Literatura

James Ellroy: “Desprecio el minimalismo, desprecio el nihilismo, desprecio la ironía”

El escritor estadounidense James Ellroy, fotografiado en Madrid.

Viendo los antecedentes del entrevistado, quien aquí escribe debe reconocer que esperaba un encuentro no en inglés, sino más bien a base de ladridos. Los que supuestamente emitiría, aullaría casi, el “perro demoniaco de las letras estadounidenses”, James Ellroy el furioso, el sucio, el trepidante. James Ellroy el tan brutalmente violento como romántico, el autor híbrido entre persona y personaje de sus propias creaciones. Las referencias caninas, desde luego, no escasean en la conversación con el autoproclamado pitbull literario, empezando por la mención de uno de estos animales a quien su dueño –según su propio testimonio en Twitter, que enseña en el móvil el editor- ha puesto de nombre Ellroy. Cosa que a él, claro, le embelesa. “¡Mira -se ríe-, tiene ojos demoniacos!”.

Con su perenne camisa floreada, un bigotito blanco por todo pelo visible y unas endebles gafas redondas que casi parecen de chiste montadas en la nariz del corpulento escritor angelino (1948), Ellroy no muerde y, a decir verdad, tampoco ladra tanto. Aunque advierte a través de la editorial que rugirá si se saca el tema de política, dice que no le gusta disertar sobre los tiempos que vive su cuerpo, sino que vuelca absolutamente su pasión en recrear otros pasados, en los que habita de facto en su “imaginación”. Un mundo intrincado y movedizo a caballo entre realidad y ficción que se encuentra aún en construcción y que, una vez terminado, mostrará una "visión expandida de la historia de mi ciudad, Los Ángeles, y mi país, EEUU".

Con su nueva novela, Perfidia, cuya presentación le ha traído a España, suma ocho volúmenes a cada cual más monumental. Tiene claro que en total serán once: los que componen su Cuarteto de Los Ángeles (La dalia negra, El gran desierto, L.A. Confidencial y Jazz blanco); su Trilogía americana (América, Seis de los Grandes y Sangre Vagabunda) y el que se convertirá en el Segundo Cuarteto de Los Ángeles, una precuela de todo lo anterior que arranca con este título, escrito igual en inglés y publicado por Penguin Random House. “En este libro he cogido a personajes tanto ficticios como reales del primer Cuarteto, que abarca de 1946 a 1958”, se arranca a explicar, “y además hay personajes de la Trilogía americana, que se desarrolla entre el 58 y el 72, que en esta nueva novela son mucho más jóvenes y se sitúan en el Los Ángeles de principios de la Segunda Guerra Mundial".

Imaginen uno de esos tapices medievales hiperpoblados de personajes, en un horror vacui de texto, contexto y subtexto. Visualicen, acaso, un cuadro de El Bosco, El Jardín de las Delicias, con todos sus hombres y mujeres interconectados en tramas patentes y latentes, en un único espacio que proyecta un haz múltiple de situaciones. Cambiando la época de la Edad Media por la mitad del siglo XX, el ejemplo se aproxima a la obra completa de Ellroy, abordable tomo a tomo pero de voluntad manifiesta y declaradamente “épica”, de concepción total. Colocando el epicentro de la acción en Los Ángeles y su doble cara, la del crimen y la miseria y la del glamur hollywoodiense, ya estamos introducidos de lleno en este mundo delictivo y racista, misógino, lisérgico, imprevisible, enigmático y muy, pero que muy emocionante. “Pero yo no soy un escritor de novela negra. Soy un escritor de novela histórica”, subraya entre grave y divertido. “Joyce Carol Oates dijo que era el Dostoievski estadounidense, y aunque no he leído a Dostoievski, sé que soy el mejor escritor estadounidense vivo”.

