Liliana Colanzi: "No quiero volver a festivales literarios donde no hay presencia del 50% de la población"

Liliana Colanzi.

Carmen Peire

Liliana Colanzi (Bolivia 1981) se ha alzado con el VII Premio Internacional Ribera del Duero por el libro de cuentos, aún inédito, Ustedes brillan en lo oscuro.

El fallo se dio a conocer el pasado jueves 24 de marzo en el Círculo de Bellas Artes, con presencia de la autora, que fue informada diez días antes para que pudiera coger un avión y presentarse a recogerlo. El galardón ha sido otorgado por un jurado compuesto por Rosa Montero, en calidad de presidenta, Marta Sanz, el presidente del Consejo Regulador de la Denominación de origen Ribera del Duero, Cristian Crusat, y el director de la Editorial Páginas de Espuma, Juan Casamayor. El jurado ha resaltado que la escritura de Colanzi está en el filo de la incertidumbre, en una mezcla de ciencia ficción y realidad, de distopía y lugares reconocibles. 

Por primera vez en la historia de este galardón, la mayoría de finalistas han sido mujeres, aun cuando del total de 946 manuscritos presentados, 752 han correspondido a hombres y solo 194, un 20,5% del total, a mujeres. Salvo el único hombre finalista, el escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez, con una carrera literaria considerable y nacido en 1950, el resto han sido Laura Baeza (México), Marina Closs (Argentina) y María José Navia (Chile), todas nacidas en la década de los 80. Parece que una generación novísima se adentra en el cuento con un vigor sorprendente. Es importante también destacar que la ganadora es boliviana, es decir, se aleja de los focos de irradiación literaria latinoamericana, como son México o Argentina.

La primera pregunta parece que es obligada: ¿qué puede suponer este premio para ti?

Fue un nivel de sorpresa importante. No esperaba, de verdad, ganarlo. Estaba segurísima de que cualquier otro candidato iba a ganar. De hecho, fue tanta la sorpresa que durante un buen rato no me lo pude creer. Me lo dijeron unos diez días antes del fallo, para que pudiera coger un vuelo. Después de la sorpresa sobrevino la idea de que el libro va a estar circulando en unas semanas. Fue una sensación extraña. Es un libro con el que llevo peleando varios años.

En la rueda de prensa dijiste que este libro empezó a gestarse en el 2017 en Oaxaca. ¿Dónde resides habitualmente?

Vivo en Ítaca, Nueva York, en la universidad de Cornell, desde hace diez años. En 2015 gané el premio mexicano que se otorga a autoras latinoamericanas menores de 35 años y una de las características más bonitas, aparte de 10.000 dólares, es que premia un proyecto de libro, apuesta por algo que no existe aún. Te da la oportunidad de tener las condiciones materiales para escribir con calma y acabarlo. Este premio implica también residencias en diversos lugares. Una de las residencias es Oaxifornia (mezcla de Oaxaca y California) y, estando en este lugar, vino a mí una imagen de una cueva a lo largo del tiempo. Fue el primer cuento, La cueva, que es el personaje principal, por donde circulan desde microorganismos, animales, humanos y otras criaturas mutantes. Fue una manera de proyectarme a través del tiempo y tratar de entender las épocas de este planeta, incluso cuando no existíamos, así como un futuro en el que probablemente esté poblada por otro tipo de criaturas. Tengo la esperanza de que, pese a todo, la vida continuará y tengo la esperanza de que los humanos también, pero en esta cueva intenté ver cómo pueden circular distintos tipos de vida a lo largo del tiempo y en un mismo lugar.

También comentaste que la escritura te ha mantenido en la cordura en estos tiempos de pérdida ¿A qué te referías? ¿Crees que la literatura tiene una función terapéutica?

Cuando comenzó la pandemia, me costó mucho concentrarme, prestar atención, leer, trabajar, escribir. Estaba muy agobiada y angustiada por las noticias. Después de ese periodo frustrante, la escritura se convirtió en un espacio donde proyectar inquietudes, refugios y volcar energías como manera de canalizar las turbulencias. Perdí a mi padre de covid el año pasado. También a amigos, conocidos y familiares, tíos, tías. La escritura ha sido una forma de conectar con la energía creativa en un momento de mucha oscuridad. Leí mucho, y aunque no esté de modo evidente o explícito en el libro, esas lecturas han sido la corriente subterránea de estos cuentos. Leí Lo nacional popular en Bolivia, un ensayo del filósofo boliviano René Zavaleta, libros sobre historia del arte de Teresa Gisbert, me marcó mucho la lectura de Las lágrimas, de Pasqal Quignard. También otros libros de autoras contemporáneas: Mugre Rosa de Fernanda Trías, la última novela de Mariana Enríquez, Nuestra parte de noche, o Cadáver Exquisito, de Agustina Bazterrica.

Tengo la sensación de un agujero negro que se tragó mi concentración y experiencias, de lectura muy vívidas e intensas y que todo eso consiguió darme una suerte de respiro ante la situación que atravesábamos.

