Adriana Murad Konings, escritora: “¿Da más terror el fantasma de un gato o tu casera pidiendo el alquiler?”

Decía Oscar Wilde que la seriedad es el pecado original del mundo. La dependencia, el duelo, lo grotesco de un animal que ha revivido, los sueños como un pesado lastre, la vida como la de un perro al que hay que cerrarle la puerta y los fantasmas que habitan en nosotros. Esto es Los idólatras y todos los que aman (Anagrama, 2025), la nueva novela de Adriana Murad Konings quien, con un estilo a lo Henry James, nos cuenta una historia en la que los fantasmas se vuelven reales, los gatos nunca mueren y las vidas se entrecruzan.

Murad Konings (Madrid, 1997) es, sin duda, un animal literario. Doctora en Literatura por la Universidad de York, se graduó en Literatura Comparada y General por la Universidad Complutense de Madrid. A sus 28 años ya ha publicado dos novelas y ha sido dos veces finalista del Premio Herralde de Novela. La primera vez fue con su ópera prima: Los días leves (Binomio, 2023) que también fue finalista del Premio Nadal (2023). La segunda, con la novela que nos sirve como excusa para conversar con la autora: Los idólatras y todos los que aman.

Lo primero que llama la atención es el título. ¿De dónde viene?

El título viene de un versículo del Apocalipsis de la Biblia. Es la cita que abre la tercera parte del libro. En ese versículo se dice quién no pasa al cielo y quién por tanto va a ir al infierno. La cita dice: "Afuera quedarán los perros, los que practican las artes mágicas..." Y, entre ellas, dice "los idólatras y todos los que aman la mentira". Aparte de que me gusta mucho cómo está escrito, me parecía algo poético, un título sugerente a nivel estético. Me transmitía mucho el hecho de que se esté dictando quién es inmoral y quién por tanto no va a pasar al cielo. Una declaración de intenciones. Un poco como decir, aquí ya estoy yo juzgando de antemano que estos personajes no van a ser moralmente pulcros ni perfectos, sino que van a cometer estas inmoralidades varias, se van a portar mal. 

La moral, que tiene mucho que ver con lo cultural y más si cabe con lo espiritual, pasa de incorruptible a provocar una especie de descenso a la locura en esta novela.

Para mí, era una novela en la que me imaginaba a estos personajes con intenciones más o menos buenas hacia los demás, y a medida que avanza, las intenciones pasan a ser volver locos a los demás. Rita quiere volver loca a Elizabeth en el sentido de que quiere convencerla de que hay un fantasma, una resurrección, y quiere explotar la locura de su casera para su propio beneficio. Pero a la vez Elizabeth también quiere un poco controlar a Rita, y ser ella la que está manejando los hilos. Cada uno de los personajes cree que maneja los hilos de los demás. Me gustaba esa idea de la historia de fantasmas que al final es una historia de locura.

Por la edad o las condiciones materiales, las preocupaciones pueden ir mutando, pero los miedos más básicos, la paranoia, el miedo a la soledad, todo eso, permanece

Los dos personajes protagonistas, tanto Elizabeth como Rita, parecen antagonistas (una mayor y la otra joven, una británica de pura cepa y otra extranjera, una casera y la otra inquilina…) ¿Cómo plantear esta relación que está en constante contradicción y conjunción? 

Pues justamente primero por los contrastes más fuertes, evidentes, de las cosas que has mencionado: de la edad, de la clase social y del poder económico también, porque hay una relación que antes de ser más íntima y más de amistad, está primero condicionada por lo económico. Me gustaba jugar con esas distancias insalvables que hay en esta relación. Es decir, Rita cree que Elizabeth y ella son como íntimas amigas y súper cercanas, prácticamente familia, y Elizabeth utiliza para su beneficio esa supuesta amistad. Y sobre las similitudes entre ellas, me interesa mucho explorar cómo a la gente le preocupan más o menos las mismas cosas durante toda su vida. Por la edad o las condiciones materiales, las preocupaciones pueden ir mutando, pero los miedos más básicos, la paranoia, el miedo a la soledad, todo eso, permanece. En lo que más se parecen es que las dos están muy solas. 

Se podría decir que los componentes fundamentales de los personajes son la soledad y la dependencia, ¿no?

La soledad puede ser en un principio algo un poco antinarrativo. ¿Cómo te puede dar juego que un personaje esté solo? Las relaciones humanas al final están muchas veces en lo esencial de lo narrativo. Creo que la soledad tiene mucho potencial literario, porque en la soledad puedes llegar a límites en la psicología de los personajes, de lo que puede llegar a ser la mente de una persona cuando no contrasta sus pensamientos con otras personas porque está sola. En este caso, los dos personajes están muy solos y en realidad, aunque interactúan, viven cerca, hablan y tienen relaciones más y menos fructuosas con personajes secundarios, en realidad no escapan nunca de su soledad porque no están comunicándose tanto. Están aprovechándose la una de la otra, pero no se está llegando a esa compañía que sanaría esa soledad.

