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Nacho Vegas: "Vivimos en un sistema capitalista especialmente depredador"

El músico Nacho Vegas

El nuevo disco de Nacho Vegas (Gijón, 1974), nació de una soledad confinada que le llevó a una tristeza inédita. Un sentimiento individual por todos compartido y que recorre las canciones de Mundos inmóviles derrumbándose (Oso Polita, 2021), un viaje introspectivo hacia la colectividad que no es pandémico pero de alguna manera sí producto de su tiempo.

Nacho Vegas en toda su pureza: la pluma afilada, lo íntimo y confesional, la aguerrida crítica social, el compromiso con la creación, el activismo como motor vital. "Las canciones siempre te remueven un poco el alma y el corazón y también te pueden remover la conciencia. Te pueden hacer pensar que otro mundo mejor es posible y, desde luego, si algo está claro en este momento es que otro mundo mejor es posible", apunta a infoLibre.

Del conjunto del álbum destaca especialmente, por contraste, una de esas canciones, Big Crunch. Un himno glam rock anticapitalista a lo David Bowie o T-Rex en el que canta con alegría que "el capitalismo ha entrado en fase de implosión". Sonríe al escuchar la cita y explica que el tono del tema es luminoso porque "expresa un anhelo más que una realidad".

Y prosigue: "Está en fase, pero esa fase puede durar décadas o siglos. Desde luego, de hoy para mañana no va a ser, pero sí que es verdad que vivimos en un sistema capitalista especialmente depredador, sobre todo en lo que tiene que ver con el ecologismo, con el ecofeminismo. Un capitalismo que depreda todos los recursos de los que dispone el ser humano en el planeta, que son finitos, y que en algún momento tiene que estallar".

"No podemos sustraernos al sistema en el que vivimos, pero a la vez podemos combatirlo", plantea, al tiempo que incita a buscar las "grietas" para conseguirlo. "Es como en la música. Tenemos que estar en el mercado, pero no te puedes dejar fagocitar por él, sino marcar tus propios ritmos en la medida que puedas para que lo hagan también los que vienen detrás", argumenta, al tiempo que explica que el título del disco hace referencia a los mundos inmóviles que "nos habitan dentro, pero también a los mundos que habitamos". "Y hay que derrumbarlos porque es un mundo de mierda y hemos salido peor de la pandemia", remata.

Desde lo individual a lo colectivo siempre. Esa es la idea que recorre el discurso del músico asturiano hasta llegar a afirmar que "de uno en uno no somos nada", por lo que "las batallas y las luchas emancipadoras solo se pueden plantear de manera colectiva". "Nunca individual", remarca, para luego reconocer la dificultad de semejante empresa, pues todos los espacios colectivos que conoce "tienen sus movidas".

Por eso, propone buscar esa "especie de equilibrio entre respetar la individualidad de cada uno sin caer en el individualismo y, a partir de ahí, ver lo que tenemos en común, que es mucho más de lo que nos diferencia". "Creo que en la izquierda siempre hubo una confusión entre la esfera de lo público y lo privado. Hay que poner en valor lo que tenemos en común sin renegar de nuestra individualidad. Por supuesto que cada uno somos diferentes, pero hay muchas cosas que nos afectan a todos y a nuestras familias y en eso tenemos que bregar", reflexiona.

El eje realmente movilizador era el ecofeminista, pero se rompió al quitarnos las calles en pandemia. Esos son espacios para reconstruir porque no puede ser que en dos años hayan quitado toda esa fuerza que existía en las calles

Reconoce en este punto la complejidad de estos planteamientos, más aún en el momento actual, después de que las calles dejaran de existir en el confinamiento: "Antes de la pandemia yo ya pensaba en el 15M en términos de defunción. El eje realmente movilizador en ese momento era el ecofeminista, pero se rompió al quitarnos las calles en pandemia. De hecho, la ultraderecha lo aprovechó para criminalizar al movimiento feminista. Esos son espacios para reconstruir porque no puede ser que en dos años hayan quitado toda esa fuerza que existía en las calles. Es verdad que te quitan las calles y te joden".

En su opinión, esto último demuestra que "la política institucional no es tan importante como intentan hacernos creer", por lo que apuesta por el "activismo y todo lo que surge en las calles". Desde la izquierda, concretamente, para recuperar una calle que ahora no le pertenece como antaño. "Parece que ser de ultraderecha es la nueva rebeldía", lamenta, añadiendo: "Quiero pensar que es una rebeldía que tiene los pies de barro. Aunque es verdad que hay un activismo de ultraderecha preocupante".

"No creo en la política institucional, solo un poder popular puede acabar con la ultraderecha", remarca en este punto, haciendo una comparativa con el caso de Amanecer dorado en Grecia: "Vox no es Amanecer dorado todavía, por fortuna, aunque puede llegar a serlo, pero en Grecia se acabó con ellos no porque los jueces se hicieran antifascistas de la noche a la mañana, sino que fue la gente, el pueblo organizándose barrio a barrio, para denunciar todo lo que hacía Amanecer dorado y silenciar su discurso de odio".

