Más de quince años de amistad y colaboraciones puntuales aquí y allá entre Leonor Watling (Madrid, 1975) y Leo Sidran (Madison, Wisconsin, 1975) cristalizan ahora en Leo & Leo, un nuevo proyecto en forma de dúo que publica este 3 de octubre su primer disco homónimo a través del sello francés Bonsai Music. Once canciones con colaboraciones de amigos comunes como Kevin Johansen, Jorge Drexler –pareja de ella– y Javi Peña, que han sido mezcladas por Matías Cella en Buenos Aires. "Me preocupa un poco que la gente siempre diga que somos el grupo más anticomercial", reconoce divertido Sidran, multiinstrumentista internacionalmente reconocido, mientras Watling coincide entre risas: "Yo espero que seamos súper comerciales".
Sin embargo, lo cierto es que su música, tan lúdica como sofisticada, y que juguetea con el jazz, el pop, el swing y otros muchos géneros con patente buen gusto, es prácticamente contracultural en los tiempos que corren. Los grandes números van por otros derroteros. "Hay música para todo, pero no sé si esta música es para estadios. Creo que es para tener un poco más de contacto con el público. Pero para que quede claro, si nos quieren llamar de los estadios las líneas están abiertas", añade el estadounidense en esta conversación con infoLibre que empieza con una pregunta esencial.
¿Quiénes son Leo & Leo?
LEO SIDRAN: Es muy buena pregunta esta. ¿Qué es lo que queremos que la gente entienda cuando vea el cartel de Leo & Leo? —pregunta mirando divertido a Leonor, que ríe—. La verdad es que somos amigos desde hace muchos años y llevamos bastante tiempo hablando de hacer algo juntos. El momento llegó hace unos dos años, cuando ella vino a verme tocar en el Café Central de Madrid con mi grupo francés, The Groovy French Band, y me dijo: 'Yo quiero hacer un proyecto con estas canciones, con estos músicos, contigo produciendo'. Ahí surgió el nombre y, aunque lo diga de broma, es verdad, a partir del nombre teníamos el proyecto (risas). Porque aunque no explique mucho, Leo & Leo lo dice todo. Es algo entre ella y yo, dos artistas y amigos.
Este proyecto es una forma de cerrar un círculo, pues Leo trabajó como productor con Jorge Drexler —después pareja de Leonor— hace ya 20 años, nada menos que en Al otro lado del río, la canción de Diarios de motocicleta que ganó el Oscar el 2005.
LEONOR WATLING: Pero yo ahí no conocía a Jorge.
L.S.: Fíjate, yo conozco a su pareja desde hace más años que ella (risas). También toqué en un disco de Marlango hace unos 15 años, y ella cantó en un disco de mi padre —Ben Sidran—.
L.W.: Íbamos picando, sí. Y cuando le vi en el Central me encantó y me dije: '¿Y si le pido hacer un disco con sus canciones?' Él me preguntó si quería hacer un disco mío como Leonor, pero yo me lo imaginaba más como los discos de la discográfica Verve, esos de 'no sé quien canta a', como Ella Fitzgerald canta a Gershwin, aunque nosotros no somos ni Gershwin ni Ella Fitzgerald. Al final, no es Leonor Watling cantando las canciones de Leo Sidran, sino Leo & Leo cantando las canciones de Leo Sidran.
L.S.: Y yo insistí en que hubiese por lo menos una o dos canciones nuevas, algo fresco, porque me daba miedo formar un grupo de versiones de mis propias canciones, como un homenaje a Leo Sidran cantado por Leo Sidran (risas). Que luego aprendí, eso también, que una vez que entra Leonor a cantar ya todo cambia.
Después de unos preliminares de tantos años, Leo & Leo se juntan y graban un disco en tres días. Y no contentos con eso, lo presentan en vivo la misma noche de terminar la grabación, el pasado mes de abril, mucho antes de publicarlo ahora, en octubre.
L.W.: Hicimos todo al revés. Cuando estás haciéndolo todo tú a pulso vas aprovechando el tiempo. El disco lo grabamos en tres días en Estudio Uno, terminamos un sábado y tocamos ese mismo sábado en una fecha que surgió en el Café Berlín de Madrid que sirvió para pagar los vuelos y el hotel de los músicos. Vamos un poco así (risas).
Con un poco más de orden, después de la salida del álbum, ya sí llegan los correspondientes conciertos de presentación en Madrid, Barcelona, Palma, París, Londres, Vitoria...
L.W.: La primera vez que tocamos juntos fue en Vitoria con el trío de jazz de Javi Peña. En el Dazz Jazz Festival de 2023.
L.S.: Y me hace mucha ilusión volver a Vitoria justo por eso. Porque habías subido a cantar conmigo alguna vez, pero aquella fue como la primera muestra.
