La nueva de Indiana Jones sí vale la pena

Elenco de 'Indiana Jones and the Dial of Destiny'

Alberto Mira

Enviado a Cannes —

En una entrevista que precede a su participación por partida doble en el festival (con el documental Anselmo y la película de ficción Perfect Days) el director Wim Wenders insertaba unas declaraciones en su hostilidad hacia el cine comercial actual, se sumaban a las tan difundidas de gente como Martin Scorsese o Steven Spielberg. Disgustado por el tipo de productos que se genera en el cine que se hace (literalmente declara que le produce náuseas), habla de su falta de creatividad y la insistencia en remakes. Sus dardos parecían dirigirse específicamente hacia Indiana Jones and the Dial of Destiny, de James Mangold, la nueva entrega de la saga iniciada en 1981, que tuvo su estreno con todos los honores en Cannes el pasado jueves. Se trata de la quinta entrega de una serie que se inició en los ochenta y que intenta hacer, en la expresión de Wenders, "lo mismo pero diferente". 

Hablar de la película requiere enmarcarla en "el cine que se hace hoy" y las palabras de Wenders constituyen un buen modo de encontrar cierto marco de referencia. ¿Cómo valorar Indiana Jones and the Dial of Destiny dentro del panorama comercial actual? La película de Mangold es cine del que da náuseas a los grandes de otra generación. Hay que añadir, no obstante, que lo hace sin tomarse muy en serio, con unos diálogos ingeniosos que incluyen evocaciones históricas y numerosos guiños al pasado de la serie. En definitiva, el "cine que se hace hoy" puede ser mejor o peor y dado que no podemos hacer hoy el cine que se hacía "ayer", hay que favorecer ciertas cualidades. Indiana Jones and the Dial of Destiny es desenfadada y vocacionalmente carente de lógica, fragmentaria y descaradamente comercial, pero si dejamos de lado los prejuicios es necesario reconocer que no insulta al público y hace bien lo que se espera de ella. 

Scorsese y Wenders, hoy en el crepúsculo de sus carreras, hicieron cine en un entorno cultural muy distinto al actual. En aquellos años Cannes apostaba con fuerza por un cine de arte y obligaba al mundo a prestar atención a sus favoritos. Wenders era uno de ellos. Hacía un cine vocacionalmente elitista, elegante, simbólico, que exigía del espectador cierto esfuerzo y determinado tipo de atención. Hay que añadir que esto no siempre contribuía a significados urgentes o interesantes: el formalismo no tiene por qué ser sinónimo de sustancia. 

La sensibilidad no es la misma y hoy el cine de autor se mueve dentro de parámetros muy distintos. Me atrevería a decir que es más diverso de lo que era, pero esto no siempre ayuda a ampliar su base. Hoy tenemos a nuestra disposición una capacidad de elegir que simplemente no existía en la edad de oro de las filmotecas. 

Además, no es verdad que hoy todo sean remakes y fórmulas. ¿Sería esto un problema en sí? El cine-fórmula de la era clásica, basado en convenciones rígidas, produjo no sólo obras maestras sino un arte que hablaba a su público. Esta comunicación, lo que sucede en el diálogo entre artistas y obras, es lo que debería interesarnos. Y aunque el cine ha perdido centralidad en el siglo XXI, lo propio sucede ahora: cada era requiere sus productos. Wenders no fue jamás un cineasta que representase "el estado del cine" de su tiempo. Paris Texas es una película excepcional en todos los sentidos, pero decir que Paris Texas representa el cine de los ochenta es olvidar que las comedietas adolescentes y el terror cutre dominaron la década. Desde su podio, Wenders no podía ver "el cine que se hacía". 

