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¿Qué leemos ahora? Los nuevos libros que se amontonan en otoño

Una mujer visita la Feria de Otoño del Libro Viejo y Antiguo de Madrid en el Paseo de Recoletos de Madrid (España).

Las novedades editoriales se multiplican cuando en septiembre comienza un nuevo curso escolar. Le pido a mi librero de siempre que me guarde este y ese y aquel título, deseando devorar esos libros de los que he leído en los suplementos culturales de nuestro país que no nos los podemos perder.

Pero. ¡Ay! Comienza el curso. Las novedades se apilan, pero septiembre te obliga a contraer una deuda que ya la quisiera para él el mercader de Venecia. Hubiera terminado mucho mejor su contrato.

Se abre la puerta del aula y un viento ligero nos trae la presencia de Benito Pérez Galdós. Hay que convencer a los alumnos y a las alumnas, con esos maravillosos 17 años, de que vean en mis brazos en jarras, en mi mantón inexistente, en mi acento impostado madrileño de una mujer turolense, a Fortunata. Y, si aún es posible, que les provoque repelús observar cómo me como un huevo crudo en unas escaleras no muy limpias. Convencerlos, también, de que Isidora Rufete es un personaje extraordinario que no queda tan lejos de experiencias malogradas de esa amiga, me cuenta una alumna, a la que le pasó lo mismo. Y el aula se llena de jo, es verdad, de joé. En la librería donde voy a por mis novedades reservadas también están, como siempre y donde siempre, Fortunata y Jacinta, La desheredada, Misericordia, Trafalgar. De paso, veo en la lista del corcho de la pared que la profesora de Historia de España ha recomendado El lector de Julio Verne, de Almudena Grandes. Y les digo que Galdós y Almudena estuvieron dándose la mano y que quizás aún lo sigan haciendo. Y que, en la librería y en la vida, están juntos.

Dialogando con los personajes, mis estudiantes conocen a Augusto Pérez. Leemos Niebla. Tiene razón don Miguel de Unamuno. Los entes de ficción recobran vida cada vez que abrimos las páginas de un libro. Nosotros nos iremos, ellos no. ¿Quiso Unamuno convertirse en un personaje literario para sobrevivirse a él mismo? ¿Qué significa existir? ¿Es la vida un camino nebuloso donde esa vida consciente de la que habla Rubén Darío nos condena a los grandes conflictos? ¿Qué hubiera cambiado si yo no hubiera estado aquí?  

Con Pío Baroja conocemos a Andrés Hurtado. Muchos de mis jóvenes quieren ser médicos, quieren ser médicas. Sin querer recuperamos dos novelas. El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince, nos invita a hablar de la importancia de la salud pública. Castillos de fuego, de Ignacio Martínez de Pisón, enlaza la literatura y la admiración. Martínez de Pisón es un gran lector de Pío Baroja. Castillos de fuego nos recuerda lo importante: no es posible un presente saludable ni inteligente sin un pasado conocido y valorado. Nuestros alumnos no son el futuro, son el presente. Y me atrevo a decirle a mi librero que ponga junto a Castillos de fuego la novela El árbol de la ciencia, para que también ellos dos se den la mano en este otoño enajenado. 

Sin querer ha llegado noviembre. Mi lista de novedades sigue intacta. Cayó en mis manos Soldados de Salamina y de nuevo Javier Cercas acapara mi atención. Justo ahora que tengo que leer los versos de Antonio Machado. Y leo. Y leyendo leo y revivo y traigo a la luz esos días contiguos en los que Antonio Machado cruzaba la frontera y Sánchez Mazas tuvo una segunda vida de regalo. 

El curso me ha atrapado. Mi librero sigue guardándome títulos. Pero mi bendita maldición persiste. No empezaré nada nuevo hasta que vuelva a llorar por la muerte de Leonor ni hasta que Juan Ramón me vuelva a susurrar en estos destartalados vientos otoñales que yo me iré. Lo bueno es que se quedarán los pájaros cantando. Y Fortunata, Isidora, Augusto, Andrés, Benina, Ferlosio, Eloy, Gloria, Miralles cobrarán vida cada vez que uno de nosotros, de nuestros alumnos, de sus hijos y de los hijos de sus hijos abra un libro. Que no será novedad pero será, de nuevo y como siempre, mágico.

Devolverles el sentido de lo humano

Por cierto. Mi librero me regaló El maestro que prometió el marFrancesc Escribano vino a Toledo invitado por el Festival CiBRA. Y yo voy a leerlo sabiendo que voy a ser un poco ese dios de Unamuno y que voy a tener el súper poder de dar vida a un maestro que la literatura, el cine y el teatro han rescatado del olvido. Nos vemos pronto para hablar de este libro, de esta vida borrada, de este maestro excepcional, de esta historia para no olvidar. Qué suerte tenemos los que leemos.

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Sonia Asensio es profesora de Literatura.

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