Todos los pasos que han dado parecen ir en contra de una intención comercial al uso, en dirección contraria a las lógicas actuales de la industria musical.
L.S.: Me preocupa un poco que la gente siempre diga que somos el grupo más anticomercial (risas).
L.W.: Yo espero que seamos súper comerciales (risas). No tengo nada en contra de ser súper comercial.
Pero el oyente percibe algo que no va por ahí desde el primer segundo.
L.S.: Será porque lo hacemos por amor, por amistad, porque nos gusta. Y también porque hay cantidad de canciones para cantar y por componer.
L.W.: La verdad es que hay tantas ganas de hacerlo que lo haces y luego ya encuentras la manera de amortizarlo y pagarlo, y no al revés. No es lo más inteligente, pero tenemos la suerte de poder hacerlo, de poder adelantar ese dinero en vez de meterlo en un plan de pensiones (risas).
L.S.: Podríamos haber buscado más intervención externa...
L.W.: Pero luego te quedas esperando, y con las vidas que tenemos los dos era hacerlo ya porque, si no, no lo vamos a hacer. Si nos esperamos a una discográfica todavía estaríamos esperando a que te digan que no, que también pasa.
L.S.: Encontramos el hueco. Se hizo en tres días por cuestiones de presupuesto, pero también de estilo.
L.W.: Y son esos músicos porque lleváis mucho tiempo tocando juntos y se nota la solidez.
L.S.: Y se nota que suena peor cuantas más tomas hacen.
El álbum tiene tres colaboraciones de lujo: Jorge Drexler, Kevin Johansen y Javi Peña. ¿Por qué ellos?
L.S.: Tampoco lo hicimos por cuestiones comerciales (risas). Fue todo al final. Jorge fue el último en entrar, por una cuestión familiar.
L.W.: Los tres son muy cercanos. Javi Peña ha sido fundamental porque nos ha ayudado en todo, incluso prestarnos amplis y guitarras, y hay una canción suya en el disco, lo cual es un lujo. Con Kevin tenemos amistad los dos.
L.S.: Y él es como mi otro compatriota en el bilingüismo. Además, su productor, Matías Cella, es amigo y ha hecho el máster y la mezcla de este disco.
L.W.: La canción que canta Jorge, Light, la compuse hace diez o doce años pensando en él, así que de alguna manera volvió a casa cuando él además escribió un verso nuevo para ella.
Grabado en Madrid, el álbum tiene en realidad un espíritu de lo más global.
L.W.: Sí. Los vientos los grabó Leo en Nueva York, por ejemplo.
L.S.: Por petición tuya (risas). Me dijo que faltaban vientos y yo cumplí llamando a amigos vecinos de Brooklyn. Esto hace, por cierto, que sea una producción muy internacional, porque los músicos de base de mi banda son franceses, está Javi Peña, Kevin Johansen, Jorge Drexler, los músicos de Nueva York, la mezcla la ha hecho un argentino... faltaba algo de Japón y la India.
Un disco transoceánico.
L.S.: Totalmente. No es un disco nada político, pero yo sí que pienso, desde mi punto de vista de Estados Unidos, donde desafortunadamente el mensaje que estamos aportando al mundo es de aislamiento, que es importantísimo hacer un proyecto muy abierto y sin fronteras en este momento. Lo disfruto mucho.
Eso nos lleva a la primera canción del disco, The art of conversation. Igual no tiene nada que ver en origen, pero ¿puede haber ahí un mensaje de que hablemos más y nos escuchemos más entre nosotros en este mundo en el que reina el individualismo y florecen discursos de odio justo por eso?
L.S.: Estoy muy a favor de las conversaciones. Para mí, una buena conversación es igual de enriquecedora que un buen concierto, una buena jam session o cualquier otro punto de contacto creativo.
¿Estamos perdiendo ese arte de conversar?
L.W.: Desde luego, por ejemplo en las televisiones. En España había en los ochenta un programa que se llamaba La clave, con políticos que podían ser uno del régimen de Franco y otro del PCE, sentados hablando sin interrumpirse. Conversaban, era gente conversando, y eso no existe ahora. Ahora existe una cosa que se llama 59 segundos que es 'di tu frase, di tu tuit' y te quitan el micro. Ahí se ha perdido un poco algo.
Hay millones de ofertas en plataformas y demás, pero el ser humano al final quiere el rebaño, el contacto, y quiere ver algo que esté pasando ahí de verdad
Otra canción con un mensaje interesante sobre las segundas oportunidades es It's never too late. Tengo entendido que está relacionado con Leonor y su lucha contra el examen del carnet de conducir, pero más allá de eso, también nos dice que nunca es tarde para aprender a bailar, por ejemplo.
