Sergio del Molino: "Felipe González es un personaje a la altura de las tragedias históricas de Shakespeare"

Detalle de la portada de 'Un tal González'

Fue el 28 de octubre de 1982, hace este viernes cuarenta años exactos, cuando Felipe González personificó el primer triunfo del PSOE en unas elecciones generales. Una victoria mayúscula con mayoría absoluta de 202 escaños que abría una época nueva en una España en transformación galopante hacia un destino por determinar.

Como es natural, no va a dejar el PSOE pasar semejante efeméride con la celebración de un gran acto con la participación del presidente Pedro Sánchez y el expresidente González. Un acto en el que "no se va a pasar de la retórica" porque al PSOE actual "no le interesa absolutamente nada el legado felipista", tal y como plantea a infoLibre el escritor y periodista Sergio del Molino (Madrid, 1979), quien acaba de publicar Un tal González (Alfaguara, 2022).

Una novela que narra un momento crucial de la historia de España, la Transición, siguiendo el hilo biográfico de su gran protagonista. La figura de Felipe González vertebra el relato, pero el foco está en una España que pasa en menos de una generación de la misa y el partido único a la democracia avanzada y a la completa integración en Europa. Una historia documentada con testimonios de primera mano –incluso del propio exdirigente socialista–, crónicas y hemeroteca.

¿Estamos ante una novela histórica, una biografía o una novela en el más amplio significado del término?

Yo la defino como novela a secas porque es la forma más fácil de no entrar en discusiones de género que me dan un poco igual. Pero la novela incorpora absolutamente todo, es una mirada desde el presente y desde mi generación a la historia de España a través de la figura de Felipe González en sus años de actividad política, desde 1969 hasta 1997. Está centrada en su peripecia, en su biografía y, a partir de ahí, se contempla la enorme transformación de España en esos años. 

¿Es la novela la mejor manera de contar una historia como esta? En la novela puede tener cabida lo que no cuentan los periódicos.

Hay muchas formas de contar, pero es verdad que la novela es muy versátil y permite adoptar muchos puntos de vista, incorporar muchos recursos y es una forma muy rica y muy potente de contar las cosas, de contar el pasado e ir asentando la memoria.

Todas esas posibilidades se potencian con personajes como nuestro protagonista. ¿Es Felipe González el perfecto personaje de novela?

Es un personaje enorme, shakesperiano, a la altura de las tragedias históricas de Shakespeare, que podría haberle dedicado perfectamente una novela. Lo que ocurre es que es difícil apreciarlo en toda su dimensión porque no tiene el fondo trágico. A diferencia de otros grandes personajes históricos del siglo XX, su obra, su legado y su vida no están asociados a una tragedia, sino al revés, pues es una historia de éxito. A Churchill, por ejemplo, le asociamos con los bombardeos de Londres. Muchos personajes tienen una dimensión heroica que está asociada generalmente a la violencia y a la guerra, pero el caso de Felipe González es una historia que acabó mal para él pero bien para España. Por eso es difícil sacarle ese jugo trágico que le puedes sacar a otros personajes que tienen el aire de la guerra y el polvo de las batallas detrás.

Felipe González merece muchísimas novelas y lo raro es que no las haya tenido todavía, los españoles somos pacatos y echados para atrás, desaprovechamos estos personajes por no meternos en líos

Sergio del Molino

A pesar de ese potencial novelesco, no es un personaje tratado en las novelas... hasta ahora.

Así es. Felipe es interesante por sí mismo por su dimensión como personaje histórico, como alguien que ha tenido el poder y lo ha ejercido de la manera que lo ha ejercido, y ha influido sobre un país como ha influido él. Merece muchísimas novelas y lo raro es que no las haya tenido todavía, ahí somos un pacatos y echados para atrás los españoles, que desaprovechamos estos personajes un poco por no meternos en líos. Pero merece la pena meterse en líos a cambio de contar una historia tan fascinante e interesante.

A través de la figura de quien presidió España durante casi tres lustros, pone en valor la transformación de España en aquellos años de cambios determinantes.

Claro, son catorce años de Gobierno y unos cuantos años de maduración política y ya protagonismo político que son fundamentales para poder entender por qué España es como es, y cómo se inaugura y se consolida una democracia de una forma completamente inverosímil. Y creo que en mi generación hemos sido demasiado despectivos y hemos dado por hechas muchas cosas. El hecho de ser hijos de la democracia nos ha hecho aceptar el paisaje de una forma demasiado inconsciente y frívola a veces, cosa que es normal, y un efecto también de lo consolidada que está la democracia. Las democracias frágiles tienen un sentimiento trágico y de la urgencia mucho mayor, pero si nosotros nos hemos permitido estas frivolidades es porque nuestros padres hicieron bien su trabajo. Creo que es obligado reconocérselo y a veces somos un poco inquisidores con su obra, que merece una mirada con un poco ya de dimensión histórica, de que ya no estamos en esas guerras partidistas, no hay que estar constantemente posicionándose en batallas que ya no existen y que son de nuestros padres. Igual es el momento de contemplarlos desde otro punto de vista, como la Historia que nos ha hecho a nosotros y nos explica en buena medida.