"Eso es lo que hay que hacer con el discurso de odio de Vox, que se ha convertido en una especie de moda, Pero yo creo que se puede acabar con ello", destaca, para luego subrayar que "el sistema en el que vivimos tolera la extrema derecha mientras que ilegaliza partidos internacionalistas que denuncian la represión del Estado como Izquierda castellana, que son partidos absolutamente democráticos, solo que de extrema izquierda".

Parece que si vives de la música ya no te puedes considerar clase trabajadora y yo eso no lo entiendo

La cultura en general y la música en particular es una "trinchera" desde la que luchar contra la ultraderecha y por un mundo mejor. Pero para eso, para que las canciones puedan desarrollar todo su "potencial para removernos las entrañas y ayudarnos a tener amplitud de miras", son necesarias "buenas condiciones materiales objetivas" para que los músicos puedan realizar un "trabajo digno". "Eso también se tiene que pelear y eso es lo que no hemos peleado históricamente nunca", lamenta.

"Por cada músico que vive de su música, hay miles que trabajan en condiciones absolutamente precarias y se tienen que considerar clase trabajadora. No pueden decir que son clase media, que es lo que se consideran", denuncia Nacho Vegas en este punto en el que, desde su clarividencia reconoce que él vive de su música y alguien le puede considerar un "privilegiado". "Pero parece que si vives de la música ya no te puedes considerar clase trabajadora y yo eso no lo entiendo", remacha.

Lo difícil para la unión en el mundo de la música es, a su juicio, que no tienen clara cuál es su "patronal", a pesar de que se puede identificar claramente: "A lo mejor, no se trata de entablar una batalla directamente con ellos, pero sí que hay que tener claro que las grandes plataformas, las grandes promotoras y los grandes grupos de comunicación, son los que cortan el bacalao. Y los que hacemos música y el personal técnico estamos ofreciendo nuestro trabajo a eso".

Relata entonces que él mismo conoce a muchos compañeros que también viven de la música pero lo han pasado "mal muchas veces y han trabajado en condiciones muy chungas", a pesar de lo cual no se atreven a "hablar de clase trabajadora" por culpa de cierto "estigma" social. Y ve en el sindicalismo cierto tipo de solución para mejorar la situación en el sector.

Y argumenta: "El precariado lleva existiendo en la música desde los tiempos de los tiempos, pero solo hemos sido conscientes hasta ahora y todavía no encontramos la manera de acabar con él. El problema del precariado es que es la única subclase social a la que nadie quiere pertenecer y la que todos queremos destruir. ¿Pero cómo? Desde luego no con la reformina laboral esta. Todo esto es producto del neoliberalismo, nos han colado la desmovilización de la clase trabajadora para convertirla en un precariado totalmente desmovilizado".

En medio de semejante berenjenal, está El don de la ternura, otra de sus nuevas canciones, con título inspirado por Raymond Carver y en la que propone que nos cuidemos más y mejor unos a otros para sobrevivir en este mundo tan desconcertante como hostil. "La ternura es un arma más poderosa de lo que nos creemos y, sobre todo, para combatir todo este cinismo ahora tan de moda que es mucho más débil de lo que pensamos. El cinismo empieza y acaba en uno mismo y es una visión descreída del mundo, mientras que la ternura implica reconocer a los demás, una ética de los cuidados y un empoderamiento colectivo que puede combatir los discursos de odio", apunta.

Para convertir todas estas reflexiones en canciones, apuesta siempre Nacho Vegas por buscar "la distancia y la perspectiva". Esa es la forma a través de la cual logra verbalizar y cantar todos estos "sentimientos complejos y dolorosos que no te explicas muy bien". "Hay que alejarse para que lo que cantes no sea como si se lo contaras a un colega, sino que sea algo que le pueda llegar a gente de sitios muy diferentes. Y que desde la intimidad personal se pueda llegar a una intimidad compartida que ponga en común a mucha gente", explica.

Por último, confiesa que a estas alturas de su vida el éxito es poder vivir haciendo música. "Cuando empezaba a escribir las canciones de mi primer disco no tenía ni idea de si le iban a interesar a alguien. Cada vez que me pongo a hacer canciones nuevas intento volver a ese estado de inocencia", reconoce, para luego terminar: "Hay gente con trabajos muy alienantes, así que vivir de esto está muy bien. Me gustaría que mi trabajo pudiera dar trabajo a más gente, pero creo que tengo suerte de no haber vivido un éxito desorbitado. En la música, en el arte, a veces el ego es nuestro mayor enemigo y mata la creatividad porque dejas de tener los pies en el suelo. Creo que, por suerte, no me ha pasado a mí y espero que siga siendo así".

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