L.W.: (Risas). Ni es tarde para enamorarse, nunca es tarde para nada. Yo incluso noto a mucha gente muy joven que siente que ya llega tarde. Hay una prisa ahora mismo y un 'no voy a hacerlo porque ya es tarde', que te dices 'pero no, no, si esto es larguísimo, te queda mucho y nunca es tarde'. Hay gente que descubre lo que le gusta con sesenta años.
L.S.: Incluso podría ser un poco la mantra de este grupo, es decir, que nunca es tarde para montar un grupo nuevo, empezar un proyecto nuevo o hacer cosas que no has hecho antes.
¿Y por qué siempre sentimos que ya llegamos tarde para todo?
L.S.: Serán los medios, las redes sociales, será la comparación constante, la fascinación y la paranoia de la juventud.
L.W.: Y la fascinación con el éxito, como si el éxito fuera una cosa buena. Pero es que si tú te puedes dedicar a lo que te gusta, cuanto más tarde te llegue el éxito, más lo vas a disfrutar. Como el éxito te llegue con 16... hummm.
L.S.: El éxito tampoco es necesariamente lo que se supone que es.
L.W.: También, definamos éxito. Qué suerte poder dedicarte a lo que te gusta sin ese peso.
Tampoco sé de dónde surge Nobody kisses anymore, pero puede ser otro mensaje bonito. ¿Nos besamos poco?
L.W.: Eso nunca te lo he preguntado, Leo. ¿De dónde viene?
L.S.: En realidad es muy personal. Lo voy a decir aquí en la prensa española porque no va a llegar a mi casa y porque ese nadie soy yo (risas). Hice esta canción para mi mujer porque a veces lamento mucho la falta de besos cuando llegas al momento en la pareja en que lleváis tanto que se te olvida darlos. Cuando la canto siento que se abre todo un público masculino que después de los conciertos me dicen que esa canción les encantó. Así que siento que no soy el único que echa de menos los besos.
¿Cuál es el mejor momento para escuchar este disco?
L.W.: Yo lo he disfrutado mucho conduciendo (risas).
L.S.: No sé si es un disco nocturno o más soleado.
L.W.: Yo creo que súper confortable, que cuando te lo pones dices: 'Qué bien, qué bonito y qué a gusto'.
Hemos hablado un poco del éxito en general pero, ¿qué sería concretamente un éxito con este disco?
L.W.: ¡Que nos tiren ropa interior al escenario! (risas). Me encantaría que le gustase a la gente, que fuera de esos discos que te hacen bien. Y que sea de esos discos que te acompañan. En mi caso, la música que me gusta da igual cuando se ha hecho, y este no es un disco que caduca. Que nada en contra de eso, lo disfruto también mucho, pero yo en general siempre vuelvo a discos que no caducan y que pueden tener veinte o cuarenta años.
L.S.: Bueno, y que nos dé para hacer otro.
Y para hacer más conciertos también, volvemos a ello, porque los vuestros son en salas y en teatros donde la gente va por la música y todo el mundo se ve las caras. Eso, en este momento de locura con los grandes conciertos, es otra vez casi contracultura.
L.W.: Pero hay muchas ganas de ir a conciertos sin pulsera, por así decirlo. Yo creo que también tenemos mucha hambre de eso. Igual que de teatro, porque los teatros están llenos. Hay millones de ofertas en plataformas y demás, pero el ser humano al final quiere el rebaño, el contacto, y quiere ver algo que esté pasando ahí de verdad.
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L.S.: La cercanía es bastante importante en esta música. Hay música para todo, pero no sé si esta música es para estadios. Creo que es para tener un poco más de contacto con el público. Pero para que quede claro, si nos quieren llamar de los estadios las líneas están abiertas (risas).
¿Leo & Leo es algo más para aficionados de verdad a la música, de los que todavía invierten con gusto tiempo en escuchar discos enteros quizás?
L.S.: Eso mola, de hecho, un buen fan es el que descubre un disco y siente que es suyo, que no es para los demás.
Más de quince años de amistad y colaboraciones puntuales aquí y allá entre Leonor Watling (Madrid, 1975) y Leo Sidran (Madison, Wisconsin, 1975) cristalizan ahora en Leo & Leo, un nuevo proyecto en forma de dúo que publica este 3 de octubre su primer disco homónimo a través del sello francés Bonsai Music. Once canciones con colaboraciones de amigos comunes como Kevin Johansen, Jorge Drexler –pareja de ella– y Javi Peña, que han sido mezcladas por Matías Cella en Buenos Aires. "Me preocupa un poco que la gente siempre diga que somos el grupo más anticomercial", reconoce divertido Sidran, multiinstrumentista internacionalmente reconocido, mientras Watling coincide entre risas: "Yo espero que seamos súper comerciales".