Reivindicar el sacrificio democrático de quienes perdieron la guerra civil es necesario, pero eso no puede servir para negar el valor de quienes sí consiguieron construir una democracia que la otra generación no pudo hacer

El momento de vernos como hijos de la democracia y no como nietos de la dictadura.

Somos ambas cosas. Lo que pasa es que durante los últimos quince o veinte años la condición de nietos de la Guerra Civil se ha tomado para negar o despreciar la condición de hijos de la democracia, cuando ambas cosas son ciertas. Reivindicar el sacrificio democrático de quienes perdieron la guerra es necesario, evidentemente, pero eso no puede servir para negar el valor de quienes sí consiguieron construir una democracia que la otra generación no pudo hacer.

No faltan los GAL en su novela. Como alguien que ha hablado con Felipe en el proceso de este libro, ¿cómo diría que recuerda todo aquello?

Él no habla de esto, ni siquiera sus amigos se atreven a sacarlo. Él deja más o menos entrever, por eso han hablado más felipistas cercanos que interpretan un poco lo que él transmite, que es yo creo que un sentimiento muy profundo y muy difícil de discutir o de cambiar de haber sido injustamente tratado. Pero este no es un discurso que él haya elaborado, porque no es algo sobre lo que hable. Y yo creo que falta todavía una pronunciación ya elaborada sobre aquello, porque ha pasado suficiente tiempo como para que podamos tener una meditación que todavía nos falta acerca de qué supuso aquello.

¿Ha cambiado su visión de Felipe escribiendo este libro? ¿Ha aprendido algo o visto algo inesperado?

Me he compadecido de muchas cosas. A diferencia de un ensayo u otro tipo de libro más objetivo, una novela implica tomar partido. Construyes un personaje y le acompañas, tienes que ser capaz de meterte dentro de él e intuir o especular qué podía sentir y pensar. Me he puesto mucho en su lugar y he visto un personaje muy solitario, que ha tenido que enfrentarse a unas soledades muy difíciles de imaginar para cualquiera. Es un poco el tópico de la soledad del poder, pero he percibido la complejidad del sentimiento de compromiso que tenía con lo que estaba haciendo y me he compadecido un poco de la frustración por no terminar de ser comprendido por una parte de la población española. Esa amargura creo que la lleva y yo no sospechaba que fuera tan evidente. Tiene algunas espinitas clavadas hasta el fondo. Desde fuera, mi composición de Felipe era la de un personaje mucho más duro y cínico y me ha parecido que no lo es tanto. Sí que es duro, pero no creo que sea un cínico.

Felipe González es un personaje muy obsesivo, y eso explica su éxito. Cuando se propone algo está muy centrado y se mete a fondo, y en eso sigue

¿Qué queda de aquel abogado laboralista desconocido que fue a conocer a los líderes socialistas en el exilio francés?

Guerra y los cabezas de lista andaluces en 1982, como Chaves, en la primera fila del acto del PSOE de Sevilla

Guerra y los cabezas de lista andaluces en 1982, como Chaves, en la primera fila del acto del PSOE de Sevilla

Creo que queda la perseverancia. Es un personaje muy obsesivo, y eso explica su éxito. Cuando se propone algo está muy centrado y se mete a fondo, y en eso sigue. Eso le llevó a un compromiso enorme con un partido que entonces no existía y eso persiste hoy porque sigue teniendo un talante obsesivo. Por ejemplo, está muy metido en los incendios forestales, se ha convertido en uno de los mayores expertos en incendios forestales de España y maneja datos que no maneja nadie, es una cosa tremenda. Esa es la misma perseverancia de cuando cogía el coche, se iba a Francia y se metía a fondo en una obra en la que otros no creían tanto. La determinación y la fe con la que aborda las cosas que hace es exactamente la misma.

Al PSOE que celebra estos cuarenta años, ¿le queda algo de Felipe o de felipismo?

No parece que mucho. Desde luego, orgánicamente poco, porque las reformas de los últimos tiempos que ha impuesto Pedro Sánchez han transformado un partido que ya no funciona como funcionaba cuando lo armaron Guerra y Felipe. Con Zapatero sí que funcionaba así, porque no modificó mucho el partido. Por otro lado, ideológicamente hay una reacción en buena medida al legado felipista, hay una renuncia al proyecto socialdemócrata clásico para escorarse hacia la izquierda que en buena medida aleja al PSOE de hoy del felipismo. Pero es verdad que todavía tiene una base socialdemócrata clásica muy fuerte que quiere mucho al legado felipista, que no está en puestos de dirección pero está en la estructura del partido, en muchos militantes y dirigentes postergados que están esperando su momento para brillar. Puede ser que en algún momento reivindiquen ese legado, pero no creo que sea este el caso aprovechando esta efeméride, que sería un momento perfecto para ello. Creo que no se va a pasar de la retórica, porque al PSOE de Pedro Sánchez no le interesa absolutamente nada el legado felipista.

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