Me gusta que el narrador tenga mucho poder

Una de las curiosidades de la que los lectores se habrán dado cuenta es que la novela no tiene diálogos. De esta manera, un poco a lo Georges Perec, has conseguido hacer de un reto una herramienta narrativa. ¿Cómo se construye una novela sin diálogos?

Los diálogos están incorporados en la voz narrativa y no están señalados ni con comillas ni con guiones. En mi cabeza, si leo el libro en voz alta leo los diálogos, sé que está habiendo diálogos en el sentido de que sé que los personajes están hablando e interactuando, pero me interesaba especialmente no marcarlos y crear esa sensación de que no existen y que visualmente el libro son párrafos y párrafos. Esto es trabajar con la voz narrativa, con el narrador. De una forma más o menos sutil, el narrador va posicionándose en la cabeza de cada personaje, alternativamente en la de Rita y en la de Elizabeth, y meter los diálogos en los propios párrafos, sin señalarlos, es una forma de crear esta especie de nebulosa. 

Otro de los puntos fundamentales es el estilo. Mucha gente confunde estilismo y estilo. ¿Cuál sería la diferencia?

Es curioso porque mi propia idea de estilo tiene mucha reflexión, me gusta pensar los libros como rompecabezas. Es decir, pienso en las cosas antes de hacerlas y mientras las estoy haciendo también. Soy muy estratega, improviso poco. En ese sentido, el estilo también lo asocio a esa estrategia, pero creo que la diferencia entre estilo y estilismo tal vez es que el estilismo es algo que a lo mejor peca de intentar ser demasiado estilo. El estilismo a lo mejor ignora el fondo, es decir, utiliza el lenguaje de una forma, pero solamente porque sí. Para hacerlo más fácil, el estilo para mí es lograr la fusión entre el fondo y la forma.

En la novela hay una clara influencia de Henry James...

Henry James es tal vez el autor con el que hay un diálogo más explícito en este libro. Empecé a leerle por su libro más famoso, Otra vuelta de tuerca. Él quería utilizar el género y la convención del cuento de fantasmas para hacer su propia versión de ello usando el ‘universo británico’ sin ser británico como algo exótico. A mí, me gustaba mucho la idea de que él se hubiera apropiado tanto de este espíritu del romanticismo inglés de los fantasmas a finales del siglo XIX. Y lo que él hizo con esta historia de fantasmas, que es lo que a mí me fascina, es que nunca dice si los fantasmas realmente existen o si están en la mente de la protagonista que los ve. El libro termina y tú no sabes si ella está loca o si realmente vive en un mundo en el que esas cosas sobrenaturales pueden ocurrir. Me fascinaba el poder que tenía un libro cortito, de fantasmas y aparentemente muy sencillo, de generar inmortalidad.

También se aprecia influencia de Muriel Spark...

Es una autora a la que leí más tarde, pero a la que dediqué bastantes páginas de mi tesis doctoral. Sobre todo admiro mucho de ella el humor y la forma de retratar también la sociedad británica, pero de una forma satírica y con una idea de que a los personajes se les puede tratar con crueldad. Ella tiene esta idea de hacer novelas en las que lleva a esos personajes a los límites de su salud mental y tiene esta concepción muy humorística del ridículo que me encanta. Ambos son autores que me han generado ganas de escribir y al final no puedo evitar homenajearlos.

La novela tiene un humor británico, como casi de comedia de enredo a lo Oscar Wilde, poco usual en la narrativa española...

Esto tiene mucho que ver con publicar en una editorial como Anagrama. Hubo un impulso muy fuerte, sobre todo creo que de parte de Jorge Herralde, de publicar a muchos autores de lo que él llamó el ‘humor inglés’. Está Douglas Adams con Guía del autoestopista galáctico, por ejemplo. Es a partir de leer a todos estos autores que interioricé su estilo a la hora de hacer bromas o generar situaciones. Cuando pensaba en la Inglaterra en la que transcurre mi novela, (que es la que va buscando Rita), pensaba en el último libro de Alessandro Baricco, Abel, que es un western, y en la nota que abre el libro dice: voy a utilizar nombres de lugares que puede ser que existan, y quiero pedir perdón de antemano a las personas que puedan sentirse ofendidas si creen que no he reflejado estos lugares tal y como son en realidad. Pero es que estos lugares y los lugares en los que transcurren las historias del oeste, ese oeste como lugar imaginado, ya pertenece a la literatura, no es algo que tú necesariamente tengas que conocer, y para mí todo el rollo inglés es casi como un mundo mítico, que realmente no sé si existe o si existe en algún momento, pero para todos es reconocible. 