El mejor personaje de Ellroy

A lo largo de siete centenares de páginas, Perfidia recrea los 23 primeros días de EEUU en la Segunda Guerra Mundial. La víspera, los cuatro miembros de una familia de origen japonés aparecen muertos con las tripas desparramadas, a lo hara kiri. Al día siguiente se produce el ataque de Pearl Harbor, de modo que el caso policial va avanzando al ritmo de la contienda en un engranaje de personajes y subtramas tan complejo como engrasado. “Lo primero que tuve que hacer antes de ponerme a escribir fue releer todas mis anteriores novelas y comparar los datos, nombres, edades, descripciones, razas de los policías… para no cometer errores”, explica, para detallar que solo los diagramas para el desarrollo de la novela le ocuparon 700 folios. “Cuando vi que nada en Perfidia contradecía lo escrito anteriormente, entonces supe que todo estaba bien”.

El perro se ve escritor de novela histórica, pero reconoce una evolución a lo largo de un camino que abarca cerca de cuatro décadas, tanto de género como de estilo. “Empecé con literatura criminal y luego fusioné crimen e historia, lo que después pasó a su vez a fusionarse con la política. Ahora, con el Segundo Cuarteto, diría que el género en el que escribo es el romanticismo histórico”, afirma, para más tarde definir la prosa de Perfidia como más violenta que en sus trabajos anteriores y “con frases más largas, menos sintética”. “Escribo libros cada vez más épicos y más voluminosos porque no me gusta lo pequeño: desprecio el minimalismo, desprecio el nihilismo, desprecio la ironía. Me interesa la gran obra de arte americana, sólida, romántica, con multitud de sucesos dramáticos”.

La familia feliz

La familia feliz

Lo que siempre ha permanecido inalterable en todos sus trabajos, como él mismo apunta, es una temática zurcida a base de “corrupción, de gente aprovechada, de situaciones injustas, de abnegación y sacrificio”. “No soy un relativista moral, soy un absolutista moral”, agrega el novelista. “La exposición de la moralidad en la literatura es como una relación kármica: el lector sabe lo que piensa el autor porque los personajes que actúan moralmente mal pagan un precio muy caro”. También se han mantenido estos, los personajes, de entre los que Ellroy concede sus mayores simpatías a la mordaz y sensual Kay Lake, a quien califica sin empacho como su “mejor creación”. “Es sobrenatural, no porque tenga superpoderes, sino porque no existe una explicación a su valentía, su líbido, su perspicacia”, detalla. “Su padre creía que estaba hechizada, y yo lo creo también”.

Interpretada por Scarlett Johansson en la versión cinematográfica de La Dalia Negra, Ellroy no reconoce sin embargo en esta película su adaptación favorita, un honor que concede a L. A. Confidencial, que adjetiva como “buena aunque sobrevalorada”. “Comparadas con esta el resto no son buenas, pero me han pagado bien, así que me doy por compensado económicamente”. Más allá de Lake, la mujer “a la que no se puede medir con el mismo rasero que a los demás”; por encima de HideoAshida, “de quien entiendo su represión, su calma, su necesidad absoluta de sobresalir, de estar por encima del hombre blanco”; pasando de largo a William H. Parker, “que fue el mayor policía estadounidense del siglo XX”, quizá haya un personaje más reseñable en la literatura de James Ellroy, un hombre extraño y complejo que, ya se figurarán, lleva por nombre James Ellroy.

“Me gusta ser una figura literaria pública”, reconoce, "pero eso es solo el 5% del total. Soy un tipo que vive en su imaginación, en una habitación oscura y con una vida sencilla. Pero de vez en cuando, el perro se suelta”. Cuando se desata la fiera no es algo ni casual ni caótico, a pesar de lo que puedan dictar las apariencias y los antecedentes, una juventud marcada por el alcohol y las drogas, por asaltos a viviendas ajenas y atracos en supermercados y, sobre todo, por haber sufrido a los diez años el brutal e irresoluto asesinato de su madre, de la que cuenta que precisamente hoy, 15 de abril del 2015, habría cumplido 100 años. “No dejo nada a la improvisación”, sentencia, para finalmente admitir lo que salta a la vista: que a sus 66 años, y con la gloria ya asegurada, se siente un hombre pletórico, alguien con el gusto excitado para paladear intensamente “la alegría de vivir”. “Me gusta la vida, y también me gustan los perros, porque como a ellos, me interesa escarbar”, resume. “También, porque siempre voy en busca de un gato sabroso”.

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