, y han empezado a ocupar edificios, y han empezado a llevar a cabo trabajos en común y a investigar y documentar estas actividades, así que creo que en eso sentido lo que está pasando ahora es parecido a los sesenta”.

Igual que la ciudad de Londres se ha construido a base de estratos superpuestos, lo mismo puede decirse de la obra de Sinclair. Junto al activismo político, sus trabajos han desarrollado desde el principio un fuerte sentido de lo oculto que impregna todo su pensamiento. Nada ocurre en el entorno ni en uno mismo por casualidad, cree Sinclair, sino que todo se debe a una suerte de alineación cósmica que puede ser inducida. “Pero no se trata de la magia de un sistema ritual, ni una serie de creencias o comportamientos”, puntualiza el autor, que este verano va a publicar un libro sobre el nuevo tren elevado de Londres y otro sobre la misma caminata por su Gales natal repetida en diferentes etapas de su vida. “Creo que por ejemplo escribir es una forma de magia, porque el orden de las palabras hace que el mundo real cambie. Yo lo he experimentado muchas veces”.

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