Muriel Barbery (Casablanca, 1969) pasa totalmente desapercibida en la discreta cafetería del Instituto Francés de Madrid. Bebe agua. Sonríe. Podría ser perfectamente una turista francesa extraviada. Sin embargo, su nombre sonará a, al menos, seis millones de personas en 34 países del mundo. Si no su nombre, sí el de su hijo literario: La elegancia del erizo (2006). Esta mujer de mediana edad, distante aunque afable, es la autora de uno de los mayores éxitos editoriales de los últimos años. Su novela es el título más vendido de la prestigiosa colección Blanca del editor francés Gallimard, que en 100 años de historia ha dado papel a autores como Camus o Malraux. Pese a esto, Barbery lleva una vida alejada de los medios, casi anónima. Ha tardado nueve años en lanzar un nuevo libro, La vida de los elfos (Seix Barral), una novela sobre la naturaleza protagonizada por dos niñas mágicas de 12 años. Y asegura que le da "absolutamente igual" que este no sea un éxito comercial.
Y no parece que vaya a serlo, al menos en opinión de la crítica francesa. "Para su gran regreso, Barbery acude a lo sobrenatural. Fallido", dice la revista L'Obs (antiguo Le Nouvel Observateur). "Las afectaciones de estilo son más numerosas que las legiones de Sauron", publica Les Échos, en un juego sobre la temática del libro. "Preveamos que algunos hablarán de una obra de arte rica y metafórica, y otros de galimatías ridículamente inflado", aventuran en Le Figaro. "He leído todo sobre mí misma, y soy absolutamente impermeable. Más me vale", responde la autora. Impermeable, o inalcanzable. Barbery lleva años viviendo en el extranjero y evitando a los medios. No acepta salir en la tele (ni que se graben vídeos de ella), aunque sí las fotos. "La fotografía no permite reconocer a la persona tan fácilmente, la imagen en movimiento sí. Cuando acabe la promoción, volveré a mi escondite", promete.
La placidez de la escritora, su aparente despreocupación con respecto a la marcha del libro, se explican también por una cuidada cuenta corriente. Solo en el año posterior a la publicación del libro, Barbery ganó 3,35 millones de euros en concepto de derechos de autor correspondientes a lo vendido en Francia, y granjeó a su editor más de 12 millones de euros. De esta nueva novela se ha lanzado una primera edición de 75.000 ejemplares, una cifra modesta comparada con su propio logro, pero enorme al lado de las 4.000 primeras unidades de La elegancia del erizo que salieron a la calle (de los cuales solo se vendieron 12 en la primera semana). ¿Preocupa en Gallimard y en las editoriales extranjeras que este nuevo libro no sea el éxito comercial del anterior? "Eso todo el mundo lo sabía. O yo, al menos. Son textos que no tienen nada que ver. El erizo era ligero, divertido… aunque espero que no sea solo eso. Pero no tienen en ningún caso la misma perspectiva", dice la autora.
Si La elegancia del erizo era, fundamentalmente, una sátira de la burguesía francesa orquestada en torno a las opiniones de una niña prodigio y una portera ilustrada, La vida de los elfos se adentra en el género fantástico para narrar, con un estilo buscadamente barroco, la lucha del bien contra el mal en un mundo poblado por humanos, elfos y unicornios. La escritora acepta que quizás sus seis millones de seguidores no asalten las librerías para adquirir este último: "El erizo tenía público muy distinto, y tocó, por ejemplo, a lectores ocasionales que no leían a menudo, por qué no decirlo, y que sí se sintieron interpelados por ese libro. Pero este es mucho más literario, y pienso que quizás no llegue a los lectores ocasionales. Es difícil saberlo. Y, de todas formas, no es mi problema". Su problema es, dice, escribir: "Ya ve que no lo hago cada mañana. Cuando encuentro a dos o tres lectores que se han emocionado, basta. No necesito 75.000".
Un cambio de registro
Barbery ha cambiado la acidez contra las contradicciones de la clase media francesa por una defensa de la naturaleza. El mundo apenas habitado por el hombre (la historia tiene como puntos centrales la Borgoña francesa y la región italiana de Los Abruzos) ha sido entretejido entre los jardines japoneses y la planicie de los Países Bajos. El primero acogió a la autora durante dos años, en los que estuvo disfrutando de una residencia en la Villa Kujoyama, perteneciente el Instituto Francés. El segundo la recibió durante los tres años que estuvo viviendo en Ámsterdam. "Todos los novelistas, sea cual sea el ángulo desde el cual se enfrentan al mundo (ya sea de forma directa, panfletariamente, simbólicamente, metafóricamente), hablan de los mismos temas", dice, sobre el cambio del foco de su protesta, "He pasado de un registro satírico a uno poético, esa es quizás la verdadera evolución".
Una que le ha costado una "dura batalla" contra las palabras. Elaborar el complejo labrado de sus párrafos ha sido un proceso largo. Sirva como ejemplo la descripción de una fiesta:"Grandeza de las comunidades tejidas por la misma inclinación añadida al calor protector de las hordas primitivas, hombres y mujeres ligados por la conciencia compartida de su fragilidad de estar desnudos y por un deseo que los hermanaba en el vértigo del arte". El uso del cuento como formato, comenta, tenía una utilidad más "narrativa" que "filosófica": "Su intemporalidad abría todos los ámbitos de la imaginación. No había problemas de exactitud histórica, y además está su apertura metafórica. El sentimiento que tuve fue de una libertad total". Una libertad que disfruta ahora en la región francesa de Touraine, en una casa en mitad del campo. Desde que dejó su trabajo como profesora (obtenido después de su paso por la prestigiosa Escuela Normal Superior) se dedica exclusivamente a la escritura. Y a los viajes. La gira de La vida de los elfos acaba de empezar y ya tiene asegurada una segunda parte para la novela, lo que la convertiría en su primera saga. "O una tercera parte incluso", apunta. La tranquilidad, por ahora, está asegurada.
Muriel Barbery (Casablanca, 1969) pasa totalmente desapercibida en la discreta cafetería del Instituto Francés de Madrid. Bebe agua. Sonríe. Podría ser perfectamente una turista francesa extraviada. Sin embargo, su nombre sonará a, al menos, seis millones de personas en 34 países del mundo. Si no su nombre, sí el de su hijo literario: La elegancia del erizo (2006). Esta mujer de mediana edad, distante aunque afable, es la autora de uno de los mayores éxitos editoriales de los últimos años. Su novela es el título más vendido de la prestigiosa colección Blanca del editor francés Gallimard, que en 100 años de historia ha dado papel a autores como Camus o Malraux. Pese a esto, Barbery lleva una vida alejada de los medios, casi anónima. Ha tardado nueve años en lanzar un nuevo libro, La vida de los elfos (Seix Barral), una novela sobre la naturaleza protagonizada por dos niñas mágicas de 12 años. Y asegura que le da "absolutamente igual" que este no sea un éxito comercial.