¿Cómo definirías tu propio libro de cuentos?

No quiero encasillarlo en un determinado género. Hay varios cuentos escritos en modo ciencia ficción, horror o fantástico, pero hay otros que no encajan; el que da título al libro está inspirado en el accidente radiológico de Goiânia, que ocurrió en Brasil. En este cuento los hechos eran tan extraños y tan terribles que no necesité la ciencia ficción ni un elemento sobrenatural ni fantástico, porque ya la manera en cómo funciona la radioactividad es lo suficientemente apabullante. Este está escrito en modo realista.

Lo que reúne a los cuentos es una indagación en torno al tiempo. La literatura es capaz de enfocarse en lo microscópico, y en lo macro o cósmico, en el tiempo mínimo y el profundo del universo. Quería explorar en estos tiempos enrarecidos o dislocados. Hay un cuento situado en una colonia que rechaza el progreso y la tecnología, y se instala en un lugar que niega todo aquello que trae consigo. Es un contraste entre el tiempo del afuera y el de la colonia.

Hay una ciudad de El alto, otro cuento, donde la ciudad tiene características futuristas y asiáticas. Hay otro situado en el Amazonas boliviano, en una ciudad en ruinas, porque me interesaba el contraste entre el pasado próspero que tuvo y el presente en ruinas.

Hay cuentos sobre la radioactividad porque los desechos radiactivos permanecen por cientos de años.

¿Qué es para ti el cuento? ¿Cuáles son tus referentes? ¿Y los referentes femeninos?

Para mí el cuento es el canal que me permite expresarme mejor. Cuando escribo es importante estar en diálogo con otros autores y autoras. He tenido presente a Felisberto Hernández, Amparo Dávila o Silvina Ocampo, y de hecho algunos de los cuentos son una forma de reescritura o procesamiento de cuentos de estos autores. Cuando escribo necesito este diálogo con escrituras ajenas.

¿Tuviste dudas a la hora de presentarte al premio?

En realidad no, porque no tenía expectativas, estaba segura de que no iba a ganar, pero participar me sirvió para poder ponerle fin al libro.

¿Qué escritores cuentistas españoles conoces?

Hay un cuento que me ronda siempre de Mercé Rodoreda, La salamandra. Una bruja joven o una joven acusada de brujería; es un cuento extraordinario escrito en un lenguaje maravilloso con un tono mítico, pero que habla de cosas muy importantes del ser mujer. Sara Mesa me gusta mucho. También los cuentos de Carlos Castán.

En el año 2019 editaste La desobediencia. Antología de ensayo feminista. ¿Cómo ves la literatura escrita por mujeres?

Siempre ha habido literatura escrita por mujeres que ha sido ignorada. Este es un momento, en cambio, de celebración de la escritura hecha por mujeres. Es un momento importante, no sólo para celebrar las mujeres jóvenes, sino también para recuperar la voz de las anteriores, mirar al pasado y desenterrarlas del silencio. Debe de haber un proceso de rescate, gracias a ello yo llegué a Amparo Dávila o a Nellie Campobello. Y volví a leer a Silvina Ocampo gracias a Mariana Enríquez. Sin duda la literatura actual se escribe en nombre de mujer. Mi propia escritura está atravesada por las obras de muchas escritoras a las que admiro como Sara Gallardo o las anteriormente citadas, o Mónica Ojeda o Marina Closs, otra finalista de este premio. O la escritora haitiana Marie Vieux Chauvet.

Este año se han presentado 752 manuscritos de hombres y 194 de mujeres. En cambio, las finalistas habéis sido cuatro mujeres y un hombre. De América Latina. ¿Crees que la literatura escrita por mujeres empieza a consolidarse? ¿Con qué riesgos crees que os podéis encontrar?

Miel sobre hojuelas

Espero que la literatura escrita por mujeres haya venido para quedarse. No quiero volver a antologías copadas por hombres o festivales literarios donde no hay presencia del 50% de la población. Mi deseo es que esta revolución en el campo literario permanezca y que incluya también otras voces, porque las mujeres no somos un bloque homogéneo. El campo literario ha de abrirse a voces de mujeres indígenas, mujeres negras o árabes, y también a mujeres que vienen de estratos sociales que no son privilegiados.

(Colanzi ha publicado dos libros de cuentos: Vacaciones permanentes (2010) y Nuestro mundo muerto (2016). Ha editado también La desobediencia. Antología de ensayo feminista (2019). Ha sido seleccionada entre los treinta y nueve mejores escritores latinoamericanos menores de cuarenta años por el Hay Festival de Bogotá en 2017, año en que creó Dum Dum Editora en Bolivia. Asimismo enseña literatura latinoamericana y escritura creativa en la Universidad de Cornell, Nueva York).

Carmen Peire es escritora y su último libro es 'Cuestión de Tiempo' (Menoscuarto).

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