Tampoco creo que Indiana Jones and the Dial of Destiny represente el cine de hoy. Quienes han trabajado el proyecto tenían claro su carácter de producto subsidiario, que interpelaba nuestro gusto por la nostalgia. El (moderado) éxito que tuvo en su estreno tenía mucho que ver con lo que la saga de Indiana Jones ha significado para el público. O para un sector del público. La emoción de Ford, los prolongados aplausos del público, tenían un sabor crepuscular. La película, por otra parte, se atreve a lidiar con un protagonista de avanzada edad, que corre y salta lo que puede y que tiene que medir su perspicacia con su joven ahijada, interpretada por Phoebe Waller-Bridge. De su jugoso personaje en la serie que ella creó, Fleabag, la actriz trae una manera de hablar, cierta perspectiva cínica y una fuerza e independencia que pueden llegar a las nuevas generaciones

Aunque hoy nos parezca convencional y la veamos como una de las que trajeron la política del blockbuster, en su estreno, Raiders of the Lost Ark, En busca del arca perdida, que así se llamaba entonces el primer Indiana Jones, también fue una película excepcional. Aportó un desenfado que entonces todavía no se llamaba "postmoderno". Las críticas mencionaron momentos extraordinarios, nuevos, como la escena de la camioneta. Recuerdo que cierto crítico en 1981 aseguraba que esa escena se enseñaría en las escuelas de cine. Y puedo constatar que cuando me convertí en profesor de cine fue una de las escenas que utilicé en mis clases. También se hablaba de cómo había retomado los viejos seriales, aunque pocos recordábamos dichos seriales de los años treinta y cuarenta. Entonces, aquellos seriales estaban menos alejados en el tiempo de En busca del arca perdida de lo que la última entrega está de la primera. 

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En realidad, esta entrega quiere dejar claro su diálogo con la primera y es muy consciente de estar cerrando un círculo: la presencia de John Rhys-Meyers y Karen Allen, por ejemplo, las escolopendras, los mapas con rutas de aviones, localizaciones, la larga escena-prólogo, el besito en el codo libre de magulladuras, todo lo hemos visto ya. Pero se trata con ingenio y con la imaginación que el marco permite. Sí, está todo muy fragmentado, el periplo geográfico es innecesariamente complicado, y se ha perdido cierta integración orgánica que las escenas de acción tenían en el pasado. Ahora son largas, predecibles y hay demasiadas, como exigen los nuevos tiempos. La trama nos lleva a demasiados sitios, y aunque técnicamente el guión aprovecha cada secuencia para hacer avanzar la trama, es posible que la trama pudiera avanzar sin alguna de las secciones. Pero siempre hubo, quizá siempre habrá un espacio en nuestros imaginarios para las tumbas secretas, pasadizos, grutas, secuestros, barcos hundidos, cachivaches, nazis malvados y escenas de acción. 

Me planteé seriamente si valía la pena hacer una larga cola y arriesgar una franja horaria por ver esta película. ¿Es una pérdida de tiempo para alguien como yo que en principio ya no conecta con cierto tipo de cine? Incluso la primera me pareció, en un reciente visionado, que había perdido parte de su fuerza, o que su interés había sido coyuntural. Pero creo que sí valió la pena. Les comentaba el otro día que imagino que algunos de ustedes irán a verla sin pensarlo dos veces y otros jamás lo harían. Pero la verdad es que hay un esfuerzo por ir más allá de "lo mismo", y por hilvanar temas y motivos del pasado. Y una consciencia del pasado que empezaba a ser rara: la sola mención de Arquímedes, el reconocimiento de la importancia de la ciencia, el potencial de las matemáticas y las seductoras posibilidades de historia alternativa son cosas que conviene tener presente.

Y el balance final es algo así. Si a usted les gusta el cine de arte, el cine que requiere un esfuerzo y que aporta algo al modo en que miramos el mundo, Jeanne Dielman 23 Quai de Commerce 1080 Bruxelles, que recientemente encabezó una controvertida lista de lo mejor de la historia del cine está hoy más disponible que nunca, más cercana, presta a ser disfrutada. Pero si busca algo que produzca la reacción que los fuegos de artificio producen a muy temprana edad, con Indiana Jones and the Dial of Destiny estará usted en buenas manos: quienes han seguido la fórmula para crear este producto comercial hasta la médula lo han hecho con humanidad, inteligencia y con el corazón donde tiene que estar.

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