Me parecía interesante explorar cómo se combate la soledad con mascotas que hacen de salvadores de los olvidados

El segundo capítulo comienza con una frase de Muriel Spark que dice: "La única rareza que tienes es que te fijas en los detalles más disparatados". ¿Qué significan los detalles y qué importancia tienen a la hora de construir una historia?

Escribo mucho visualizando lo que ocurre. Para generar un enredo necesitas una situación, que haya un escenario, que estén ocurriendo cosas, que puedas ver ese escenario. Para mi, es muy importante visualizar a mis personajes casi de forma teatral y cinematográficamente. Los detalles me ayudan a contar lo que no quiero decir directamente, lo que puede decirte Elizabeth al cortar una barra de pan mientras pasa un duelo. Puede ser que la cocina de un personaje te diga más sobre el personaje que el propio personaje. 

Hablemos de Kurt y Douglas, un perro y un gato, son dos mascotas y además dos personajes fundamentales en la trama...

Yo vivo con animales, me gustan mucho. Justo antes de escribir esta historia yo había perdido un gato. Desapareció y no volvió nunca, una tortura psicológica, porque pegamos fotos suyas por la calle y al ser un gato negro mucha gente llamaba diciendo que le había visto. Aunque sabía que no, siempre existía esa posibilidad de que el gato volviera. Esa experiencia me llevó a la idea del libro, de ese gato fantasmal que siempre puede volver y tienes que estar preparado. A partir de ahí, quise darle mucha importancia a la figura de la mascota, al duelo por la pérdida y también a la esperanza de una posible vuelta. A mi perro lo adopté durante la escritura de la novela y, aunque particularmente no me interesa escribir sobre mi vida, en este caso no tuve ningún problema en ponerle al personaje de Kurt todas las características de mi perro. También me parecía interesante de explorar cómo se combate la soledad con mascotas que hacen de salvadores de los olvidados. 

Otro personaje fundamental es la casa...

Dos casas distintas. Está la de Elizabeth, que es el lugar donde habitan los recuerdos y que está habitada por pseudofantasmas que encarnan las memorias de la gente que ha muerto. La relación con la casa es la relación con el pasado, con la nostalgia. Por otra parte, la relación de Rita con la casa es la promesa del futuro, es el deseo que la moviliza y a la vez es lo que pone en evidencia su realidad: la precariedad económica que vive. Esto me sirvió para reflejar una realidad social, porque la historia de Rita es la de una persona que no quiere perder su casa, que no quiere que la echen. No podemos ignorar las cosas que atraviesan cualquier historia, cualquier cuento de fantasmas. Cuando me senté a escribir, me preguntaba: ¿Es más terrorífico el fantasma de un gato o tu casera llamándote a la puerta pidiéndote el alquiler? Pues no lo sé realmente. 

Pienso en el lector, pero no cedo ante él o ante la noción de gustar a todo el mundo

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Primero pienso en mí como lectora y a partir de ahí me imagino a un lector ideal con referentes, intereses y un sentido del humor parecido al mío. Pienso en el lector, pero no cedo ante él o ante la noción de gustar a todo el mundo. Marta Sanz habla del ‘lector cliente’ y yo no pienso en eso. No me gusta pensar en Goodreads o estas cosas que representan a la novela como producto. No creo que lo mejor que pueda hacer un libro es dejar al lector contento. Creo que un libro que frustra o que te enfrenta a cosas incómodas cumple con su cometido. Es una relación extraña con el lector.

Ya para finalizar, ¿qué libros tiene entre manos este verano Adriana Murad Konings?

Estoy ahora sobre todo con dos: con una novela de Olga Tokarczuk bastante larga, Los libros de Jacob, que tenía reservada para el verano. También estoy con Las abejas y lo invisible, un ensayo de Clemens J. Setz. Novela y ensayo para este verano. 

Decía Oscar Wilde que la seriedad es el pecado original del mundo. La dependencia, el duelo, lo grotesco de un animal que ha revivido, los sueños como un pesado lastre, la vida como la de un perro al que hay que cerrarle la puerta y los fantasmas que habitan en nosotros. Esto es Los idólatras y todos los que aman (Anagrama, 2025), la nueva novela de Adriana Murad Konings quien, con un estilo a lo Henry James, nos cuenta una historia en la que los fantasmas se vuelven reales, los gatos nunca mueren y las vidas se entrecruzan.

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