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James Ellroy: "James Dean es un actor de mierda"

James Ellroy posa en su estancia en Madrid.

"Putin es un puto, un pinche puto, yeah". Es James Ellroy quien, a sus 73 años y alzado sobre su 1,90 de estatura, anda practicando sus conocimientos de castellano mientras espera la siguiente entrevista con un pin de Ucrania en la solapa y una colorista camisa hawaiana. La siguiente entrevista, efectivamente, somos nosotros. "James Dean es un actor de mierda", sentencia. Nos toca.

No es que haya perdido la cabeza por completo el emblemático escritor noir, nacido en Los Ángeles en 1948 y conocido por el público masivo por las adaptaciones al cine de L.A. Confidential o La dalia negra. Ocurre, eso sí, que en su nueva novela, Pánico (Literatura Random House), regresa al Hollywood dorado de los años cincuenta del siglo pasado para ajustar cuentas. Y se queda a gusto.

"Hollywood es un fake perverso", arremete el autoproclamado perro demoníaco de la novela negra mostrando los dientes, sonriente. "En realidad, no conozco ya a la gente que puebla Hollywood, pero ocurren un montón de escándalos, siguen consumiendo muchas drogas y tienen todo tipo de mierdas sexuales descabellas", lanza, para luego coger su propio rebote: "Pero no sé cómo es Hollywood".

Algo sabe James Ellroy, por supuesto que sí. Y nos lo cuenta en Pánico a través de Freddy Otash: exmarine y expolicía venido a menos que, abrumado por un asesinato forzado a cometer, se reconvierte en un detective privado con tintes de matón y proxeneta. Un personaje real que, desde el purgatorio, echa la vista atrás y nos cuenta cómo mantuvo a Hollywood contra las cuerdas husmeando y aireando sus pervertidas miserias en una revista pionera del cotilleo más escandaloso: Confidential

A través de este depravado y corrupto detective nos lleva el autor a su lugar y su tiempo favorito. "Los Ángeles en la década de los años cincuenta", según sus propias palabras y su mirada iluminada. "Es mi primera novela cómica, es muy divertida. Freddy Otash es un personaje ridículo", apostilla, pasando por alto que este individuo, aún con sus carencias, sirvió de inspiración al Jake Gittes caracterizado por Jack Nicholson en la aclamada película Chinatown de 1974. Tal fue su influencia en ese Hollywood que tan mal parado sale aquí, presa del Pánico.

Porque por las páginas de esta novela, tercera parte del llamado segundo cuarteto de Los Ángeles –precedido por Perfidia (2014) y Esta tormenta (2019), y que tendrá continuidad muy pronto– desfilan leyendas del Hollywood dorado como Rock Hudson, James (Jimmy) Dean, Natalie Wood, John Wayne, Marilyn Monroe, Marlon Brando, Liz Taylor, Elia Kazan o Sal Mineo.

Ellroy lo niega, pero estamos ante un ajuste de cuentas de manual perpetrado a través de Freddy Otash y todo el Departamento de Policía de Los Ángeles. "El aspecto de venganza es por mi profundo desprecio hacia el director Nicholas Ray o el violador Caryl Chessman, así como a la película Rebelde sin causa. Porque James Dean es un actor de mierda", resume, para luego pegar un pescozón a otro de los personajes históricos de Pánico: John Fitzgerald Kennedy. "No me disgusta, pero me río de él", lanza, efectivamente, riéndose.

Vuelve entonces el novelista a su personaje principal, Freddy Otash, quien ejerce aquí como narrador después de tener un par de papeles menores en historias previas. "Le conocí en 1989 y murió en 1992. Le propuse ser el protagonista de American tabloid (1995), pero murió y me di cuenta de que podría haberlo hecho gratis", explica, para luego anticipa que también va a ser el "protagonista de la siguiente novela" que está escribiendo y con la que cerrará este segundo cuarteto de Los Ángeles.

A pesar de esta fructífera relación creativa extendida a lo largo del tiempo, no duda Ellroy al afirmar que Freddy Otash es un personaje "despreciable y asqueroso". No en vano, es un detective de la vieja escuela conocido en todo Hollywood tanto por su mala fama como por su gran agenda de contactos y, en última instancia, sus nefastos artículos en Confidential merodeando el libelo.

"Pero Freddy tiene una historia más que contar", anticipa, para luego reflexionar: "Ciertamente, Freddy saca todas esas historias a la luz, pero yo creo que hay cosas que son privadas que hay que respetar. Yo vivo en mi mundo personal privado y no me gusta que nadie meta las narices en mi intimidad, no haría nunca lo que hizo Freddy".

Mi libro es ficción. Procede de una sensación que siempre he tenido de la existencia de un mundo secreto de sexo, delincuencia y crimen

Uno de los aspectos más fascinantes de las tramas de James Ellroy es su capacidad para mezclar realidad y ficción, utilizando para ellos personajes verídicos e inventados. Fiel a su propio enigma, asegura no saber si Hollywood es "tan horrible" como en su libro, puesto que todo se lo ha "inventado". "Tenía cinco años cuando la mayor parte de estas cosas estaban sucediendo", recuerda, travieso.

Y así, tras destacar que solo ha vivido nueve de los últimos 35 años en Los Ángeles, remarca que "nunca" dice a la gente cuánto hay de realidad y ficción en sus escritos. "Esa es la regla", subraya en rojo pintando al aire, para luego bajar la mirada de nuevo y aclarar: "Lo que yo digo siempre es que me lo he inventado".

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También se inventa Ellroy una megaurbe que ya no existe, pues nada tiene que ver L.A. con lo que fue setenta años atrás. "No existe, es verdad, lo que veo ahora no se parece a lo que recuerdo", concede, al tiempo que marca su propio camino: "Yo vivo en un mundo de fantasía, dentro de mi propia mente, creo momentos y lugares, personajes e historias. Me siento seguro ahí. Y niego la existencia de los teléfonos móviles, nunca los uso, es como si no existieran para mí".

Y prosigue, con cierta inesperada carrerilla: "Hay que tener en cuenta que mi libro es ficción. Que procede de una sensación que yo siempre he tenido de la existencia de un mundo secreto de sexo, delincuencia y crimen. Son pocas las cosas que yo realmente entiendo, pero entiendo el crimen, la dinámica que hay entre hombres y mujeres, la mecánica de la culpa". 

Por todo esto, asegura Ellroy que a su manera él hace libros cristianos ya que, según sus propias palabras, escribe "para mayor gloria de Dios, mostrando las consecuencias del pecado" y aspirando, en última instancia, como el detective Otash, al arrepentimiento, la redención, la confesión y la salvación. "Freddy llegará al otro lado", avanza para, así, terminar.

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