Siempre al borde

No (I Premio Internacional de Poesía Francisco Brines)

Francisco José Martínez Morán

Pre-Textos (Valencia, 2021)

En el perfil literario de Francisco José Martínez Morán (Madrid, 1981), doctor en Literatura Comparada, docente en ejercicio en un instituto público de Secundaria y Bachillerato, director de la colección de poesía De Luz, Piedra y Espejo del Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alcalá de Henares y habitual colaborador en  medios de comunicación, la poesía adquiere un profundo calado. Su obra aglutina las salidas Variadas posiciones del amante (2006), Tras la puerta tapiada (2009), Obligación (2015) Tacha (2018) y Los cuadernos del frío (2021). Existe además en la plenitud de su escritura una relación fluida entre géneros, que expande ramas por la ficción narrativa, el ensayo y la crítica.

La permanencia en el recuerdo de Francisco Brines y su entrañable magisterio en el tiempo tienen en el Premio Internacional de Poesía, creado por la Fundación Francisco Brines y el Ayuntamiento de Oliva, un trazado de continuidad y memoria que retoñece en la hornada más joven. Francisco José Martínez Morán ha conseguido inaugurar esta senda con el poemario No, que se incorpora, de inmediato, al imprescindible catálogo de Pre-Textos.

Quienes han seguido la línea escritural del madrileño, recordarán el habitual talante del ideario estético y sus cualidades más reseñables: la mirada al cielo abovedado del silencio y, en consecuencia, el compromiso con una senda argumental de lacónico recorrido, proclive al minimalismo; la vigencia de un personaje verbal en el que manan afinidades biográficas y la inmersión en un coloquialismo existencial que busca sentido y luz a la condición temporal, expandiendo sucesivas obsesiones y carencias.

Dispuesta en cuatro tramos cardinales, la entrega amanece con el apartado Versiones desleídas, conjunto de trece composiciones que pronuncia en sus versos vislumbres intimistas, nacidos del acceso sensorial a una realidad tangible, pero oculta, si se me permite el oxímoron, tras el misterioso epitelio de la extrañeza. En el mapa desplegado por la percepción, nunca se escabulle lo imprevisible, los elementos que afloran sin que el sujeto sepa cómo leer su remanso significativo. Las palabras buscan entre la espesura de las cosas; crean propósitos y justificaciones que ubican el estar existencial en un territorio indeciso, carente de coordenadas, siempre al borde. 

El yo prosigue senda en una pactada representación. La sección Teatro para sombras muestra los pasos en soledad de un yo desdoblado, en medio de la noche, que convive en su periplo de vigilia y sueño con personajes de la cartografía literaria: Yorick, Próspero, Melibea; o con ecos de sabios predicados que se ajustan a las conjugaciones del ahora digital. Así en Lema juanramoniano del Millennial: "Melancolía, dame / la dimensión exacta de las cosas / (antes de que se apague la pantalla)".

En el leve apunte biográfico rescataba un signo básico: la profesión docente; no es un dato menor. Su ejercicio inspira algunos excelentes poemas del libro, como A los catorce, que se cierra de forma memorable: "A los catorce, y puede / que nunca más así, con esa fuerza, apuran la esperanza hasta los posos, / extreman los minutos. Son eternos."; o el lapidario Examen de conciencia que sintetiza, en solo dos versos, una desasosegada caligrafía vital, asociando el hecho de vivir al grisáceo aprendizaje de la decepción.

El apartado homónimo, del que toma título el poemario No devana la condición transitoria de la identidad, como si en los poemas habitara una sensibilidad crepuscular. Imaginación y memoria se entrelazan para hilvanar respuestas a un itinerario temporal desplegado entre la evocación y el ahora. En el poema "Espuma" se hace una lectura de la fugacidad de cada instante vivencial: "Pasaron como espuma ya diez años. / Quienquiera que yo fuese / entonces se ha diluido; / se ha borrado en hilvanes / la carne que la vida me dio en préstamo". En el apartado también aflora el quehacer indefinido de convertir el tránsito en materia verbal. Una toma de apuntes que acaba dibujando inflexiones fallidas, volátil soledad, la sensación compleja del humo comprimiendo nuestros sueños.

Consumir vida

La sección final Coronación transita por el recorrido de escenarios urbanos en los que converge ese continuo caminar sin rumbo definido que conceden los días. El cauce de la luz abre un entorno cercano y habitable, que crea en quien percibe la falsa sensación de estabilidad y permanencia. Las circunstancias de escenarios y viajes nutren los versos del poema y crean en el pensamiento el lúcido legado de la travesía biográfica: todo se va quedando atrás, lejano, diluido en las horas, asentado en el suelo erosionado de los días: "la luz se va hilvanando en un primor / de muros y pasajes; / rompe de fondo el día, los naranjos / dibujan de verdor las plazoletas. / Camino sin propósito, / como cualquiera vive". En ese registro, marcado por los sedentarios hábitos de la quietud, el cauce del pensamiento se empeña en vislumbrar un ámbito estable, donde tome asiento la verdad última del ser; pero el invierno insiste en reiterar estaciones, sin que acertemos a descubrir el misterio de lo permanente. Acaso el amor, y sus apuntes a deshora, pone una voz nítida en el desvelo, es transparencia que apaga la sed.

La escritura de No se convierte en centro reflexivo de lo vivido y de lo no vivido. Los poemas se empeñan en escuchar el callado discurso de lo transitorio. Las palabras protagonizan una labor volátil, una búsqueda constante de esa luz que ilumina la indefinición del estar. Esa pared con grietas que alza cada existencia para buscar cobijo.

* José Luis Morante es poeta, aforista y autor del libro 'Planos cortos' (Trea, 2021)

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